El pasado 14 de diciembre, a la edad de 98 años, moría en París el legendario George Whitman a consecuencia de un derrame cerebral sufrido unos meses atrás. Sus restos descansan ahora en el cementerio parisino de Père Lachaise.
Por fin llegué al 37 de la Rue de la Bucherie y, tras echar un breve vistazo a la fachada de la casa, junto a una de las típicas y sugerentes fuentes de agua Wallace para asegurarme de que era la dirección correcta, sin dudarlo un minuto me dispuse a entrar en aquel establecimiento. Una vez dentro, pude reconocerle enseguida. Allí estaba su propietario, el recientemente fallecido George Whitman con un libro de Gombrovicz en sus manos. Al verme hizo un gesto vago que no sé si llegaría a poder considerarse un saludo, más bien me inclino a pensar que esa mueca indefinida significaba un “aquí estoy, te estaba esperando porque tengo lo que buscas”. ¿Lo que busco? No buscaba nada en particular, si bien es muy cierto que el azar es la búsqueda de lo que no se espera. Y en aquel momento lo que encontré –además de a mister Whitman, evidentemente– fue un viejo inmueble de tres plantas muy destartalado y poco acondicionado, si exceptuamos, claro está, unos rudimentarios e imprescindibles anaqueles para albergar libros no sé si tan viejos como aquel inmueble o todavía más. Veía libros por todas partes, ingentes cantidades en estantes e incluso apilados en el suelo; algunos en francés, pero la inmensa mayoría en la lengua de Shakespeare. No en vano la librería está especializada en literatura inglesa. En cualquier caso, el lugar no me decepcionó en absoluto puesto que no tenía una idea clara preestablecida de cómo sería la librería y, más bien al contrario, me sorprendió de manera grata.
En los tiempos en los que Hemingway vivió en París, la librería Shakespeare & Co no se encontraba en la dirección actual, sino que, por entonces, estaba en 12, Rue de l´Odeon, y era regentada por su gran amiga Sylvia Beach, quien víctima de las zalamerías de James Joyce, sufragaba a éste para que pudiera terminar su célebre ‘Ulysses’ –préstamo que el irlandés, siempre en la miseria, nunca devolvió–, y a la que a menudo Hemingway visitaba de paso que iba o venía del café des Amateurs del que era asiduo además de otros como La Closerie des Lilas o La Coupole, ambos en el Boulevard du Montparnasse, o el Bonaparte y los de Saint-Germain-des-Prés que, afortunadamente, todavía existen. Como subsiste, justo enfrente de La Coupole, el Select, un café que fascinaba a la bohemia parisina y en el que no sólo se podía encontrar a Hemingway, sino también a escritores como Henry Miller, Ezra Pound y Gertrude Stein o Scott Fitzgerald, así como a los habituales pintores de Montparnasse.
La librería de Whitman, que actualmente regentaba ya su hija Sylvia (el nombre se lo puso Whitman por Sylvia Beach), está situada en pleno centro de la ciudad, justo enfrente de la iglesia de Notre-Dame, con el Sena de por medio atravesado a esa altura por el Petit-Pont, y en el mismo viejo edificio en el que se encuentra, a la vuelta de la esquina, el modesto y para mí entrañable Hotel Esmeralda, que es donde está empleado mi buen amigo el poeta Alejandro Calderón, o donde asimismo era posible contactar con el escritor serbio Goran Tocilovac, al cual tuve la oportunidad de entrevistar con ocasión de la publicación de su novela ‘Trilogía parisina’.
En aquella ocasión en la que vi personalmente a Whitman en el interior de su mítica librería, hará de ello ya unos seis años o quizá algo más, aparentemente éste gozaba de una buena salud, si bien su aspecto era el de un hombre de edad bastante avanzada. Por aquellas mismas fechas más o menos fue la vez que vería también, en el escaparate de la tienda, un curioso ejemplar de Jack Keruoac, por entonces inédito en España, titulado ‘Satori en Paris’. Se trataba de una primera edición francesa de un libro que yo desconocía de este autor hasta ese momento “Satori” (al contrario de lo que pueda inducir a pensar, el vocablo no corresponde al nombre de ningún personaje, sino que es una palabra japonesa que significa “Iluminación” en el Budismo Zen). Como lo fue también para mí conocer allí al tristemente desaparecido George Whitman.
