viernes, 26 de mayo de 2017

XVII Festival de jazz Saint-Germain-des-Prés


Un año más, del 11 al 22 de mayo, en plena primavera parisina, tuvo lugar la decimoséptima edición del Festival de jazz Saint-Germain-des-Prés.

Un festival cuyo origen se remonta a 2001, año en que su co-fundador, Charbaut Frederick, un periodista especializado en música de jazz, pusiera la primera piedra en la organización de este ya veterano evento musical, en el que durante casi dos semanas, músicos brillantes provenientes de distintas partes del mundo ofrecen sus conciertos en el emblemático Barrio Latino de París. En muy diferentes escenarios, como son la Église Saint-Germain-des-Prés, el Hotel Madison o la Fnac Montparnasse, pues una de las características del festival es la variada combinación de lugares en donde se lleva a cabo, desde iglesias y plazas públicas, hasta hoteles, teatros o universidades y, por supuesto, en los locales especializados en dar conciertos, como es el caso del Sunset-Sunside Jazz Club.

Charbaut Frederick es un periodista que abandonó la carrera de ingeniero aeronáutico para crear una emisora de radio llamada ‘Jazzland’, colaborando en programas de radio para Rock Boulevard, Chic FM, Kiss FM o Superloustic, entre otros; así como también en revistas de jazz como es la célebre ‘Jazz Hot’, y asimismo como miembro del jurado del Festival de jazz de La Défense, Victoires du Jazz o el del Djangodor. También contribuye a la programación del ‘Tanjazz’, el Festival de jazz de Tánger. Y ha invitado a grandes músicos como Dee Dee Bridgewater, Norah Jones, Brad Mehldau, Abd Al Malik, Kyle Eastwood, Kurt Elling, Lucky Peterson, Richard Galliano, Jacky Terrasson, Michel Portal, Aldo Romano, Kenny Barron o Milton Nascimento.

Además de contar con la presencia de importantes músicos, el Festival de jazz Saint- Germain-des-Prés brinda una oportunidad a las jóvenes promesas con la convocatoria del certamen de nuevos talentos, denominado Tremplin Jeunes Talents, para incentivar el talento de los jóvenes compositores de jazz franceses.

Como en anteriores ediciones, esta primavera, al llegar la noche, en París la música rebosó el Barrio Latino así como en sus calles rebosa el alborozo de las terrazas de los cafés, entre los típicos volquetes repletos de frutas y cajones colmados de flores y ostras frescas como aderezo.


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Fotografía de Avishai Cohen © Caterina di Perri

lunes, 15 de mayo de 2017

Leica, cien años de historia de la fotografía


La Fundación Telefónica en colaboración con Leica muestra cerca de 400 fotografías con material documental que incluye periódicos, revistas, libros, publicidad, catálogos y prototipos de cámaras. Con esta exposición homenaje se presenta la historia de un siglo de fotografía en película de 35 milímetros, desde sus inicios hasta la actualidad.

En junio de 1914, Oskar Barnack, un ingeniero de la empresa alemana Leitz Werke Wetzlar, desarrollaría la Ur-Leica, un modelo experimental de cámara que terminó por imponer la norma en la industria fotográfica, debido a su pequeño formato y posibilidades de uso, empleando para ello el negativo de film de 35 mm que permitía ampliarlo al imprimir la fotografía.

Barnack, que estaba especializado en microscopía, era un fotógrafo aficionado, cuya delicada salud por ser asmático, le ocasionaba un problema a la hora de transportar las grandes cámaras que se fabricaban y comercializaban por aquel entonces, por lo que diseñó una que pudiera ser más manejable, aprovechando las ventajas que ofrecía el rollo de 35 mm creado por George Eastman (Kodak) a finales del siglo XIX, y que hasta entonces era usado únicamente en películas.

En 1916 Barnack bautizaría su prototipo como ‘Lilliput’, que probaría durante un viaje a Estados Unidos Ernst Leitz, cuyo apellido dio origen a la marca Leica, abreviatura de Leitz Camera. Sin embargo, su salida al mercado se produjo casi una década más tarde, después de la Primera Guerra Mundial, cuando en 1925 el modelo de Barnack fuera presentado en la feria de Leipzig, Alemania, con una primera producción anual de 1000 cámaras.

Gracias a esta nueva cámara con un objetivo retráctil que se podía llevar cómodamente en el bolsillo, la fotografía fue poco a poco convirtiéndose para todos en un ejercicio natural de la vida cotidiana. También dio lugar al fotoperiodismo, ya que la nueva cámara permitía hacer una foto detrás de otra con rapidez, lo cual era una gran ventaja para el recién nacido género del reportaje.

