sábado, 22 de junio de 2013

Diez años de ‘París no se acaba nunca’


El pasado jueves día 20 en Madrid, en un importante centro comercial, el escritor catalán Enrique Vila-Matas celebró el 10º aniversario de su célebre novela ‘París no se acaba nunca’, a cuyo evento asistieron un gran número de sus incondicionales lectores.

En dicho acto el autor estuvo acompañado por su colega de letras Marcos Giralt Torrente, con quien mantuvo una amena charla con motivo de la reciente reedición conmemorativa. Para este nuevo lanzamiento de una de sus novelas más divertidas, editada ahora por Seix Barral, Vila-Matas ha incorporado al texto un bonito prefacio con el que nos abre las puertas e invita a leer el relato de sus primeros pasos en la literatura como escritor, y que nos adentra en los vericuetos y vicisitudes parisinas como quien entra, con ese elegante savoir-faire y la naturalidad de su irónica escritura, en la vida de un escritor que tampoco parece acabarse nunca.

Se trata del autoretrato de un aprendiz de escritor en un estado permanente de impostada desesperación por imitar a sus mitos literarios en los cafés de París, lo que convierte a esta novela iniciática en un homenaje al desencanto y la esperanza de los años de juventud. El Vila-Matas de entonces pasea por lo que él llama el barrio, Saint-Germain-des-Prés, aparentando ser un escritor maldito, espiando la vida bohemia de sus amigos artistas y sus más sorprendentes anécdotas, mientras se despide de la poesía y de la felicidad de la escritura imaginaria.

El libro se inicia cuando el autor decide viajar a Key West (Florida) a inscribirse en la edición anual del tradicional concurso de dobles del escritor Ernest Hemingway. El singular encuentro tiene lugar en el Sloppy Joe's, el bar favorito del escritor cuando vivía en Cayo Hueso, en el extremo sur de Florida. Una competición que, según Vila-Matas, supone enfrentarse a un gran grupo de individuos robustos, de mediana edad y una poblada barba cana; todos ellos idénticos a Hemingway, iguales incluso en su faceta más majadera, una impar experiencia sin parangón.

Como lleva años bebiendo y engordando, Vila-Matas piensa en no desaprovechar la oportunidad, pues cree que cada vez más se parece físicamente a su ídolo de juventud, al contrario de lo que opinan su mujer y sus amigos. Y para darles una lección a todos, provisto de una barba postiza, se presenta ese mismo verano al referido concurso.

Divertido, el escritor relata que hace el ridículo más espantoso, pues no es que quede el último, ya que el jurado no descubre que la barba es falsa, sino que es descalificado por su absoluta falta de semejanza física con Hemingway.

Con esa ironía tan vilamatiana a la que ya nos tiene felizmente acostumbrados el autor catalán, en esta obra quiso hacer una revisión de los dos años de juventud que pasó en París tratando de emular la experiencia vital, bohemia y literaria, del Hemingway de ‘París era una fiesta’, que allí fue “muy pobre y muy feliz”, al contrario que Vila-Matas, que fue muy pobre y muy infeliz. Además, descubrió que, como decía John Ashbery, después de vivir en París, uno queda incapacitado para vivir en cualquier sitio, incluido París. En realidad pretende narrar, en un intento de ofrecer a sus lectores datos realmente biográficos, una novela disfrazada en una suerte de malabarismo literario con el cual de lo escrito todo es verdad porque todo está inventado. Pues a fin de cuentas un relato autobiográfico es una invención entre otras muchas. Un experimento intelectual que vino a llamarse “autoficción”, y que Vila-Matas desarrolla siempre con una original técnica muy personal y culta.

Como trata de explicarnos en el prólogo escrito para esta nueva edición de la novela que presenta la editorial Seix Barral, Vila-Matas recuerda bien que, mientras escribía el libro, pasaba de lo real a lo ficticio sin sentir que cruzaba ese límite, así como su bilingüismo le llevaba, en su vida cotidiana en Barcelona, a trasponer catalán y castellano sin pausa y con naturalidad; a traspasar esa frontera de una manera tan feliz que no se apercibía de qué lengua usaba en tal momento u otro, como si realmente utilizara siempre un solo idioma.

Además de lo que en ella se cuenta de lo sucedido o no en París durante ese periodo de tiempo de los años setenta en el que el escritor vivió en una pequeña buhardilla del número cinco de la Rue Saint-Benoît, alquilada a Marguerite Duras, en aquellos días Vila-Matas redactaría una novela breve titulada ‘La asesina ilustrada’. Un librito que pretendía asesinar a todo aquel que lo leyera, si bien los consejos de Marguerite Duras, que le hablaba en un francés superior, son para calificar la idea de disparate. Y el desconcertado Enrique se ve obligado a mantener el asesinato dentro de los estrictos márgenes del libro. Cómo la desarrolló la novela viene explicado también en ‘París no se acaba nunca’. En ese pequeño texto de principiante ya se podía vislumbrar lo que después serían las constantes de su obra, es decir, los juegos intertextuales, la urdimbre de la ficción… En ‘París no se acaba nunca’ Vila-Matas fusiona de manera magistral lo autobiográfico con la ficción y el ensayo. Después del éxito conseguido con ‘El mal de Montano’, el autor demostró con esta obra una lograda y armoniosa síntesis de las variadas facetas de su singular narrativa, que han hecho de él un autor de éxito a nivel internacional, traducido a varios idiomas, y que ha sido elogiado y premiado numerosas veces.


Fotografía de E. Vila-Matas © Fernando Torres