Se cumplen cien años del nacimiento del antropólogo, arqueólogo, escritor y periodista mexicano Fernando Benítez. Gran estudioso del mundo ancestral y mágico de los indí-genas de las antiguas culturas precolombinas de México.
“El mundo es... también como tú lo imaginas, pero no es eso todo lo que hay en el mundo”. Don Juan Matus (C. Castaneda).
Esta insondable sima del pensamiento, con la que el indio yaqui Juan Matus instruía a Carlos Castaneda como aprendiz de brujo, se ve reafirmada en las palabras del escritor, filósofo e historiador alemán Ernst Jünger, quien fuera amigo personal del químico suizo Albert Hofmann, cuando declaraba con convencimiento que “lo real es tan mágico, como mágico es lo real”. Porque si bien es cierto que esta reflexión fue expresada fuera del contexto del nagual y el tonal de la filosofía tolteca, su significado profundo en-troncaría también con la inquietante afirmación que el antropólogo y escritor Castaneda pone en boca de su maestro de enseñanzas, el sabio brujo yaqui al que sus compadres llaman Don Juan y sus experiencias con el peyotl, al que éste llamaba “mescalito”, y que literariamente describe en profusos textos.
Y así como Castaneda hiciera en las ‘Las enseñanzas de Don Juan’, el gran viajero, etnólogo y ensayista Fernando Benítez nos documentó acerca del chamanismo de los indios huicholes, a los que acompañó en su peregrinación mística al desierto, y su singular cosmovisión en la que asimismo está presente ese poderoso cacto alucinógeno denominado peyote (Lophophora williamsii), realizando además un exhaustivo trabajo de estudio sobre la vida y costumbres de estos indígenas que refleja apasionadamente en la obra ‘Los indios de México’, como es el empleo ritual de los enteógenos en un contexto mágico-religioso. Una completa antología, si se quiere equivalente al trabajo de Edward S. Curtis sobre los indios de Norteamérica, que se compone de cuatro tomos fruto de una intensa e ingente investigación en la que Benítez refiere también el modus vivendi y la cosmología de los indígenas coras, tarahumaras, mazatecos, zapotecos y mixtecos, por la que fue apodado “el apóstol de los indios”, siendo un gran defensor de su cultura, y con la que obtuvo el Premio Mazatlán de Literatura en 1969.
De esa extensa compilación se extrajeron de forma in-dependiente dos magníficos relatos referentes al encuentro del autor con el esotérico mundo de los chamanes, en particular la de su peregrinaje con los huicholes para recolectar el cacto enteógeno, titulado ‘En la tierra mágica del peyote’; así como el de su descubrimiento de los hongos mágicos de la mano de la vidente curandera María Sabina en el pueblito mazateco de Huautla de Jiménez, al norte de Oaxaca, y que narra de manera trepidante en el libro ‘Los hongos alucinantes’. Estos hongos son llamados en lengua nahuatl Teonanácatl (carne de lo divino), como descubrió el micólogo norteamericano R. Gordon Wasson, gran estudioso de la micolatría mesoamericana profesada en las serranías de Puebla, Oaxaca y Veracruz, de cuya experiencia F. Benítez también se hace eco y describe fehacientemente. Pues fue Wasson el pionero divulgador del conocimiento de estos hongos psilocíbios, continuando sus investigaciones en diferentes lugares de México. A partir de 1956, Wasson contó con todo un equipo de especialistas en química, botánica, etnología y lingüística. El doctor R. Heim produjo hongos en el laboratorio a partir de esporas y cepas originales, para investigar sus propiedades fisiológicas y farmacológicas. Y el que fuera descubridor del LSD en 1943, el doctor A. Hofmann, sintetizó en los Laboratorios Sandoz la psilocibina, dando la humanidad, con todo ello, otro paso adelante en la aventura del saber, al comprender más y mejor el reino vegetal y su interacción con el ser humano.
