PARÍS (Francia)/
Actualmente, y hasta el 28 de
junio, el Petit Palais de París expone una compilación de obras del poeta,
grabador, pintor e iluminador de libros inglés William Blake
“Quien no ve a una luz más clara
y mejor que la
de nuestros ojos corruptibles,
ése no ve nada”.
William Blake
El recientemente reformado y
ampliado Petit Palais de París –construcción realizada por el arquitecto
Charles Girault para la Exposición Universal de 1900–, como museo municipal de
Bellas Artes integra, principalmente, dos fondos de arte. El arte antiguo hasta
1925 y posterior y el arte francés del siglo XIX, contando en esta última
colección con algunas de las obras de artistas como Delacroix, Monet, Pissarro,
Sisley, Renoir y Toulouse-Lautrec, entre otros. Además de piezas de pintura,
escultura, grabados, mobiliario e incluso libros vetustos.
Tras cuatro años de renovación a
cargo del Estudio francés Chaix et Morel, abrió de nuevo sus puertas en el año
2005, una vez subsanadas algunas deficiencias eléctricas y de seguridad que
presentaba desde tiempo atrás.
El poeta y artista romántico
William Blake (Londres, 1757-1827), más célebre por sus manuscritos iluminados
como por ejemplo ‘El matrimonio del cielo y el infierno’, de 1793, rompió
moldes en su tiempo con su ojo de visionario, pero también con sus textos.
Blake tuvo una gran influencia en
los prerrafaelistas del siglo XIX y después de la modernidad representada por
André Gide y André Breton y los surrealistas del siglo XX.
Otros quizá lo recuerden o lo
ubiquen más por ser el autor de la reproducción, en forma de tatuaje, de uno de
sus fabulosos y enigmáticos dibujos: ‘El gran dragón rojo y la mujer vestida de
sol’, que muestra en su espalda el atormentado protagonista de la película ‘El
Dragón Rojo’, papel interpretado por el actor Ralph Fiennes.
El Petit Palais muestra ahora 150
dibujos, grabados, acuarelas, iluminaciones y libros del a todas luces místico
William Blake cedidos excepcionalmente por los principales museos británicos
para esta singular exposición que, según el propio Blake, revela un proceso
pictórico de “proporciones de eternidad demasiado grandes para el ojo del
hombre”.