En el centenario de su nacimiento, la Fundación Juan March expone en Madrid el trabajo de este pintor y artista estadounidense hasta el próximo 18 de enero.
Cuando se cumplen cuarenta años
de su primera exposición en la Fundación Juan March, las obras de Robert
Rauschenberg (Port Arthur, Texas, 1925 – Captiva Island, Florida, 2008) regresan
a la sede madrileña de la Fundación con una muestra que recoge las que el
artista dedicó a la fotografía. La exposición, realizada en colaboración con la
Robert Rauschenberg Foundation, plantea revisitar toda su trayectoria como una
práctica esencialmente fotográfica, situando la cámara en el centro mismo de su
proceso creativo.
Rauschenberg, que como pintor alcanzaría
popularidad en 1950 durante la transición del expresionismo abstracto al Pop–Art,
del cual fue uno de los principales representantes en su país junto con Jasper Johns, demuestra
que la fotografía no fue para él un medio auxiliar, sino una forma de
pensamiento visual que acompañó cada una de sus metamorfosis artísticas.
Rauschenberg
difuminó las fronteras entre pintura, escultura, collage y performance,
abriendo el camino hacia el arte conceptual y los actuales lenguajes híbridos. Detrás
de sus célebres Combines, esas piezas
que mezclaban imágenes, materiales y objetos cotidianos, había una sensibilidad
fotográfica que ordenaba su particular forma de ver el mundo.
En los años del Black Mountain
College, Rauschenberg aprendería los fundamentos de la fotografía con Hazel Larsen y Aaron Siskind, dos figuras clave de la vanguardia norteamericana. Esa
formación temprana definió su relación con la imagen no como un mero documento,
sino como un campo de experimentación técnica y conceptual. Para Rauschenberg la
cámara era un dispositivo para captar el azar y la textura de lo cotidiano, un
instrumento de observación que luego trasladaría a sus lienzos y objetos.
En los cincuenta, para Combines incorporó recortes de prensa,
imágenes publicadas y fragmentos del entorno urbano, integrando el lenguaje
mediático en el terreno de la pintura. Más tarde, en 1962, Rauschenberg daría
un giro técnico decisivo al comenzar a utilizar la serigrafía en sus Silkscreen paintings, un procedimiento
que le permitía transferir fotografías directamente al lienzo. De este modo, su pintura se volvió
literalmente fotográfica, convirtiendo el acto de ver y reproducir imágenes en
el núcleo de su trabajo.
En la serie Random order, Rauschenberg encontraba
una poética del caos donde todas las imágenes coexistían sin una clasificación
precisa: la cultura popular junto al arte clásico, la prensa junto al recuerdo
personal. Esa falta de organización visual se refleja también en la distribución
de la exposición, que propone un flujo continuo de imágenes y técnicas, como si
toda su producción formara parte de un mismo carrete infinito.
La muestra reúne un recorrido
que va desde sus primeras fotografías de los años cincuenta, realizadas durante
su estancia en el experimental Black Mountain College, hasta la serie Ruminations (1999), donde el artista
combina imágenes y recuerdos personales como si se tratara de un álbum
introspectivo. Con Ruminations, una
serie que denota cierta melancolía y en la que el artista retoma sus archivos fotográficos para confeccionar un autorretrato de la memoria, llega a
término este trayecto visual.
Con esta exposición, la
Fundación Juan March no solo celebra el legado de uno de los creadores más influyentes
del siglo XX, sino que ofrece una lectura lúcida de su obra: la de un artista
que, cámara en mano, reinventó el acto de mirar.
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