Postrado en la cama, pues este
mismo mes Gabriel José de la Concordia García Márquez ingresó en el Instituto
Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición de México, D. F., debido a una recaída
producida por el cáncer linfático que le fue diagnosticado en 1999, no como lo
retrató en esta instantánea el fotógrafo argentino Daniel Mordzinski, Gabo fallecía
el pasado jueves 17 de abril a la edad de 87 años a causa de su temida
enfermedad, la cual había afectado ya un pulmón, ganglios e hígado.
El apodo de Gabo, por el que era
conocido siendo apócope de su nombre de pila, siempre fue empleado para
referirse a él por todos los que lo apreciaban desde que Eduardo Zalamea Borda,
subdirector del diario El Espectador, comenzara así a llamarlo cariñosamente. “Aunque se sufra como un perro, no hay mejor
oficio que el periodismo”, afirmaría el escritor, novelista, cuentista,
guionista, editor y periodista colombiano, agasajado con el Premio Nobel de Literatura en 1982, en la
entrega de los premios de su Fundación en Monterrey (México) en septiembre de
2008.
Pero mucho antes de su ejercicio
como periodista, además de su clara vocación como escritor pues como estudiante
de Derecho en la Universidad Nacional de Colombia eran habituales sus malas
calificaciones, y donde tuvo especial dedicación a la lectura, su abuela
Tranquilina, a quien Gabo llamaba la abuela Mina y a la cual describía como
“una mujer imaginativa y supersticiosa”, sería quien le llenaría la cabeza con
historias de fantasmas, augurios o premoniciones y signos. Tanto fue así que el
escritor la señaló como su primera y crucial influencia literaria, pues la
abuela le inspiró la original forma en que ella trataba lo extraordinario como
algo verosímil y natural cuando le contaba fábulas sin importar cuán
fantásticas o poco probables fueran sus relatos. Siempre los refería como si de
una verdad irrefutable se tratara. Además del estilo literario de Gabo, su
abuela Mina le inspiraría también el personaje de Ursula Iguarán que, unos treinta
años más tarde, el nieto incluiría en su obra ‘Cien años de soledad’, la más
popular de sus novelas.
Por otro lado, su abuelo moriría
en 1936, cuando el niño Gabriel contaba ocho años de edad. Debido a la ceguera
de su abuela, García Márquez se va a vivir con sus padres en la población de
Sucre (Colombia), donde su padre trabajaba como farmacéutico. Su niñez está
descrita con detalle en sus memorias ‘Vivir para contarla’. Tras 24 años de
ausencia, en 2007 el escritor regresa a Aracataca, su ciudad natal, para recibir
un merecido homenaje que le rinde el gobierno colombiano al cumplir sus 80 años
de vida y los 40 desde la primera edición de ‘Cien años de soledad’.
Después de su graduación en 1947,
García Márquez permanece en Bogotá, donde
leería ‘La metamorfosis’ de Franz Kafka, en la singular traducción que
hizo de ella Jorge Luis Borges. La de Kafka fue una obra que le inspiró
especialmente. Se sentía decidido a escribir, no como literatura tradicional
sino narraciones en un estilo similar a las historias de su abuela Tranquilina,
en las que aparecen sucesos extraordinarios o inconcebibles como si simplemente
formaran parte de lo cotidiano de la vida. Poco después publicó su primer
cuento, ‘La tercera resignación’, que apareció el 13 de septiembre de 1947 en
el periódico El Espectador. Su deseo de ser escritor iba en aumento. Con el
tiempo García Márquez fue considerado, junto al guatemalteco Miguel Ángel
Asturias, un gran exponente del género literario denominado realismo mágico, donde
en sus relatos se yuxtaponen la fantasía y el mito con los acontecimientos más
cotidianos u ordinarios.
Fotografía de García Márquez ©
Daniel Mordzinski