lunes, 27 de febrero de 2017

Ramon Casas y el modernismo catalán


El mes próximo, en CaixaForum Madrid, podremos ver una muestra del arte del catalán Ramon Casas i Carbó, pintor famoso por sus retratos, caricaturas y pinturas de la élite social, intelectual, económica y política de Barcelona, Madrid y París. Casas fue también en su época un singular diseñador gráfico, cuyos vistosos carteles y postales contribuyeron a perfilar el concepto de modernismo catalán.

En 1877, Casas abandonaría la escuela para estudiar arte en el estudio de Joan Vicens Cots. En 1881, siendo todavía un adolescente, fue cofundador de la revista L'Avenç. Ese mismo año, acompañado de su primo Miquel Carbó i Carbó, estudiante de medicina, inició su primera estancia en París. Allí estudió con el pintor y profesor de arte Carolus-Duran y, más tarde, con el también pintor Henri Gervex, al tiempo que ejercía como corresponsal en la capital francesa para L'Avenç. Al año siguiente presentó algunas de sus obras en la Sala Parés de Barcelona, y en 1883 expuso su autorretrato vestido de flamenco en la sala de los Campos Elíseos de París. El cuadro le valió una invitación como miembro del salón de la Société d'artistes françaises.

Los siguientes años siguió pintando y viajando, pasando el otoño y el invierno en París y el resto del año en España, básicamente en Barcelona pero también en Madrid y en Granada. En 1886 sobrevivió a una tuberculosis y quedó convaleciente en Barcelona. En ese periodo de su vida conoció a artistas como Santiago Rusiñol, Eugène Carrière e Ignacio Zuloaga.

Casas y Rusiñol viajaron por Cataluña en 1889 y colaboraron en el libro ‘Por Cataluña’, el cual contaba con los textos de Rusiñol y las ilustraciones de Casas. Regresaron juntos a París donde se alojaron en el Moulin de la Galette en Montmatre junto con el crítico de arte y pintor Miquel Utrillo y el dibujante Ramón Canudas. Rusiñol realizó una serie de crónicas para el periódico La Vanguardia con el título ‘Desde el Molino’, que contaron también con las ilustraciones de Casas. Como miembro de la Société d'artistes françaises, Casas participaría en dos exposiciones anuales sin tener que pasar por un jurado previo.

Con Rusiñol y con el escultor Enric Clarasó realizaron una exposición en la Sala Parés en 1890; los trabajos de esta época se encuentran a medio camino entre el estilo académico y el de los impresionistas franceses. Este estilo, que llegó a conocerse como modernismo, aún no estaba del todo desarrollado pero los artistas empezaban a conocerse unos a otros y los artistas catalanes comenzaban a identificarse más con Barcelona que con París.

Su fama continuó extendiéndose por toda Europa, realizando exposiciones de éxito en Madrid (1892-1894), Berlín (1891-1896) y en la Exposición Mundial de Chicago de 1893; mientras, el círculo bohemio que incluía a Casas y Rusiñol empezó a organizar frecuentes exposiciones en Barcelona y en Sitges. Con el aumento de la actividad en Cataluña, Casas se estableció en Barcelona aunque seguía viajando a París para los salones anuales.

El mundo del arte modernista estableció su centro de operaciones en Els Quatre Gats, un bar al estilo de Le Chat Noir de París, que en aquel tiempo era el centro de reunión de la bohemia barcelonesa: artistas y pintores modernistas, y que, situado en la calle Montsió, continúa siendo hoy día uno de los más simbólicos locales de Barcelona. Sobre los modernistas el escritor y periodista Josep Pla profirió calificativos tales como peludos, sucios o abandonados, practicantes del hirsutismo.

Financiado por Casas, Els Quatre Gats se inauguró el mes de junio de 1897 y estuvo abierto durante seis años (se reconstruyó en 1978). Sus compañeros de empresa fueron Pere Romeu, Rusiñol y Miquel Utrillo. En el bar se desarrollaban tertulias y exposiciones de arte, incluyendo una de las primeras de Pablo Picasso. La pieza más destacada de su colección permanente fue un autorretrato de Casas en el que aparece pedaleando sobre un tándem junto a Romeo.

Al igual que Le Chat noir, Els Quatre Gats mantuvo su propia revista literaria: Quatre Gats, en la que Casas colaboró de forma destacada. Tuvo una vida corta pero fue seguida de Pel i Ploma y Forma en las que también participó Casas. Pel i Ploma patrocinó diversas exposiciones de arte incluyendo la primera exposición en solitario de Casas, que tuvo lugar en 1899 en la Sala Parés.

Mientras que su carrera como pintor prosperaba, Casas empezó a trabajar en el diseño gráfico, adoptando el estilo art noveau que llegó a definir al modernismo. Diseñó carteles para el bar y también realizó anuncios para el fabricante de cava Codorníu o para el Anís del Mono.

Para la exposición universal de 1900 en París, el comité español seleccionó dos retratos al óleo realizados por Casas: un retrato de 1891 de Eric Satie y otro de la hermana de Casas, Elisa. Su retrato de una ejecución mediante el garrote vil ganó uno de los premios principales en Múnich en 1901. Sus obras se exhibían por toda Europa y en otros lugares del mundo, como Buenos Aires. En 1902 doce de sus obras quedaron expuestas de forma permanente en el Círculo del Liceo, club exclusivo asociado al barcelonés teatro de la ópera.