Una nueva generación de fotógrafos de prensa apostó así por la Leica, en particular por su versatilidad para hacer realidad el principio fundamental del reportaje: narrar un acontecimiento mediante imágenes individuales que se complementan.

Las cámaras Leica han gozado siempre de un gran prestigio entre muchos fotógrafos profesionales y aficionados, siendo las preferidas de grandes maestros como Henri Cartier-Bresson, Robert Capa, Alberto Korda, Jeanloup Sieff, Sergio Larraín, o Sebastião Salgado, entre otros muchos que elevaron la fotografía a categoría de arte.


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Enlace de interés

Página web oficial de Leica Camera AG (en inglés).


Fotografía (detalle) ‘Nana, Place Blanche’, París 1961 © Christer Strönholm

lunes, 1 de mayo de 2017

Carleton Watkins, el paisaje de Estados Unidos


Exposición ‘Watkins, el paisaje de Estados Unidos en la colección fotográfica de Sorolla’.

Por primera vez se expone al público una de las mejores colecciones de fotografía histórica estadounidense. Se trata de la colección de fotografías que Carleton Watkins, uno de los grandes fotógrafos pioneros norteamericanos del siglo XIX, hizo para Collis Huntington. Su hijo, Archer Milton Huntington, fundador de la Hispanic Society, regaló esta colección al pintor Joaquín Sorolla.

La primera imagen duradera, fija e inalterable a la luz la obtuvo en 1824 el francés Joseph Nicéphore Niépce (1765-1833). Si bien quien se atribuyó el mérito fue Louis Daguerre, un pintor y hombre de negocios. Daguerre lo que hizo fue perfeccionar el procedimiento de Niépce, pasando así a llamarse daguerrotipo. Corrían en Francia los tiempos de la Revolución Industrial, favorecida por las innovaciones técnicas del siglo XIX. En sus comienzos la fotografía sería usada principalmente por la burguesía, que acostumbraba tener retratos para mostrar estatus y ascensión social.

Daguerre enviaría a un representante a Estados Unidos para dar conferencias y celebrar exposiciones. Entre 1840 y 1860 la daguerrotipia se hizo muy popular en Estados Unidos, que estaba en transición de una sociedad agrícola a una sociedad industrial.

En 1851, el estadounidense Carleton Watkins (1829-1916), nacido en Nueva York, se trasladó con su amigo Collis Huntington a San Francisco con la esperanza de encontrar oro. Allí pronto se interesaría por la fotografía. En California se centró principalmente en la fotografía de paisaje, siendo el valle de Yosemite su tema favorito. Sus fotografías del valle influyeron de manera muy significativa en el Congreso de Estados Unidos, que tomó la decisión de conservarlo como Parque Nacional.

En un principio Watkins trabajó para su amigo Huntington en la entrega de suministros para las operaciones mineras. Más tarde trabajaría como empleado en una librería, cerca del estudio de Robert H. Vance, un conocido daguerrotipista. Poco después, un empleado de Vance dejaba su trabajo de forma inesperada y Watkins acabaría al cuidado del estudio.

Antes de trabajar con Vance, Watkins no sabía nada de fotografía. Vance lo instruyó acerca de los elementos básicos de la fotografía pensando que realizaría algunos retratos en su ausencia. Sin embargo, cuando regresó se encontró con que Watkins se había convertido en un artista y sus clientes estaban muy satisfechos.

En 1858, Watkins estaba listo para comenzar su propio negocio de fotografía. Además, hizo muchas colaboraciones incluyendo Illustrated California Magazine (1856-1861) de James M. Hutchings y la documentación de la compañía minera de John y Jessie Frémont en Las Mariposas (California). Realizó daguerrotipos estereoscópicos (dos imágenes casi idénticas de la misma escena, vistos a través de un estereoscopio para crear una ilusión de profundidad) en las minas de New Almaden Quicksilver, lo que le reportó una gran reputación como fotógrafo.

En julio de 1861, Watkins tomó la decisión que cambió su carrera: viajó a Yosemite. Se llevó una cámara que utilizaba placas de vidrio de 18x22 pulgadas y otra cámara estereoscópica. Usaba la estereoscópica para dar profundidad al sujeto, y usó la cámara de placas para capturar más detalle. Watkins volvió con treinta placas y un centenar de negativos estereoscópicos. En 1864, Watkins fue contratado para hacer fotografías del valle de Yosemite por el Servicio Geológico del Estado de California.

