‘Efectos secundarios’ (Side Effects),
el último absorbente e imprevisible film de Steven Soderbergh (Oscar al mejor
director por ‘Traffic’ en 2000) estrenado en España, basado en el guión
cinematográfico de la historia de Scott Z. Burns (guionista de ‘El ultimátum de
Bourne’, y tercera colaboración con Soderbergh), nos sumerge en un thriller psicológico
de falsas apariencias, vueltas de tuerca y giros inesperados, con un moderno
toque de cine negro clásico sobre un “desconcertante” crimen que, a efectos policiales,
se podría decir que es un caso cerrado. Un asesinato perpetrado por una joven
esposa sumida en una depresión aguda, que depende de los calmantes para tratar
de superar la ansiedad del encarcelamiento y la quiebra de sus sueños, contra
su marido, ex convicto recién salido de la prisión.
Hasta entonces, Emily (Rooney
Mara) y Martin (Channing Tatum) son una pareja de Nueva York cuya relación goza
de un próspero status económico y social. Martin vive en esos días su mejor
momento profesional. Sin embargo, se convertiría en víctima de las
manipulaciones y confabulaciones de terceros. Debido a ello ha de pasar cuatro
años en prisión por abuso de información privilegiada, teniendo que renunciar a
esa acomodada vida con Emily, que es la mujer de su vida. Pero su vuelta a la
libertad no le depara el bienestar y la tranquilidad que esperaba, sino todo lo
contrario. Emily se hunde cada vez más en el angustioso abismo de la depresión,
arrastrando a Martin con ella.
La situación se desbarata y
cambia radicalmente cuando Emily intenta suicidarse a causa de esa profunda
depresión, y el psiquiatra al que acude, el Dr. Jonathan Banks (Jude Law), le
receta una medicación para calmar su ansiedad. Recomendado por otra psiquiatra,
la doctora Victoria Siebert (Catherine Zeta Jones), Banks le prescribe de nuevo
a Emily un novedoso medicamento experimental denominado Ablixa como tratamiento
de choque (un psicofármaco ficticio cuyo principio activo es el también
inexistente Alipazone. En el film también es fugazmente nombrado el
antidepresivo Vandral, cuyo genérico real es la Venlafaxina, para dar aún más
credibilidad y verosimilitud a la historia). Incapaz de superar su depresión,
Emily acepta someterse a su tratamiento con la nueva medicación. Pero los
efectos del psicofármaco son inesperados: una noche, la paciente pierde el
control mientras duerme y asesina a su esposo en un aparente estado de
sonambulismo, y todos los personajes que están involucrados en su vida desde el
trágico suceso empiezan a verse gravemente implicados en el caso con el devenir
de los imprevistos acontecimientos. A consecuencia de esto Emily va a la cárcel
y Banks, cuya carrera profesional se ve seriamente perjudicada, decide
investigar el misterioso crimen para salvar su honor y prestigio médico
perdidos, dando la historia un giro en su desenlace al más puro estilo Hitchcock.
La película de Soderbergh utiliza
el delicado tema de las depresiones y los efectos de los fármacos en la mente
humana, el lado oscuro que podemos encontrar en el mundo de la psicofarmacología,
para construir un argumento de acción, tensión e intriga. El resto lo logran
las correctas interpretaciones de todos los actores del film (véase la de una excelente
y turbadora Rooney Mara como paciente tras su fallido intento de suicidio, o el
versátil Jude Law como reputado psiquiatra). En definitiva, un thriller de
falsas apariencias, viejo género del que Hollywood parecía haberse olvidado en
los últimos tiempos, donde la historia se complica y empieza a descubrirse el
interesado mundo que envuelve a la psicofarmacología. Unos intereses creados
donde la infelicidad resulta ser un negocio muy lucrativo, y el dinero la
auténtica serotonina que mueve a las personas.
Enlace de interés
La fotografía de la película pertenece a sus propietarios. © Distribuidora eOne y productora Endgame Entertainment, Di
Bonaventura Pictures.