En estas fechas son muchos los
montañeros, senderistas o excursionistas que esta primavera, que comenzó un
tanto atípica y destemplada, con la mejoría del tiempo y la proximidad del
verano se han lanzado a recorrer los senderos, escalar las desafiantes paredes
graníticas o a realizar ascensiones por nuestro ya flamante Parque Nacional de
la Sierra de Guadarrama, 34.000 hectáreas repartidas entre la Comunidad de
Madrid y Castilla y León (Sistema Central), recientemente aprobado por el
Senado.
Los intentos de reivindicar ideales
tan evidentes como el valor paisajístico y ambiental de la Sierra de Guadarrama
se remontan más de un siglo. Ya en 1920, la Sociedad de Alpinismo Peñalara
propondría que la sierra de Guadarrama fuera declarada Parque Nacional por el valioso
interés de su ecosistema de abedules, robles, avellanos, acebos, sauces, enebros,
jara, narcisos, rosales silvestres e importantes pinares; así como por su
fauna, entre la que cuenta con la presencia de emblemáticas especies como el
águila imperial ibérica, el águila real, el buitre negro y el leonado, la
cigüeña, el halcón, el milano, la cabra hispánica, el corzo, el jabalí, la liebre
y el conejo, la ardilla, la nutria, la gineta, el tejón, el gato montés o el zorro,
por citar solo algunas de las más representativas. Sin olvidarnos de nuestros
ríos, cuyas aguas cristalinas, fruto del deshielo y las abundantes
precipitaciones que se han dado este año, brincan con brío entre las rocas de
sus cabeceras, y en los que se desarrolla la vida de especies ictícolas como la
trucha arco iris, la trucha común, la boga, o la carpa, entre otras.
De entre las montañas englobadas
en el nuevo Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, muchas de ellas de
suaves relieves, destacan cumbres sobresalientes como son Peñalara (2.428 m),
el pico más alto de todo el Parque Nacional; Risco de los Claveles (2.387 m),
Cabezas de Hierro (2.383 m), el más alto de la Cuerda Larga; Risco de los
Pájaros (2.334 m), Dos Hermanas (2.285 m), Cerro de Valdemartín (2.280 m), Bola
del Mundo o Alto de las Guarramillas (2.265 m), La Maliciosa (2.227 m), El
Nevero (2.209 m), el más septentrional del Parque Nacional; Siete Picos (2.138
m), La Najarra (2.108 m), La Peñota (1.945 m), Perdiguera (1.862 m), perteneciente
a la Sierra de la Morcuera; el Monte Abantos (1.753 m), el más meridional del
Parque regional periférico; El Yelmo (1.717 m), el más importante de la Pedriza,
y Cabeza Reina (1.470 m). Montañas que siempre tuvo muy presentes José
Fernández Zabala, uno de los primeros montañeros españoles, pionero en la
pasión por descubrir la belleza de nuestras cimas y la naturaleza que las
rodea. Escaladas que realizaba con alpargatas y cuerdas de cáñamo, pero también
con una gran intuición, habilidad y valor allá en los albores del siglo XX.
Entre ellas, destacó como aperturista de la vía al Pájaro, en la Pedriza, por
lo que se fue convirtiendo en una figura legendaria del montañismo castellano
y, por ende, del español.
Este madrileño, tipógrafo de
profesión pero también escritor, poeta, editor, periodista autodidacta y
conferenciante, sería el fundador de la Real Sociedad Española de Alpinismo
Peñalara y activo socio del Club Alpino Español. Sus facetas culturales y
trayectoria deportiva hicieron de él una persona querida y admirada por todos
los que le conocieron. Tras su fallecimiento en 1923 se creó la ‘Peña Zabala’,
que a través de diversas donaciones consiguió la construcción del refugio que
en su honor lleva su apellido, elevado en un promontorio junto a la Laguna
Grande de Peñalara, encargado al arquitecto Delgado Úbeda, el mismo arquitecto
que construiría sobre el Balneario de Panticosa, en el Ibón de Respomuso, otro
refugio igual al Zabala. En la actualidad, el modesto refugio conserva su
función de resguardo y pernocta de montañeros; no para más de cuatro personas,
pues la otra mitad del habitáculo está destinada a una pequeña estación
meteorológica.
Zabala estudiaría el bachillerato
en Madrid, para seguidamente matricularse en la Facultad de Ciencias Naturales
(1910). Posteriormente aprendería el oficio de impresor en la imprenta de la que
era gerente su padre. Casado con Clotilde Maurín, licenciada por la Universidad
de París y profesora de Literatura Francesa en Madrid, se trasladan a París
donde permanecerían dos años pensionados por el Patronato de Ingenieros y
Obreros. Zabala se gradúa en la Escuela de las Artes del Libro. Como escritor,
su ‘Manual de alpinismo’ (1910) sería el primero escrito en español para
iniciarse en los deportes de montaña con consejos útiles como la técnica
alpina, alimentación, indumentaria, accesorios, manejo de la cuerda y el
piolet, así como itinerarios para excursiones. Le siguieron otras obras sobre
la sierra de Guadarrama haciendo referencia a sus montañas más importantes. Asimismo,
escribiría decenas de artículos periodísticos como colaborador en revistas
especializadas.
En agosto de 1919, Zabala llega a
Nueva York con la intención de dar a conocer en los Estados Unidos el libro
escrito en castellano. Para ello abre una librería entre la Sexta y la Séptima
avenida donde venden libros en español y en francés. Edita su primer catálogo
de libros en español ‘Letras de España y de América’ en 1921, que tuvo bastante
éxito entre la población hispanohablante. Sin embargo, Zabala fallece en Nueva York
a la edad de 39 años, debido a un fallo del corazón en agosto de 1923. Sus
restos reposan en el madrileño cementerio de la Almudena.
“En rededor de la chasca crujiente de retamas, / las manos ateridas
hundidas en las llamas, / escuchando la parla humilde y sentenciosa / del guía,
que nos cuenta una historia medrosa / de bandidos, recuerdo de los tiempos de
mozo, / cuando, pastor entonces, levantaba su chozo / junto a una corraliza /
al cobijo del cancho Centeno, en la Pedriza”. J. F. Zabala.
Fotografía del refugio Zabala
(1992) © Fernando Torres