Les
Douches la Galerie retoma su actividad expositiva en París mostrando
una compilación de obras de artistas como Berenice Abbott, André Kertész o Dora
Maar.
Temida durante muchos siglos,
el agua se convirtió en el siglo XIX en símbolo de limpieza, luego de salud
(baños de mar) y finalmente, en el siglo XX, de placer y libertad. Les Douches la Galerie, que fue una
ducha pública que cerró en 1977, rinde homenaje al elemento que adornaba sus
paredes antes de la fotografía. Reunir a diferentes artistas y tendencias en la
fotografía del siglo XX parecía un regreso… a la fuente.
La exposición Les formes de l´eau (Las formas del agua) reúne a Berenice Abbott, Pierre Boucher, Roger Catherineau, Harold Edgerton, Emeric Feher, Jean-Claude Gautrand, Joseph Jachna, Pierre Jamet, Sid Kaplan, Peter Keetman, André Kertész, François Kollar, Bogdan Konopka, Rainer Leitzgen, Dora Maar, Daniel Masclet, Ray K. Metzker, Elfriede Stegemeyer, André Steiner, Claude Tolmer, Raoul Ubac, Willy Zielke y René Zuber.
Según Eric Rémy, Comisario de
la exposición, de esta selección destacan las fotografías de André Steiner
(1901-1978) y sus nadadores sumergidos, donde el cuerpo y el agua se fusionan
para convertirse en uno en una ósmosis formal no exenta de sensualidad. A
menudo equiparada con la juventud, fuente de juventud, el agua está asociada a
los juegos de los jóvenes a los que acompaña, exalta la vitalidad, como en las
travesuras de los niños que atestiguan las fotografías de François Kollar
(1904-1979), Pierre Jamet (1910-1920), Sid Kaplan (1938) y Jean-Claude Gautrand
(1932-2019).
Para Dora Maar (1907-1997),
Emeric Feher (1904-1966) o Ray Metzker (1931-2014), ella refleja el mundo. En
forma de charco, el agua juega con las apariencias del mundo donde las
fotografías captan una doble visión de una misma realidad para demostrarnos
mejor que se trata de perspectiva.
El ejercicio de la
representación del vaso de agua en la pintura, en particular la clásica naturaleza
muerta, es un reto. La transparencia del vidrio y el agua, es decir, el vacío
visual, moviliza toda la destreza del artista para mostrar lo que no se ve.
Todo es entonces disposición de reflejos, sombras, composición y luz controlada, un desafío para el talento de tres eminentes fotógrafos de los años treinta con una estética propia cada uno: El fin del pictorialismo para el
francés Daniel Masclet (1892-1969), la modernidad de la Bauhaus de la alemana
Elfriede Stegmeyer (1908-1988) y la nueva objetividad para el alemán Willy
Zielke (1902-1989).
Es a través de la mitología que Pierre Boucher (1908-2000) se apodera del tema, le da cuerpo con el genio femenino de las aguas, Ondine, en un enigmático fotomontaje surrealista que domina con arte. El surrealista Raoul Ubac (1910-1985), fotógrafo de minerales, producirá una rara imagen del universo acuoso que busca “desintegrar la forma latente debajo de la superficie tranquila de la imagen fotográfica”. Unos años más tarde, siguió buscando “la imagen inconsciente”, pero esta vez a fuego, calentando y deformando el negativo.
Para los autores de la
corriente artística Subjektive Fotografie
(Fotografía Subjetiva), la representación fiel importa menos que la opinión del
autor. El alemán Peter Keetman (1916-2005), uno de los fundadores del grupo
vanguardista de Fotoform, es uno de los fotógrafos eminentes de este
movimiento. Su icónica Spiegelnde Tropfen
(Gotas
de espejo) de 1958, es una imagen desmultiplicada de gotas de agua que son
tantos espejos del mundo como si fuera imposible dar una sola actuación.
Es en un enfoque científico
que, a partir de la década de 1930, el fotógrafo estadounidense Harold Edgerton
(1903-1990) científico del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), se
esfuerza por desentrañar los misterios del agua por medio de dispositivos que
desarrolla para capturar lo que el ojo no puede captar. Su compatriota Berenice
Abbott (1898-1991) también trabajará para el MIT, en la década de 1950, en la
comprensión de la propagación de ondas y producirá fotografías abstractas de
gran poesía. Ella nos muestra la calma y la dulzura, donde su antecesor expresa
energía y tumulto.
Los delicados agujeros de
Bogdan Konopka (1953-2019) alrededor de los arroyos de montaña transforman su
apariencia. Estas aguas límpidas, se tornan opalescentes al tiempo de pausa
impuesta por el proceso fotográfico, se transforman en rayos luminosos que parten
la oscuridad de la maleza y componen extraños paisajes de ensueño.
La obra contemporánea del
fotógrafo alemán Rainer Leitzgen (1963) también parece obvia. Hizo del agua no
un sujeto sino un filtro, una pantalla transparente, una superficie de representación
distorsionada del mundo real, dando a ver otra realidad donde rostros y cuerpos
parecen disueltos en el papel como tinta. Perdemos nociones de espacio y escala
en este otro mundo. Sus fotografías prueban que la belleza no está en la
representación clara de la realidad sino en una visión personal, extraña,
inquietante y fascinante.
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