En 1867, Watkins abrió su primera galería pública, además de enviar sus fotografías a la Exposición Universal de París, donde ganó una medalla. Esto se convirtió en su lujosa galería de arte de Yosemite, donde mostró más de cien obras y más de mil imágenes disponibles a través de estereoscopios. A pesar de su éxito como artista, no tuvo éxito como empresario y terminó perdiendo su galería. Su acreedor John J. Cook y el fotógrafo Isaiah Taber (1830-1912) se hicieron cargo de la galería de arte de Yosemite y comenzaron a reproducir sus trabajos sin dar crédito a Watkins. En el siglo XIX no existían los derechos de autor y las leyes no cubrían las fotografías, y no había nada que Watkins pudiera hacer para combatir el plagio. Posteriormente, comenzó recreando las imágenes que perdió, llamándolas las ‘New Series’.

Watkins comenzó a perder la vista en la década de 1890. Su último encargo fue el de la filántropa Phoebe A. Hearst para fotografiar la Hacienda del Pozo de Verona. Watkins fue incapaz de completar este trabajo debido a su estado de salud y su deficiente vista. Entre 1895 y 1896, su falta de trabajo le condujo a una incapacidad para pagar el alquiler, y la familia Watkins tuvo que vivir en un vagón de ferrocarril abandonado durante dieciocho meses.

Watkins mantuvo la mayor parte de su trabajo en un estudio en la calle del mercado, en San Francisco. Pero el edificio fue destruido por el terremoto que en 1906 se produjo en la ciudad, y el fuego acabó con un sinnúmero de fotografías, negativos y la mayoría de sus imágenes estereoscópicas. Después de esta terrible pérdida, Watkins se retiró a Capay Ranch.

En 1909 la fotografía se encontraba en pleno desarrollo técnico y comercial y ya era ampliamente aceptada y popular entre el público. La imagen fotográfica era parte de la vida cotidiana, y no es de extrañar que tanto Huntington como Sorolla tuvieran gran interés por un medio que se presentaba como material documental de primer orden. En ese contexto, en diciembre de ese año Huntington enviaría a Sorolla un conjunto de 77 fotografías, entre ellas treinta y dos de Carleton Watkins y dos de Isaiah West Taber.

Las fotografías del Museo Sorolla podrían pertenecer a las primeras tomas, y en ese sentido no sería muy arriesgado fecharlas entre los años 1863 y 1866, como por ejemplo las pertenecientes a su serie de ‘New Almaden Quicksilver’, realizada en 1863. El Museo Sorolla cuenta con varios ejemplos pertenecientes a estas series (nºs. Sorolla 84144 y 84145), así como la de la catarata ‘Nevada Fall’ (nºs. Sorolla 84124 y 84125) fechada entre 1855 y 1856.

En 1909 Watkins fue declarado incompetente y quedó al cuidado de su hija Julia. Ella lo atendió durante un año antes de que él se comprometiera con el Napa State Hospital para enfermos mentales en 1910, momento en el que Frances Watkins comenzó a referirse a sí misma como una viuda. Watkins murió en 1916 y fue enterrado en una tumba sin nombre en los terrenos del hospital.

Una de las muchas montañas de Yosemite se llama Monte Watkins en honor del fotógrafo y su gran interés en la preservación del valle de Yosemite. Su obra influyó e inspiró a generaciones de fotógrafos y artistas de su tiempo y a los de décadas posteriores; entre ellos el pintor y paisajista Albert Bierstadt (1830-1902), que conoció personalmente a Watkins y al que Collis P. Huntington le confió uno de sus primeros encargos. Otros fotógrafos contemporáneos a Watkins, como Timothy H. O’Sullivan (1840-1882) o Charles L. Weed (1824-1903), también fotografiaron Yosemite. Generaciones posteriores, grandes figuras de la fotografía en América, intentaron captar Yosemite con la misma intensidad y arte, como, por ejemplo, George Fiske (1835-1918), o Ansel Adams (1902-1984), quien trabajaría largas temporadas en el parque. Se trata de fotografías de paisaje dotadas de una gran belleza plástica. La luz, como sucede en la obra de pintores como Sorolla, era una de las herramientas fundamentales de su trabajo. El pintor sentiría admiración al contemplarlas, una característica que pudo contribuir al interés de Huntington en que Sorolla tuviera tan preciadas imágenes.

La exposición fotográfica, que se inauguró el pasado 28 de abril, se podrá ver hasta el 20 de julio en la galería Torres García de la Casa de América en Madrid.
  
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Fotografía ‘Tasayac, the Half Dome, Yosemite’ © Carleton Watkins