Un terremoto de 8,8 grados Richter ha sacudido Chile y desplazado el eje de la Tierra ocho centímetros.
La naturaleza o Gea, o quizá la Gaia de J. Lovelock; la Pachamama de quechuas y aymaras, o la Madre Tierra –donde las gentes que habitan estos enclaves andinos viven con una gran espiritualidad–, ha mostrado aquí su colosal poder interior. Unas veces exhalando, a través de sus volcanes, gases, vapores, lava y materias ígneas, según sea su estado; pero otras, como ha sido en esta ocasión, de nuevo se convulsiona en forma de terremoto. En el perímetro geológico de la cordillera chilena, y a escasos días del gran cataclismo de Haití.
El llamado ‘Cinturón de Fuego’, situado en el Océano Pacífico, abarca las costas de Chile, Perú, Ecuador, Colombia, todos los países centroamericanos (Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala) México, los Estados Unidos, Canadá, luego dobla a la altura de las Islas Aleutianas y baja por las costas e islas de Rusia, China, Japón, Taiwán, Filipinas, Indonesia, Australia y Nueva Zelanda.
En el Cinturón de Fuego del Pacífico convergen algunas de las zonas de subducción más importantes del mundo. Las placas de la corteza terrestre se van hundiendo irre-misiblemente en otras placas, y este fenómeno va acumulando grandes tensiones que deben liberarse en forma de sismos. Según los geólogos, el 90% de la energía sísmica mundial se libera en esta parte del planeta.
Pero por muchas descripciones científicas que los expertos nos aporten, sólo quienes han vivido en sus carnes un terremoto, saben a ciencia cierta lo que es y lo que sus efectos suponen. La escritora chilena de poesía, Freya Hödar, ha padecido éste último sismo cuando se encontraba en Santiago, la capital de Chile, y así me lo relató de primera mano.
“La verdad, Fernando, las cosas que veo por mi región, mi ciudad, no son ni la mitad de lo que pudiera ser un impacto fotográfico, en el lugar geográfico donde hubo terremoto y maremoto, allí no quedó nada, ni puertos, ni playas, ni calles, ni casas, y el ambiente es de asco. Los peces que dejó el maremoto se pudren junto con los muertos a los que no se sabe donde darles entierro, pues hasta los cementerios han sido destrozados, los huesos de los muertos repartidos por todos sitios. Luego la pérdida de seres queridos que tienes a ojos vista, pero el dolor de los familiares de los desaparecidos es brutal, porque no tienes evidencia sino sospecha llena de ilusiones... Es brutal. Reos de las cárceles se escapan, viene luego la parte animal descerebrada del ser humano, el saqueo a mano armada, no sólo a supermercados, tiendas, etc, sino a los pobladores que cuidan las pocas pertenencias que rescataron y que duermen al lado de estas para no tener la sensación de haberte quedado sin nada de nada y luego se van a los barrios para asaltar las casas, es ahí donde entro a veces en pánico. A veces en las noches cuando siento ruidos me da miedo, aunque no soy miedosa. Y el corte de la energía eléctrica es constante, eso me pone nerviosa, pero en fin...
Vienen las enfermedades, pues no hay abastecimiento y el hambre te deja comer todo, lo podrido, lo que encuentras de la tierra, en fin, hasta los ratones hacen fiesta de miedo. Eso es en los lugares geográficos donde hubo terremoto y maremoto. Viña del Mar sólo sufrió terremoto, los edificios se “sentaron” vergonzosamente, se inclinaron hacia delante. Y ver las caras de la gente cuando los hacen desalojar sus departamentos, sin tener idea de adónde se van, dónde dejarán sus cosas, y quién les responderá algún día por sus propiedades…
Desde mi balcón veo todos los barcos cargueros a la deriva en medio del mar, el puerto está cerrado, una ola arrasó con maquinaria, es bonito el espectáculo, pero cuando sabes el porqué estremece. Es hermoso también ver cómo la juventud de las universidades coopera, se organizan para la ayuda voluntaria. Me he ido a inscribir a la Cruz Roja, pero es tanta la gente que desea cooperar que creo ha sido más bien un saludo a la bandera, pero al menos algo es algo.
Fallecidos hay 796 personas, es la cifra hasta el momento, pero falta mucho por encontrar y muchísimos desaparecidos.
El coletazo del maremoto en Viña del Mar produjo grandes marejadas, nada más, además en Viña del Mar fue grado 7.5°, en Santiago, que fue donde me pilló, fue 8.5°, ondulante y con un estremecedor ruido subterráneo
No hay abastecimiento aún, y se aprovechan, no aceptan cheques sino cash, suben los precios de todo, es decir da una ira que ni te digo, una impotencia bárbara y yo que soy mula doy la media vuelta y no compro nada, será hasta que me queden salchichas y huevos... Total me siento privilegiada después de ver tanto horror, horror que da miedo.
Un abrazo amigo, gracias por acompañarme”.
Un abrazo, Freya.
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Poemas de Freya Hödar Nistal