El pasado jueves día 20 en
Madrid, en un importante centro comercial, el escritor catalán Enrique
Vila-Matas celebró el 10º aniversario de su célebre novela ‘París no se acaba
nunca’, a cuyo evento asistieron un gran número de sus incondicionales
lectores.
En dicho acto el autor estuvo
acompañado por su colega de letras Marcos Giralt Torrente, con quien mantuvo
una amena charla con motivo de la reciente reedición conmemorativa. Para este
nuevo lanzamiento de una de sus novelas más divertidas, editada ahora por Seix
Barral, Vila-Matas ha incorporado al texto un bonito prefacio con el que nos
abre las puertas e invita a leer el relato de sus primeros pasos en la
literatura como escritor, y que nos adentra en los vericuetos y vicisitudes
parisinas como quien entra, con ese elegante savoir-faire y la naturalidad de su irónica escritura, en la vida
de un escritor que tampoco parece acabarse nunca.
Se trata del autoretrato de un
aprendiz de escritor en un estado permanente de impostada desesperación por
imitar a sus mitos literarios en los cafés de París, lo que convierte a esta
novela iniciática en un homenaje al desencanto y la esperanza de los años de
juventud. El Vila-Matas de entonces pasea por lo que él llama el barrio,
Saint-Germain-des-Prés, aparentando ser un escritor maldito, espiando la vida
bohemia de sus amigos artistas y sus más sorprendentes anécdotas, mientras se
despide de la poesía y de la felicidad de la escritura imaginaria.
El libro se inicia cuando el
autor decide viajar a Key West (Florida) a inscribirse en la edición anual del
tradicional concurso de dobles del escritor Ernest Hemingway. El singular
encuentro tiene lugar en el Sloppy Joe's, el bar favorito del escritor cuando
vivía en Cayo Hueso, en el extremo sur de Florida. Una competición que, según
Vila-Matas, supone enfrentarse a un gran grupo de individuos robustos, de
mediana edad y una poblada barba cana; todos ellos idénticos a Hemingway,
iguales incluso en su faceta más majadera, una impar experiencia sin parangón.
Como lleva años bebiendo y
engordando, Vila-Matas piensa en no desaprovechar la oportunidad, pues cree que
cada vez más se parece físicamente a su ídolo de juventud, al contrario de lo
que opinan su mujer y sus amigos. Y para darles una lección a todos, provisto
de una barba postiza, se presenta ese mismo verano al referido concurso.
Divertido, el escritor relata que
hace el ridículo más espantoso, pues no es que quede el último, ya que el
jurado no descubre que la barba es falsa, sino que es descalificado por su
absoluta falta de semejanza física con Hemingway.
Con esa ironía tan vilamatiana a
la que ya nos tiene felizmente acostumbrados el autor catalán, en esta obra quiso
hacer una revisión de los dos años de juventud que pasó en París tratando de emular
la experiencia vital, bohemia y literaria, del Hemingway de ‘París era una
fiesta’, que allí fue “muy pobre y muy feliz”, al contrario que Vila-Matas, que
fue muy pobre y muy infeliz. Además, descubrió que, como decía John Ashbery,
después de vivir en París, uno queda incapacitado para vivir en cualquier
sitio, incluido París. En realidad pretende narrar, en un intento de ofrecer a
sus lectores datos realmente biográficos, una novela disfrazada en una suerte
de malabarismo literario con el cual de lo escrito todo es verdad porque todo
está inventado. Pues a fin de cuentas un relato autobiográfico es una invención
entre otras muchas. Un experimento intelectual que vino a llamarse
“autoficción”, y que Vila-Matas desarrolla siempre con una original técnica muy
personal y culta.
Como trata de explicarnos en el
prólogo escrito para esta nueva edición de la novela que presenta la editorial
Seix Barral, Vila-Matas recuerda bien que, mientras escribía el libro, pasaba
de lo real a lo ficticio sin sentir que cruzaba ese límite, así como su
bilingüismo le llevaba, en su vida cotidiana en Barcelona, a trasponer catalán
y castellano sin pausa y con naturalidad; a traspasar esa frontera de una
manera tan feliz que no se apercibía de qué lengua usaba en tal momento u otro,
como si realmente utilizara siempre un solo idioma.
Además de lo que en ella se
cuenta de lo sucedido o no en París durante ese periodo de tiempo de los años
setenta en el que el escritor vivió en una pequeña buhardilla del número cinco
de la Rue Saint-Benoît, alquilada a Marguerite Duras, en aquellos días
Vila-Matas redactaría una novela breve titulada ‘La asesina ilustrada’. Un
librito que pretendía asesinar a todo aquel que lo leyera, si bien los consejos
de Marguerite Duras, que le hablaba en un francés superior, son para calificar
la idea de disparate. Y el desconcertado Enrique se ve obligado a mantener el
asesinato dentro de los estrictos márgenes del libro. Cómo la desarrolló la
novela viene explicado también en ‘París no se acaba nunca’. En ese pequeño texto
de principiante ya se podía vislumbrar lo que después serían las constantes de
su obra, es decir, los juegos intertextuales, la urdimbre de la ficción… En ‘París
no se acaba nunca’ Vila-Matas fusiona de manera magistral lo autobiográfico con
la ficción y el ensayo. Después del éxito conseguido con ‘El mal de Montano’,
el autor demostró con esta obra una lograda y armoniosa síntesis de las
variadas facetas de su singular narrativa, que han hecho de él un autor de éxito
a nivel internacional, traducido a varios idiomas, y que ha sido elogiado y
premiado numerosas veces.
Fotografía de E. Vila-Matas ©
Fernando Torres