Más información
Página web de la librería Shakespeare & Co
Enlace de interés
Portrait of a Bookshop as an Old Man
Fotografía de Whitman fuente Shakespeare & Co
Por fin llegué al 37 de la Rue de la Bucherie y, tras echar un breve vistazo a la fachada de la casa, junto a una de las típicas y sugerentes fuentes de agua Wallace para asegurarme de que era la dirección correcta, sin dudarlo un minuto me dispuse a entrar en aquel establecimiento. Una vez dentro, pude reconocerle enseguida. Allí estaba su propietario, el recientemente fallecido George Whitman con un libro de Gombrovicz en sus manos. Al verme hizo un gesto vago que no sé si llegaría a poder considerarse un saludo, más bien me inclino a pensar que esa mueca indefinida significaba un “aquí estoy, te estaba esperando porque tengo lo que buscas”. ¿Lo que busco? No buscaba nada en particular, si bien es muy cierto que el azar es la búsqueda de lo que no se espera. Y en aquel momento lo que encontré –además de a mister Whitman, evidentemente– fue un viejo inmueble de tres plantas muy destartalado y poco acondicionado, si exceptuamos, claro está, unos rudimentarios e imprescindibles anaqueles para albergar libros no sé si tan viejos como aquel inmueble o todavía más. Veía libros por todas partes, ingentes cantidades en estantes e incluso apilados en el suelo; algunos en francés, pero la inmensa mayoría en la lengua de Shakespeare. No en vano la librería está especializada en literatura inglesa. En cualquier caso, el lugar no me decepcionó en absoluto puesto que no tenía una idea clara preestablecida de cómo sería la librería y, más bien al contrario, me sorprendió de manera grata.
En los tiempos en los que Hemingway vivió en París, la librería Shakespeare & Co no se encontraba en la dirección actual, sino que, por entonces, estaba en 12, Rue de l´Odeon, y era regentada por su gran amiga Sylvia Beach, quien víctima de las zalamerías de James Joyce, sufragaba a éste para que pudiera terminar su célebre ‘Ulysses’ –préstamo que el irlandés, siempre en la miseria, nunca devolvió–, y a la que a menudo Hemingway visitaba de paso que iba o venía del café des Amateurs del que era asiduo además de otros como La Closerie des Lilas o La Coupole, ambos en el Boulevard du Montparnasse, o el Bonaparte y los de Saint-Germain-des-Prés que, afortunadamente, todavía existen. Como subsiste, justo enfrente de La Coupole, el Select, un café que fascinaba a la bohemia parisina y en el que no sólo se podía encontrar a Hemingway, sino también a escritores como Henry Miller, Ezra Pound y Gertrude Stein o Scott Fitzgerald, así como a los habituales pintores de Montparnasse.
La librería de Whitman, que actualmente regentaba ya su hija Sylvia (el nombre se lo puso Whitman por Sylvia Beach), está situada en pleno centro de la ciudad, justo enfrente de la iglesia de Notre-Dame, con el Sena de por medio atravesado a esa altura por el Petit-Pont, y en el mismo viejo edificio en el que se encuentra, a la vuelta de la esquina, el modesto y para mí entrañable Hotel Esmeralda, que es donde está empleado mi buen amigo el poeta Alejandro Calderón, o donde asimismo era posible contactar con el escritor serbio Goran Tocilovac, al cual tuve la oportunidad de entrevistar con ocasión de la publicación de su novela ‘Trilogía parisina’.
En aquella ocasión en la que vi personalmente a Whitman en el interior de su mítica librería, hará de ello ya unos seis años o quizá algo más, aparentemente éste gozaba de una buena salud, si bien su aspecto era el de un hombre de edad bastante avanzada. Por aquellas mismas fechas más o menos fue la vez que vería también, en el escaparate de la tienda, un curioso ejemplar de Jack Keruoac, por entonces inédito en España, titulado ‘Satori en Paris’. Se trataba de una primera edición francesa de un libro que yo desconocía de este autor hasta ese momento “Satori” (al contrario de lo que pueda inducir a pensar, el vocablo no corresponde al nombre de ningún personaje, sino que es una palabra japonesa que significa “Iluminación” en el Budismo Zen). Como lo fue también para mí conocer allí al tristemente desaparecido George Whitman.
Más información
Página web de la librería Shakespeare & Co
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Portrait of a Bookshop as an Old Man
Fotografía de Whitman fuente Shakespeare & Co