lunes, 14 de mayo de 2012

Alejandro Calderón, poeta en París


Era ya noche cerrada y fresca en París. Una de esas noches en las que se diría que el invierno, por la destemplanza, quería dar un último coletazo entre tormentas y chaparrones primaverales. Fue la noche previa a la jornada de reflexión ante las elecciones francesas que se celebraron el pasado domingo día 6 de mayo, y que finalmente contaran con el triunfo de monsieur Hollande. Mi amigo, el poeta Alejandro Calderón, me acompañaba en esta ocasión en una pequeña plaza con parque junto a la Sorbonne, París III. Allí degustamos un afrutado merlot mientras charlábamos de todo un poco, de lo humano y de lo divino, pero sobre todo de la desgraciada muerte acaecida a Greg, un joven amigo californiano al que yo también conocía de un corto viaje anterior; pintor bohemio, que hacía algunos recados aquí y allá, vecino del barrio, del Hotel Esmeralda y la Shakespeare & Co, que encontraron muerto en su casa, tendido en el frío suelo a causa de una cirrosis fulminante. Los tratos desmedidos con el alcohol traen a veces estos fatales desenlaces. Poco tiempo después, según me dijo Alejandro, sin grandes ceremonias él y algunas pocas personas más esparcieron sus cenizas mortales en Père Lachaise. En París continuaba la vida.

Sin embargo, esa misma noche, llegado el momento y dejando a un lado las malas noticias, Alejandro me sorprendía gratamente sacando del bolsillo de su chaqueta –como el mago de su chistera– unos papeles que resultaron ser unos magníficos poemas suyos inspirados en sus últimos viajes a Roma y Florencia. Pertenecientes a una nueva compilación presentada tiempo atrás en París con la asistencia del también poeta peruano Américo Ferrari, y que seguidamente me recitó enfatizando cada palabra, cada verso. El poema comenzaba diciendo así:

Expansión diáfana de la penumbra / polarizando tenue luz de cuarzo blanco / escalonada por alcantarillas de meteoros / foro de poliedros, orquídeas, rombos, cilindros / abnegación pendiente de la cascada / lamparario de sauce (…) (Ver vídeo de la presentación).

Enlace de interés

El poeta del Hotel Esmeralda

CENTELLA

Acelero la extinción. Consigo

fijar velas en tus quejidos;

algunos se suceden como ecos,

otros son balsas que transbordan

escamas de las estrellas. Hago

que sin fintas veas los procesos,

y si las uvas urden aliviarte,

ágil multiplico las pepas y

tiño el orin. Así logro reducirte

al tic que, si no estalla,

fusiono a mi velo vil.

Aceleras la fantasía. Evasivo

abres mis cortinas de humo

y te alejas por la escalera azul.

Sencillamente careces de fin,

y el otoño te erige como hoja

o te recuerda como centella.

Alejandro Calderón

martes, 1 de mayo de 2012

30 de abril, Día Internacional del Jazz


La Directora General de la UNESCO, Irina Bokova, junto al Embajador de Buena Voluntad, el pianista y compositor Herbie Hancock, inauguraron el pasado viernes en París los actos del primer Día Internacional del Jazz, que se festeja en todo el mundo el día 30 de abril. La celebración reúne una gran variedad de eventos entre los cuales se incluyen las actuaciones en vivo, pero también clases magistrales y debates. Contando con la participación de Marculs Miller, Dee Dee Bridgewater, Wynton Marsalis, Barbara Hendricks o Hugh Masekela, entre otros muchos músicos más. Asimismo las actuaciones comenzaron el domingo con un concierto en la cuna del jazz, la ciudad estadounidense de Nueva Orleáns, y se clausuran esta noche con una actuación musical en la Asamblea General de la ONU, en Nueva York.

El Día Internacional del Jazz quiere resaltar el diálogo intercultural y el entendimiento de los pueblos a través de este ampliamente apreciado género musical, una de las más importantes contribuciones de los Estados Unidos a la música en el mundo.

Los conciertos son transmitidos en directo a través de la página web de las Naciones Unidas y de la UNESCO. Por tanto, en la ciudad de París, sede de la organización, tampoco podían faltar las actuaciones, que dieron comienzo, como ya se ha dicho, el pasado viernes.

Pero mirando hacia atrás en el tiempo, en la ciudad del Sena fue en el periodo entreguerras, con la llegada de un gran número de afroamericanos a la capital –en concreto al sórdido distrito de Montmartre– cuando comenzó a tocarse jazz en los locales o clubes. Louis Mitchell actuó allí acompañado de su grupo, The Seven Spades, en noviembre de 1917, y el mismo año, The Jazz Kings, una orquesta de color, tocó en el casino que había en el 16 de la Rue de Clichy. En 1924, Eugene Bullard dirigía un club llamado ‘Le Grand Duc’, uno de los muchos que habían proliferado en Montmartre a mediados de los años veinte, y al que solía acudir Scott Fitzgerald, si bien éste, según el momento, prefería ir a emborracharse al bar del Hotel Ritz. Posteriormente, en clubes como ‘La Rose Rouge’ y el emblemático ‘Le Tabou’, en la esquina de las calles Dauphine y Christine, del que fuera asidua más tarde Juliette Gréco, comenzaba a oírse tocar un nuevo estilo de jazz, el vertiginoso be-bop.

“En noviembre de 2011, durante la Conferencia General de la UNESCO, la comunidad internacional proclamó el 30 de abril como el Día Internacional del Jazz. Esta jornada tiene como objetivo sensibilizar al público general sobre las virtudes de la música jazz como herramienta educativa y como motor para la paz, la unidad, el diálogo y el refuerzo de la cooperación entre pueblos. Gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, instituciones educativas y ciudadanos parti-culares ya implicados en la promoción de la música jazz aprovecharán esta oportunidad para fomentar la idea de que no se trata tan sólo de un estilo de música, sino de que el jazz contribuye también a la construcción de sociedades más inclusivas.”  Fuente: UNESCO


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Día Internacional del Jazz