'El misterio de lo cotidiano', la
exposición más amplia dedicada a la obra de William Eggleston se exhibe en el Centro Fotográfico KBr de
Barcelona.
Zapatos viejos, congeladores
con comida, el interior de un baño, un cartel de carretera, las piernas de una
mujer o un dependiente de supermercado son algunos de los motivos captados por
su cámara.
“No imaginaba ser capaz de
hacer algo mejor que una copia perfecta de Cartier-Bresson. Y finalmente lo
conseguí. Pero llegó un punto –entiendo que tuvo que ver con el hecho de buscar
mis raíces y volver a Memphis–, donde tuve que enfrentarme al hecho de que lo
que tenía que hacer era salir a perseguir paisajes desconocidos. Lo que era
nuevo en aquella época eran los centros comerciales, así que los fotografié”. W.
Eggleston.
En sus inicios, William
Eggleston estuvo influido por la obra de Walker Evans y Henri Cartier Bresson
hasta que consideró que la fotografía en blanco y negro no reflejaba la vida
tal y como él la veía. Decidió entonces probar con el color, un recurso
excluido hasta entonces de la fotografía artística y cuyo uso se limitaba
principalmente a la publicidad y la ilustración de revistas.
Así, a partir de 1965 Eggleston
se sumerge en un universo, extraño y familiar al mismo tiempo, desde el que
explora la cotidianeidad de las pequeñas ciudades del sur de Estados Unidos,
donde había nacido y se había criado. Fotografía entonces todo lo que se ofrece
a su mirada: tiendas de comestibles y bares, escritorios de oficinas, los
objetos cotidianos, supermercados, estaciones de servicio, carteles de
carretera, familia, amigos, etc., imágenes que parecen buscar el potencial
estético de lo cotidiano y cuyo verdadero motivo parece no ser otro que la vida
misma, pero que al mismo tiempo nos ofrecen un testimonio único y absorbente de
las profundas transformaciones sociales (la multiplicación del automóvil, la
función social de los centros comerciales, etc.) derivadas de la aceleración de
la sociedad de consumo.
Los protagonistas de las
fotografías de Eggleston suelen ser motivos cotidianos sin ningún atractivo
aparente: unos zapatos viejos, el congelador repleto de comida, una chaqueta
colgada, el interior de un baño, un camión parado en una vía de servicio, etc.,
y a pesar de ello sus fotografías no tienen nada de ordinario. El artista
pronto mostró que era capaz de convertir lo más sencillo en algo interesante y
enigmático y que, aunque lo banal siguiera siéndolo, también podía ser
apasionante, como la vida misma.
En 1935 la marca Agfa
desarrolló su película Agfacolor en Alemania y Kodak presentó su Kodachrome en
Estados Unidos, pero ninguna era económica, por lo que no estaban al alcance de
todos. La película Kodachrome alcanzó su auge a finales de la década de 1960,
pero se utilizaba, al menos en un principio, para fotografías familiares o de
viajes, lo que se considera fotografía vernácula. A partir de 1965, Eggleston
comenzó a fotografiar solo en color con fines artísticos, y no fue el único:
Stephen Shore, Joel Meyerowitz o Carlos Pérez Siquier fueron algunos de los
pioneros del uso del color en el medio.
Organizada cronológicamente,
esta amplia antología abarca sus iniciales trabajos en blanco y negro y toda su
posterior trayectoria en color.
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Centro de Fotografía KBr MAPFRE.