viernes, 18 de marzo de 2011

‘Fukushima mon amour’


A poco más de un año vista del brutal terremoto que aquel 27 de febrero sacudía Chile, del cual tuve una visión cercana a través de la crónica que me enviaba desde Santiago la escritora chilena Freya Hödar –un testimonio directo y más humano que las frías estadísticas vertidas en las noticias que por entonces saturaban los medios de comunicación, los mismos medios que ya habían sido recientemente des-bordados por el gran cataclismo de Haití del 12 de enero–, el escritor David Torres me invitaba a asistir, el pasado día 2 de marzo en Madrid, a la presentación de su última nove-la, ‘Punto de fisión’. Un libro que se compone de cuatro historias y que se inicia con un relato ambientado en la hecatombe nuclear de Chernobyl, protagonizado por Sergei, un niño al que la mafia ucraniana obliga a penetrar en la zona de exclusión, contaminada por la radioactividad, para recuperar importantes objetos de valor allí depositados.

Parecía una broma macabra del destino que, apenas unos días después, este nuevo terremoto acaecido en Fukushima el pasado viernes 11 de marzo, de catastróficas consecuencias agravadas por el devastador tsunami posterior, nos fuera a recordar tanto lo sucedido en Chernobyl. Pues ha supuesto, además del número de víctimas y daños materiales propios de un seísmo de una magnitud de 8,9 grados en la escala de Richter, la amenaza real de un más que probable accidente nuclear como el acontecido en Ucrania en 1986, contra lo que aún se está luchando denodadamente una semana más tarde con el fantasma de Hiroshima en la memoria como una pesadilla imborrable.

Algo a lo que afortunadamente no tuvieron que enfrentarse los japoneses durante el terremoto de 1995 en Kobe, ciudad donde pasó su infancia el novelista Haruki Murakami, y a la que regresó tras el terremoto después de haber vivido en Europa y América desde 1986, a raíz de su exitosa ‘Tokio Blues’. Más tarde, Murakami escribiría sobre el trágico desastre natural que conllevó la muerte de 5.000 personas, otras 300.000 sin hogar y la destrucción de gran parte de las importantes infraestructuras portuarias de Kobe.

Por otra parte, también curiosamente, la casualidad ha querido que el escritor Kenzaburo Oé, premio Nobel de Literatura en 1994, escribiera la víspera del seísmo de Fukushima un artículo en el que rememora la vida de un pescador de su generación expuesto a la radiación durante una prueba de la bomba de hidrógeno en el atolón de Bikini. El artículo apareció publicado en la edición vespertina del diario Asahi el 15 de marzo. Oé, autor de ‘Notas sobre Hiroshima’, afirma que “Japón ha entrado en una nueva era”.

Sin duda, los efectos estocásticos del accidente nuclear se dejarán sentir también en la literatura. Es necesario exorcizar las obsesiones, como así lo hiciera Marguerite Duras con el guión de la memorable película de Alain Resnais, ‘Hiroshima mon amour’.

“Y después saldremos para volver a ver las estrellas”. Dante.


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Enlace de interés

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Fotografía de la Central de Fukushima fuente Público