Haití, el país de los practicantes de la magia del vudú –cuyas verdaderas raíces están en la lejana África, fruto del sincretismo entre las creencias en los zombies provenientes de aquellos esclavos que fueron trasladados desde Guinea a las Antillas y otras tribus y ritos africanos, y las prédicas de los misioneros–, ha padecido los efectos, hasta hoy día impredecibles con exactitud, de un terremoto que ha provocado hasta ahora la muerte de más de 50.000 personas.
El Haití de la pobreza anterior a estos trágicos días, con un 70% de la población sumido en la miseria, no distaba mucho del que visitó en 1982 el explorador, antropólogo, etnobotánico y biólogo canadiense, Wade Davis, que en la crónica del viaje y en la elaboración de su informe científico narra como un hombre llamado Beauvoir le pone en contacto con el ‘bokó’ o hechicero del lugar, el maestro en el arte de utilizar venenos y sustancias tóxicas en sus prácticas rituales; o el brebaje que el brujo suministra a su víctima, el llamado “poudre” o polvo zombi, que contiene una sustancia denominada Tetradotoxina, capaz de provocar el estado cataléptico. Una sustancia extraída de un pez llamado “tetraodon”, Diodon hyxtrix.
El bokó Marcel le muestra toda una suerte de venenos provenientes de lagartos, gusanos anélidos de la familia de los Polychaeta, pez globo (Sphoeroides testudineus) e, incluso de un gran sapo, el Bufo marinus, el cual segrega, a través de unas glándulas que posee en la parte posterior de la cabeza, una sustancia química muy activa. Marcel, como ‘houngan’ a su vez, también le hace partícipe de la composición de un antídoto obtenido poniendo en un mortero áloe (Aloe vera), guayaca (Guaiacum oficinale), cedro (Cedrela odorata), bois ca-ca (Capparis cynophyllophora), bois chandelle (Amyris marítima) y cadavre gâté (Capparis sp.). Vegetales a los que se adicionaban huesos humanos pulverizados, virutas de una tibia de mulo y de un cráneo de perro mezclados con alcohol de caña y una solución comprada al farmacéutico local conocida como “magie noire” (magia negra). Todo esto daba como resultado un líquido verdoso con fuerte olor a amoniaco que debía usarse tópicamente.
Si el ‘bokó’ abraza el bien para corromperlo, la otra entidad en el vudú haitiano es la otra cara de la misma moneda, el ‘houngan’, quien debe de conocer el mal para combatirlo; éste último es a la vez psicólogo, médico, adivino, músico y un sanador espiritual. Como líder religioso y moral, debe equilibrar hábilmente las fuerzas del universo, aunque en la dicotomía de manifestar ser también, a la vez, ‘bokó’.
El Haití de la pobreza anterior a estos trágicos días, con un 70% de la población sumido en la miseria, no distaba mucho del que visitó en 1982 el explorador, antropólogo, etnobotánico y biólogo canadiense, Wade Davis, que en la crónica del viaje y en la elaboración de su informe científico narra como un hombre llamado Beauvoir le pone en contacto con el ‘bokó’ o hechicero del lugar, el maestro en el arte de utilizar venenos y sustancias tóxicas en sus prácticas rituales; o el brebaje que el brujo suministra a su víctima, el llamado “poudre” o polvo zombi, que contiene una sustancia denominada Tetradotoxina, capaz de provocar el estado cataléptico. Una sustancia extraída de un pez llamado “tetraodon”, Diodon hyxtrix.
El bokó Marcel le muestra toda una suerte de venenos provenientes de lagartos, gusanos anélidos de la familia de los Polychaeta, pez globo (Sphoeroides testudineus) e, incluso de un gran sapo, el Bufo marinus, el cual segrega, a través de unas glándulas que posee en la parte posterior de la cabeza, una sustancia química muy activa. Marcel, como ‘houngan’ a su vez, también le hace partícipe de la composición de un antídoto obtenido poniendo en un mortero áloe (Aloe vera), guayaca (Guaiacum oficinale), cedro (Cedrela odorata), bois ca-ca (Capparis cynophyllophora), bois chandelle (Amyris marítima) y cadavre gâté (Capparis sp.). Vegetales a los que se adicionaban huesos humanos pulverizados, virutas de una tibia de mulo y de un cráneo de perro mezclados con alcohol de caña y una solución comprada al farmacéutico local conocida como “magie noire” (magia negra). Todo esto daba como resultado un líquido verdoso con fuerte olor a amoniaco que debía usarse tópicamente.
Si el ‘bokó’ abraza el bien para corromperlo, la otra entidad en el vudú haitiano es la otra cara de la misma moneda, el ‘houngan’, quien debe de conocer el mal para combatirlo; éste último es a la vez psicólogo, médico, adivino, músico y un sanador espiritual. Como líder religioso y moral, debe equilibrar hábilmente las fuerzas del universo, aunque en la dicotomía de manifestar ser también, a la vez, ‘bokó’.
(Datos extraídos de ‘El Sendero del Chamán’).
Haití precisa salir de este estado de fatal catalepsia, muerte aparente y muerte cierta, y renacer de sus cenizas. El antídoto más eficaz ahora es la ayuda humanitaria internacional, un probable protectorado americano y la reconstrucción de Puerto Príncipe. El resto lo hará el tiempo y un pueblo de creencias muy arraigadas que abolió su propia condición de esclavos, sentando con ello el primer precedente en el Mundo del fin de la esclavitud.
Obras de Wade Davis sobre Haití:
'The Serpent and the Rainbow' (1985)
'Passage of Darkness: The Ethnobiology of the Haitian Zombie' (1988)
Fotografía Wade Davis fuente Flickr © M. Restrepo Uribe