Enlace de interés
Cien años con Fernando Benítez
Bibliografía
‘El Sendero del Chamán’
“El mundo es... también como tú lo imaginas, pero no es eso todo lo que hay en el mundo”. Don Juan Matus (C. Castaneda).
Esta insondable sima del pensamiento, con la que el indio yaqui Juan Matus instruía a Carlos Castaneda como aprendiz de brujo, se ve reafirmada en las palabras del escritor, filósofo e historiador alemán Ernst Jünger, quien fuera amigo personal del químico suizo Albert Hofmann, cuando declaraba con convencimiento que “lo real es tan mágico, como mágico es lo real”. Porque si bien es cierto que esta reflexión fue expresada fuera del contexto del nagual y el tonal de la filosofía tolteca, su significado profundo en-troncaría también con la inquietante afirmación que el antropólogo y escritor Castaneda pone en boca de su maestro de enseñanzas, el sabio brujo yaqui al que sus compadres llaman Don Juan y sus experiencias con el peyotl, al que éste llamaba “mescalito”, y que literariamente describe en profusos textos.
Y así como Castaneda hiciera en las ‘Las enseñanzas de Don Juan’, el gran viajero, etnólogo y ensayista Fernando Benítez nos documentó acerca del chamanismo de los indios huicholes, a los que acompañó en su peregrinación mística al desierto, y su singular cosmovisión en la que asimismo está presente ese poderoso cacto alucinógeno denominado peyote (Lophophora williamsii), realizando además un exhaustivo trabajo de estudio sobre la vida y costumbres de estos indígenas que refleja apasionadamente en la obra ‘Los indios de México’, como es el empleo ritual de los enteógenos en un contexto mágico-religioso. Una completa antología, si se quiere equivalente al trabajo de Edward S. Curtis sobre los indios de Norteamérica, que se compone de cuatro tomos fruto de una intensa e ingente investigación en la que Benítez refiere también el modus vivendi y la cosmología de los indígenas coras, tarahumaras, mazatecos, zapotecos y mixtecos, por la que fue apodado “el apóstol de los indios”, siendo un gran defensor de su cultura, y con la que obtuvo el Premio Mazatlán de Literatura en 1969.
De esa extensa compilación se extrajeron de forma in-dependiente dos magníficos relatos referentes al encuentro del autor con el esotérico mundo de los chamanes, en particular la de su peregrinaje con los huicholes para recolectar el cacto enteógeno, titulado ‘En la tierra mágica del peyote’; así como el de su descubrimiento de los hongos mágicos de la mano de la vidente curandera María Sabina en el pueblito mazateco de Huautla de Jiménez, al norte de Oaxaca, y que narra de manera trepidante en el libro ‘Los hongos alucinantes’. Estos hongos son llamados en lengua nahuatl Teonanácatl (carne de lo divino), como descubrió el micólogo norteamericano R. Gordon Wasson, gran estudioso de la micolatría mesoamericana profesada en las serranías de Puebla, Oaxaca y Veracruz, de cuya experiencia F. Benítez también se hace eco y describe fehacientemente. Pues fue Wasson el pionero divulgador del conocimiento de estos hongos psilocíbios, continuando sus investigaciones en diferentes lugares de México. A partir de 1956, Wasson contó con todo un equipo de especialistas en química, botánica, etnología y lingüística. El doctor R. Heim produjo hongos en el laboratorio a partir de esporas y cepas originales, para investigar sus propiedades fisiológicas y farmacológicas. Y el que fuera descubridor del LSD en 1943, el doctor A. Hofmann, sintetizó en los Laboratorios Sandoz la psilocibina, dando la humanidad, con todo ello, otro paso adelante en la aventura del saber, al comprender más y mejor el reino vegetal y su interacción con el ser humano.
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Cien años con Fernando Benítez
Bibliografía
‘El Sendero del Chamán’
Fotomontaje fuente fotográfica Vanguardia-Cuartoscuro