El 19 de abril de 1943, el químico
suizo Albert Hofmann decidió tomar la primera dosis de LSD de forma
intencionada en la historia de la humanidad. El Dr. Hofmann ya había
sintetizado previamente la substancia en 1938 junto al Dr. Stoll en los
Laboratorios Sandoz,
con sede en Basilea (Suiza), después de sus trabajos de investigación con el
ergot, es decir, el cornezuelo del centeno (Claviceps purpurea), un hongo
parasitario de este cereal. Se dice que este enteógeno podría haber sido
empleado en los misterios griegos de Eleusis. Pero el buen doctor no intentaba
conseguir con ello una substancia psiquedélica, sino producir un estimulante
circulatorio y respiratorio para aplicarlo en obstetricia, pues sabía que ya
desde el siglo VI era empleado por las comadronas para inducir los partos y
limitar la pérdida de sangre.
Tres días antes, o sea el 16 de
abril de ese mismo año, Hofmann había resintetizado la molécula de LSD-25,
llamada así por ser el compuesto número 25 de la serie de síntesis que fue
elaborando a partir de la ergotamina, que como digo había descubierto cinco
años antes. Pero esta vez quiso el azar que accidentalmente se expusiera a una
pequeña dosis del alucinógeno, la cual había absorbido a través de sus dedos;
la ínfima solución fue suficiente para activar su mente, dándose cuenta del
potencial que la substancia psicotrópica poseía, y preparar así el primer viaje
de dietilamida de ácido lisérgico. “Lo primero que sentí fue una notable
relajación combinada con un cierto vértigo. Una nada desagradable sensación de
intoxicación que iba acompañada de un estímulo extremo de mi imaginación”.
El día 19 de abril, día que ya
conocemos en el mundo por haber pasado a la historia como el “Día de la
bicicleta”, Hofmann decidió tomar 250 microgramos de LSD-25 –ahora se sabe que
el umbral de la dosis del derivado número 25 que sintetizaba del ácido
lisérgico son 20 microgramos–, y después de ingerir la potente dosis, el Dr.
Hofmann alucinado experimentó bruscos e intensos cambios en la percepción en
una suerte de desdoblamiento temporal inducido. En un primer momento fue presa
del pánico. Por otra parte lógico debido a la gran cantidad de ácido que había
consumido sin tener referencias concretas de sus efectos. Se trataba de una
substancia psicoactiva con una potencia extraordinaria, capaz de provocar
estados alterados de conciencia (EAC) con solo dosis muy bajas.
Después de un breve autoexamen
médico superficial, Hofmann comprobó que estaba bien a pesar de todo. No
obstante, solicitó a su asistente en el laboratorio, que estaba al tanto del
experimento, que lo acompañara a casa en bicicleta, pues el uso de vehículos a
motor estaba prohibido debido a las estrictas restricciones en tiempo de
guerra. En el viaje en bicicleta, al entrar en contacto con la luz del sol y la
exuberante naturaleza de su suiza natal, le sobrevino la sorprendente epifanía
psiquedélica. En el trayecto el estado de Hofmann se deterioró rápidamente
mientras se debatía entre sentimientos de ansiedad, alternando en sus
pensamientos la creencia de que su acompañante era una bruja malvada; que se
estaba volviendo loco, y que la LSD le había envenenado. Cuando el doctor llegó
por fin a su domicilio, sin embargo, no pudo detectar ninguna anomalía física,
salvo la de tener las pupilas muy dilatadas. Hofmann se fue tranquilizando, y
poco después sus miedos empezaron a dar paso a una sensación de bienestar y
deleite, como escribiría más tarde.
“Poco a poco empecé a disfrutar
una serie sin precedente de colores y formas jugando persistentemente detrás de
mis ojos cerrados. Imágenes caleidoscópicas surgían, alternándose, variando,
abriendo y cerrándose en círculos, explotando en fuentes, reacomodándose e
hibridizándose en un flujo constante. Tuve la sensación de que veía la tierra y
la belleza de la naturaleza como era cuando fue creada. Fue una experiencia
maravillosa. Un renacimiento, ver la naturaleza bajo una luz nueva”.
Posteriormente, el químico intuyó
la droga como una herramienta de gran alcance en el campo de la psiquiatría,
debido a su carácter intenso e introspectivo. En la misma tradición alquimista
de su compatriota el gran Paracelso, Hofmann imaginó que podría ser usada con
fines terapéuticos. Algo que en un principio fue probado con éxito por diversos
psicoterapeutas.
Desde entonces, mucha gente
celebra este día para conmemorar el descubrimiento de la LSD, pero también,
extrapolado al ámbito puramente deportivo, cada vez más asociaciones y grupos
de ciclistas, completamente desvinculados del consumo de estas substancias y
sin ningún tipo de relación con el consumo de drogas, aprovechan el “Día Mundial de la Bicicleta”
para conmemorar ese primer “viaje” en bicicleta y reivindicar el uso de la
misma y el transporte sostenible y respetuoso con el medioambiente.
Por tanto, evocando al doctor en
la efeméride de su viaje lisérgico, aquella experiencia tan trascendental para
la humanidad, hoy tal vez sea un buen día para dar un placentero paseo en
bicicleta y disfrutar así de la luz que propicia la primavera y el variado
colorido que la estación nos ofrece, dejándonos llevar por la misma naturaleza
que por doquier entraña todos los secretos del universo.
Albert Hofmann murió el 29 de
abril de 2008 a los 102 años de edad, con una lucidez que demostró que la LSD
difícilmente se puede considerar en sí misma como un peligro ni merma para la
salud, como es obvio al menos en su caso.
Enlace de interés
Bibliografía
‘Mundo interior. Mundo exterior’,
Albert Hofmann.