martes, 4 de diciembre de 2012

Bajo el sol. Las cartas de Bruce Chatwin


“Parece como si Chatwin estuviese narrando su vida: desde sus salidas en falso, los trabajos decepcionantes y sus escritos inéditos hasta los movimientos precipitados, las erupciones de tedio y sus caprichos. Estas cartas irrumpen con palabras cariñosas, explosiones de rabia y entusiasmos repentinos.” Paul Theroux.

Se edita ‘Bajo el sol. Las cartas de Bruce Chatwin’, uno de los escritores más enigmáticos del siglo XX, autor de libros ya clásicos pero inclasificables –si bien él establecería su reputación como escritor de viajes–, como ‘En la Patagonia’ o ‘Los trazos de la canción’, que se revelan como textos fantásticos donde Chatwin se mimetiza con los ambientes que observa en sus viajes hasta el punto de crear una realidad particular para los mismos. Como explica Nicholas Shakespeare en la introducción a esta recopilación de cartas, Chatwin era un personaje de sí mismo; el alter ego que aparece en sus obras es muy distinto del Chatwin que muestra en su correspondencia, publicada ahora tras veinte años de un meticuloso trabajo editorial a cargo de su viuda, Elizabeth Chatwin, con quien se casó a los 25 años tras haberla conocido cuando trabajaba en Sotheby’s, para sorpresa de muchos que lo conocían. Ya que Chatwin era bisexual y lo fue a lo largo de su vida de casado, una circunstancia que Elizabeth conocía y aceptaba.

Chatwin mantuvo la referida correspondencia con personajes tales como Paul Theroux, Patrick Leigh Fermor y James Ivory, desde lugares tan dispares como Afganistán, Grecia, Suecia, Turquía y África. En sus cartas se revela como un narrador de historias nato, apasionado de la vida –aunque inseguro sobre cosas tan íntimas como era su sexualidad–. Como diría Salman Rushdie: “Bruce apenas había empezado. Tan sólo vimos el primer acto.” Pues Chatwin moriría en Niza en 1989, a la edad de 48 años, a causa de haber contraído el SIDA. Por su condición de bisexual, fue uno de los primeros famosos afectados por el virus en Gran Bretaña y, aunque trató de ocultar su enfermedad, haciendo pasar los síntomas por una infección o los efectos del mordisco de un murciélago chino, lo suyo era un secreto a voces. No respondió bien al tratamiento médico y, con su estado de salud deteriorándose con rapidez, Chatwin y su mujer se irían a vivir al sur de Francia, a la casa del que una vez fue su amante, Jasper Conran. Allí, durante sus últimos meses de vida, Chatwin fue atendido por su mujer y por Shirley Conran.

Cuando murió el funeral se celebró en Londres el mismo día en que fue anunciada la fatwa contra Salman Rushdie, buen amigo de Chatwin. Paul Theroux, quien también fuera una vez amigo suyo y colega de letras, escribiría sobre la noticia de su muerte criticando a Chatwin por no reconocer que la enfermedad que le mataba era el SIDA. No obstante, el talento literario de Bruce Chatwin ha dejado algunas de las páginas más brillantes de la literatura contemporánea.


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Fotografía de Chatwin fuente Getty images