miércoles, 24 de agosto de 2011

Un paseo por el amor y la muerte


El viejo Cementerio de Père Lachaise, abierto como tal en 1804 –aunque no comenzase a ser popular hasta 1817, después de que fueran allí inhumados los cuerpos de los desgraciados amantes Abelardo y Eloisa–, antes proyectado por el arquitecto Alexandre-Théodore Brongniart en la colina de Champ l'Evêque, en unos terrenos donde antaño se cultivaba la vid para abastecer de vino a los parisinos, tomó su nombre del jesuita François de la Chaise, confesor de Luis XIV, el Rey Sol. Y merece la pena ser visitado por sí mismo, como un gran parque más. Sin obviar los ilustres personajes que en él están sepultados, eternos moradores como Chopin, Molière, Balzac, Apollinaire, La Fontaine, Proust, Wilde…, o los más recientes restos mortales de Montand, Piaf o el malogrado Morrison, el Rey Lagarto, fallecido en extrañas circunstancias cuando llevaba alrededor de un año residiendo en París, y cuya tumba es una de las más concurridas del camposanto.

Un lugar en el que se respira la calma, inspirando poesía, literatura, arte, música y ciencia, que dimana de él y flota en el aire. Un espacio donde se mezclan las culturas (griega, egipcia, árabe o sefardí), armoniza los credos (católicos, musulmanes, judíos y ortodoxos), y se exalta a los héroes que están sepultados junto al ‘Muro de los Federados’. Pro-hombres y ciudadanos de toda laya que dieron la vida por la Revolución. Algunos –los 147 combatientes de la Comuna de París– siendo fusilados y enterrados allí mismo, junto a la muralla del cementerio.

Otro inquilino de Père Lachaise es el periodista Víctor Noir, que en 1870 vio infelizmente su vida segada por arma de fuego, a los veintidós años. Fulminado por el disparo que le efectuó Pierre Bonaparte, sobrino de Napoleón, tras una discusión con el interfecto cuando éste trataba de mediar en un duelo que se celebraría entre su redactor jefe en el periódico republicano ‘La Marseillaise’ y Pierre Bonaparte. Las posteriores movilizaciones y manifestaciones de repulsa e indignación hacia Napoleón III no se hicieron esperar, y poco después fue depuesto de su mandato por las milicias de la Tercera República. Exiliado en Inglaterra, Napoleón III moriría en 1873. La famosa tumba de Víctor Noir, objeto de polémica y manoseo, es otra de las más visitadas de la necrópolis.

No obstante, es muy agradable leer o meditar entre sus panteones y mausoleos, monumentos o cenotafios –como el de María Callas, cuyas cenizas fueron esparcidas sobre las aguas del Mar Egeo–, o simplemente pasear por sus estrechas avenidas y serpenteantes callejuelas, contemplando los frondosos árboles y el denso follaje. En un silencio a veces sólo alterado por el canto de las alondras que revolotean en sus jardines, entre las ramas de los hermosos castaños que dan sombra y cobijo a los abigarrados sepulcros de vetustas piedras salpicadas de muscínea y liquen. Aunque según sea la época del año en que lo hagamos, así se nos mostrará en la visita más apaciblemente bucólico y romántico, o estremecedoramente gótico y sombrío. Sin olvidar las innumerables biografías que aquí vieron su fin; las desdichadas o felices historias de unas mortales vidas ya acabadas bajo los prístinos mármoles de sus lápidas o sarcófagos, pero a la vez también innegablemente inmortales para la Historia.


Más información
Página web del Cementerio de Père Lachaise


Enlace de interés
Fotografías infrarrojas de Père Lachaise


Fotografía ‘Sepulcros’ (Rollei IR400) © Fernando Torres