En 1903 se convirtió en Sociétaire completo del Salon du Champ de Mars de París, lo que le permitió realizar una exposición anual; si bien sólo expondría durante dos años. En 1904, durante una estancia en Madrid, realizó una serie de caricaturas de la élite madrileña así como de pintores como Joaquín Sorolla y Agustín Querol, escultor oficial del gobierno español. En el estudio de Querol realizó un retrato ecuestre del rey Alfonso XIII que fue adquirido por el coleccionista norteamericano Charles Deering.

Debido al aumento de su fama como retratista, Casas se instaló de nuevo en Barcelona. Frecuentó las tertulias de la Maison Dorée, donde conoció a Julia Peraire, una vendedora de lotería veintidós años más joven que él. La pintó por primera vez en 1906 cuando Julia tenía dieciocho años. Pronto se convirtió en su modelo preferida y en su amante. En 1915, Casas la pintaría vestida de torera y peinada con flores y peineta. Algunos autores han establecido conexiones entre esta obra y el Periodo Azul de Picasso, así como con la obra de Zuloaga. A pesar de que la familia de él no aprobaba esta relación llegaron finalmente a casarse en 1922.

En 1908, Casas junto a su patrocinador Deering, viajaron por Cataluña. Ese mismo año, Casas inicia un viaje de seis meses por Cuba y los Estados Unidos. Durante este viaje realizó una docena de retratos al óleo y cerca de una treintena de dibujos al carbón de amigos y socios de Deering.

De regreso a España realizó exhibiciones en Madrid y Barcelona, En la galería Fayanç Català de Barcelona, mostró unos 200 dibujos al carbón que donó al Museo de Barcelona. Su exposición de Madrid se realizó en el Ministerio de Turismo e incluía retratos de figuras destacadas de la ciudad, incluido el rey.

Antes de que se iniciara la Primera Guerra Mundial viajó por España y Europa, visitando Viena, Budapest, Múnich, París, Países Bajos, Madrid y Galicia. Realizó importantes exposiciones en España y en Francia. En 1915 realizó una exhibición conjunta con Rusiñol y Clarassó en la Sala Parés, conmemorando así el 25º aniversario de su primera exposición conjunta.

Casas, Rusiñol, y Clarassó siguieron realizando exposiciones conjuntas en la Sala Parés que se hicieron constantes hasta la muerte de Rusiñol en 1931. Casas continuó pintando retratos y paisajes, así como algunos carteles para la lucha contra la tuberculosis pero en el momento de su muerte, en 1932, se había convertido más en una figura del pasado que del presente. Fue enterrado en el Cementerio de Montjuic de Barcelona.

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miércoles, 15 de febrero de 2017

Enrique Vila-Matas sin contratiempos


Leer nuevamente al escritor catalán Enrique Vila-Matas es siempre una experiencia gratificante. Como nos tiene acostumbrados, Vila-Matas de nuevo se reinventa y nos deslumbra con otra de sus obras, las cuales rondan ya la treintena, pues ayer salió a la venta su última novela titulada ‘Mac y su contratiempo’ (Seix Barral).

El autor se arriesga en lo físico y personal para no haber escrito un libro póstumo, por lo que debe darse prisa en escribir otra novela, según manifiesta el propio Vila-Matas. Y es que parece que fue ayer cuando leíamos ‘Bartleby y compañía’ (2001), ‘El mal de Montano’ (2002) o ‘Doctor Pasavento’ (2005), para algunos su trilogía más celebrada, aunque no olvidemos su singular y más autobiográfica ‘París no se acaba nunca’ (2003).

Sin obviar sus muchos ensayos, compilaciones de artículos y otros textos vila-matianos, ni tampoco las obras narrativas precedentes y posteriores a las novelas citadas anteriormente, adentrarse una vez más en el universo novelesco de Vila-Matas es una celebración de la literatura. Al ávido lector le aguarda un nuevo tour de force entre ficción y realidad, ensayo y diario, y una profusa serie de pensamientos hilvanados como es propio del ya conocido e iconoclasta estilo literario de Vila-Matas.

Mac ha perdido su trabajo y sobrado de tiempo pasea todos los días por ‘El Coyote’, el barrio barcelonés donde reside. Está obsesionado con su vecino, un escritor de renombre, y se siente disgustado cada vez que éste lo ignora. Un buen día lo oye hablar con la librera sobre su ópera prima ‘Walter y su contratiempo’, un libro de juventud repleto de incongruencias, del que se acuerda vagamente. Mac, que le da vueltas a la idea de escribir, decide entonces transformar y mejorar este primer relato que su vecino preferiría dejar olvidado en un cajón.

“Las novelas que me gustan siempre son como cajas chinas, siempre están llenas de cuentos”, afirma el narrador de esta sorprendente novela disfrazada de divertido diario, de ensayo sobre el origen y el proceso de la escritura, de investigación criminal y de novela de aprendizaje.

Enrique Vila-Matas echa abajo el mito de lo necesario de una voz propia mientras reelabora la tradición para demostrar que es un autor con una de las voces más personales del panorama literario contemporáneo; se permite abordar de manera profunda la creación literaria sin renunciar a proporcionar al lector momentos hilarantes; ensalza lo cotidiano a través de un excéntrico y peculiar protagonista, y aparenta improvisación en una magnífica novela estructurada en varios niveles de lectura, una trama con grandes sorpresas, y geniales hallazgos gracias a una construcción argumentativa capaz de dar un giro insospechado a partir de la segunda mitad del libro, dejando al lector deslumbrado hasta llegar finalmente al perfecto desenlace.


Enlace de interés

Página web de E. Vila-Matas

Óleo (portada del libro) © Geoffrey Johnson