sábado, 31 de diciembre de 2011

Nochevieja en la Ciudad Vieja de Praga


Bajo un manto de cielo salpicado de las mismas estrellas que contemplase Johannes Kepler cuando en 1609, hospedado en una pequeña posada de Praga, escribiera su famosa obra titulada ‘Astronomía Nova’; y antes de que una vez más, como colofón de su Concierto de Año Nuevo, la Orquesta Filarmónica de Viena interprete la consabida Marcha Radetzky con la que Johann Strauss inmortalizara al célebre militar checo, los espectaculares fuegos artificiales, que tradicionalmente despiden el año sobre los tejados góticos de la ciudad bohemia ante la alucinada mirada de los turistas, explosionaban en la noche como supernovas en el fir-mamento, reflejándose en las oscuras y gélidas aguas del Moldava como en un deslumbrante espejo, que era surcado a esas horas por los pintorescos y siempre completos barcos restaurantes bajo el puente de Carlos.

El popular Staroměstský orloj, o Reloj Astronómico de Praga, fabricado por el maestro relojero Hanuš, quien según cuenta la leyenda fue cegado para que no pudiera jamás construir otro reloj igual, que el pasado 2010 cumpliera 600 años señalando las horas desde el muro de piedra de la casa del ayuntamiento, en la Plaza de la Ciudad Vieja, había dado las campanadas que anunciaban el nuevo año mostrando sus figuras animadas a los atentos visitantes que, espe-cialmente en estas fiestas, colman las calles del corazón de esta bonita capital europea. Según es costumbre, para los locales y en todo el país, los más supersticiosos repetirán ritos o tradiciones como son el lanzamiento de un zapato para encontrar pareja, o poner bajo el plato las escamas de una carpa, típico plato navideño, para tener un año de bienestar y prosperidad económica.

También en la plaza se sucederán los conciertos que de nuevo atraen a jóvenes turistas de toda Europa, para los que la animada Praga es el lugar ideal para recibir el nuevo año. Pero antes, durante la tarde y noche, los numerosos cafés del centro serían los que acogiesen en sus cálidos salones a todos aquellos asiduos amantes de estos confortables estable-cimientos, tan de agradecer con temperaturas bajo cero en el exterior, y por los que todavía parece que se paseara la sombra de Kafka. Como el literario Café Louvre, situado en la concurrida Národní třída (Calle Nacional), uno de los cafés de la época de la vieja Austria a cuyo círculo filosófico perteneció, junto a sus amigos Max Brod, Hugo Bergmann y Felix Weltsch, el escritor Franz Kafka; influidos todos ellos por las enseñanzas del filósofo Brentano, y en el que, como una extensión de su oficina, el autor de la ‘Metamorfosis’ afirmó haber pasado allí “bellas y agradables horas”.

Otra propuesta de la Nochevieja en Praga seguirá siendo siempre la de los numerosos locales que ofrecen actuaciones en directo. Emblemáticos clubes de jazz tales como el ‘Agharta’, en el 16 de la céntrica calle Železná. Cuyo nombre nos hace evocar aquel mítico reino subterráneo que detenta la tradición oriental, al que la ocultista Helena Blavatsky denominaba “Logia blanca”, pues el club, además, está enclavado en la cava de una casa gótica del siglo XIV, y donde diariamente se puede disfrutar de la buena música en vivo mientras se brinda con champagne, se saborea en buena compañía una cerveza Pilsner Urquell o, si se prefiere, para entrar en calor, una copa del conocido aguardiente de 38 grados Becherovska.

Feliz Año Nuevo. Šťastný Nový Rok.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Murió George Whitman, el viejo librero de la Shakespeare & Co


El pasado 14 de diciembre, a la edad de 98 años, moría en París el legendario George Whitman a consecuencia de un derrame cerebral sufrido unos meses atrás. Sus restos descansan ahora en el cementerio parisino de Père Lachaise.

Por fin llegué al 37 de la Rue de la Bucherie y, tras echar un breve vistazo a la fachada de la casa, junto a una de las típicas y sugerentes fuentes de agua Wallace para asegurarme de que era la dirección correcta, sin dudarlo un minuto me dispuse a entrar en aquel establecimiento. Una vez dentro, pude reconocerle enseguida. Allí estaba su propietario, el recientemente fallecido George Whitman con un libro de Gombrovicz en sus manos. Al verme hizo un gesto vago que no sé si llegaría a poder considerarse un saludo, más bien me inclino a pensar que esa mueca indefinida significaba un “aquí estoy, te estaba esperando porque tengo lo que buscas”. ¿Lo que busco? No buscaba nada en particular, si bien es muy cierto que el azar es la búsqueda de lo que no se espera. Y en aquel momento lo que encontré –además de a mister Whitman, evidentemente– fue un viejo inmueble de tres plantas muy destartalado y poco acondicionado, si exceptuamos, claro está, unos rudimentarios e imprescindibles anaqueles para albergar libros no sé si tan viejos como aquel inmueble o todavía más. Veía libros por todas partes, ingentes cantidades en estantes e incluso apilados en el suelo; algunos en francés, pero la inmensa mayoría en la lengua de Shakespeare. No en vano la librería está especializada en literatura inglesa. En cualquier caso, el lugar no me decepcionó en absoluto puesto que no tenía una idea clara preestablecida de cómo sería la librería y, más bien al contrario, me sorprendió de manera grata.

En los tiempos en los que Hemingway vivió en París, la librería Shakespeare & Co no se encontraba en la dirección actual, sino que, por entonces, estaba en 12, Rue de l´Odeon, y era regentada por su gran amiga Sylvia Beach, quien víctima de las zalamerías de James Joyce, sufragaba a éste para que pudiera terminar su célebre ‘Ulysses’ –préstamo que el irlandés, siempre en la miseria, nunca devolvió–, y a la que a menudo Hemingway visitaba de paso que iba o venía del café des Amateurs del que era asiduo además de otros como La Closerie des Lilas o La Coupole, ambos en el Boulevard du Montparnasse, o el Bonaparte y los de Saint-Germain-des-Prés que, afortunadamente, todavía existen. Como subsiste, justo enfrente de La Coupole, el Select, un café que fascinaba a la bohemia parisina y en el que no sólo se podía encontrar a Hemingway, sino también a escritores como Henry Miller, Ezra Pound y Gertrude Stein o Scott Fitzgerald, así como a los habituales pintores de Montparnasse.

La librería de Whitman, que actualmente regentaba ya su hija Sylvia (el nombre se lo puso Whitman por Sylvia Beach), está situada en pleno centro de la ciudad, justo enfrente de la iglesia de Notre-Dame, con el Sena de por medio atravesado a esa altura por el Petit-Pont, y en el mismo viejo edificio en el que se encuentra, a la vuelta de la esquina, el modesto y para mí entrañable Hotel Esmeralda, que es donde está empleado mi buen amigo el poeta Alejandro Calderón, o donde asimismo era posible contactar con el escritor serbio Goran Tocilovac, al cual tuve la oportunidad de entrevistar con ocasión de la publicación de su novela ‘Trilogía parisina’.

En aquella ocasión en la que vi personalmente a Whitman en el interior de su mítica librería, hará de ello ya unos seis años o quizá algo más, aparentemente éste gozaba de una buena salud, si bien su aspecto era el de un hombre de edad bastante avanzada. Por aquellas mismas fechas más o menos fue la vez que vería también, en el escaparate de la tienda, un curioso ejemplar de Jack Keruoac, por entonces inédito en España, titulado ‘Satori en Paris’. Se trataba de una primera edición francesa de un libro que yo desconocía de este autor hasta ese momento “Satori” (al contrario de lo que pueda inducir a pensar, el vocablo no corresponde al nombre de ningún personaje, sino que es una palabra japonesa que significa “Iluminación” en el Budismo Zen). Como lo fue también para mí conocer allí al tristemente desaparecido George Whitman.


Más información

Página web de la librería Shakespeare & Co


Enlace de interés

Portrait of a Bookshop as an Old Man


Fotografía de Whitman fuente Shakespeare & Co

jueves, 15 de diciembre de 2011

Volando lejos con la Larry Martin Band


Entre un gran número de aficionados que abarrotaba el interior del pequeño Café Populart de Madrid la pasada noche del viernes, sonaron los standards de jazz y composiciones originales que fueron interpretando los miembros de la ya veterana Larry Martin Band (LMB) pertenecientes a su penúltimo disco –grabado con Yoio Cuesta, quien en su día ya sustituyera a Doris Cales– titulado ‘One day I´ll fly away’, a cuyos temas pondría la voz en esta ocasión su nueva cantante, la expresiva Sheila Blanco.

Una sucesión de temas que, como ocurre también en la vida, nos iban llevando de la tristeza a la alegría así fuesen canciones deliciosamente tristes como ‘Easy Living’, la bonita balada que escribiera el trompetista Clifford Brown, o tan felices como la original y pegadiza ‘If they knew’, compuesta por el guitarrista Enrique García y el batería y líder fundador de la banda que lleva su nombre. De hecho, este trabajo discográfico nace fruto de un mal momento por el que pasó en su vida Larry Martin hace unos años, ya superado, y que coincidió por esas mismas fechas con su elección de la canción que da titulo al disco. Es decir, Un día volaré por ahí lejos. La historia de un amor acabado y el no fácil propósito de superarlo y olvidarlo. De historias de este tipo el jazz y el blues están repletos e infaliblemente seguirán dando origen y sentido a muchas partituras más.

De esta formación hay que destacar también la gran calidad de Domingo Sánchez como pianista. Un auténtico Mozart del jazz, que comienza a tocar el piano a los 3 años y compone sonatas y preludios con 8 y 9 años de edad. O la del contrabajista Ricardo Ferrer, que durante un tiempo formó parte del cuarteto de jazz del saxofonista Pedro Iturralde, y asimismo ha colaborado con Lou Donaldson o Perico Sanbeat, entre otros muchos músicos del panorama jazzistico. Sin olvidarnos del citado Enrique García, un gran guitarrista con una técnica muy personal que ha tocado a su vez con otros grandes de la talla de Jorge Pardo o Joshua Edelman. Y cómo no, la del experimentado baterista Larry Martin, que 1989 asistiera al Seminario en Madrid del ‘Berclee College of Music’ de Boston, en el que estudió con Gary Burton y Ed Uribe.

Excelentes músicos todos ellos de reconocido prestigio en los circuitos de jazz, que así lo demuestran con la brillantez de cada uno de sus solos, y que consiguen crear ambientes sonoros que nos hacen vibrar con los inolvidables standards que cantasen Billie Holiday, Dinah Washington, Ellis Regina, Shirley Horn, Billy Joel, Al Jarreau o Stevie Wonder, entre otros; además de sus temas originales, siempre con un estilo propio y un sonido actual interpretados ahora con el talento vocal y el feeling de Sheila Blanco.

Más información

Página web oficial de LMB

Fotografía de Sheila Blanco (LMB) © Declan Hemp