Exposición ‘Watkins, el paisaje
de Estados Unidos en la colección fotográfica de Sorolla’.
Por primera vez se expone al
público una de las mejores colecciones de fotografía histórica estadounidense.
Se trata de la colección de fotografías que Carleton Watkins, uno de los
grandes fotógrafos pioneros norteamericanos del siglo XIX, hizo para Collis
Huntington. Su hijo, Archer Milton Huntington, fundador de la Hispanic Society, regaló esta colección
al pintor Joaquín Sorolla.
La primera imagen duradera, fija
e inalterable a la luz la obtuvo en 1824 el francés Joseph Nicéphore Niépce
(1765-1833). Si bien quien se atribuyó el mérito fue Louis Daguerre, un pintor
y hombre de negocios. Daguerre lo que hizo fue perfeccionar el procedimiento de
Niépce, pasando así a llamarse daguerrotipo. Corrían en Francia los tiempos de
la Revolución Industrial, favorecida por las innovaciones técnicas del siglo
XIX. En sus comienzos la fotografía sería usada principalmente por la burguesía,
que acostumbraba tener retratos para mostrar estatus y ascensión social.
Daguerre enviaría a un
representante a Estados Unidos para dar conferencias y celebrar exposiciones.
Entre 1840 y 1860 la daguerrotipia se hizo muy popular en Estados Unidos, que
estaba en transición de una sociedad agrícola a una sociedad industrial.
En 1851, el estadounidense
Carleton Watkins (1829-1916), nacido en Nueva York, se trasladó con su amigo
Collis Huntington a San Francisco con la esperanza de encontrar oro. Allí pronto
se interesaría por la fotografía. En California se centró principalmente en la
fotografía de paisaje, siendo el valle de Yosemite su tema favorito. Sus
fotografías del valle influyeron de manera muy significativa en el Congreso de
Estados Unidos, que tomó la decisión de conservarlo como Parque Nacional.
En un principio Watkins trabajó
para su amigo Huntington en la entrega de suministros para las operaciones
mineras. Más tarde trabajaría como empleado en una librería, cerca del estudio
de Robert H. Vance, un conocido daguerrotipista. Poco después, un empleado de
Vance dejaba su trabajo de forma inesperada y Watkins acabaría al cuidado del
estudio.
Antes de trabajar con Vance,
Watkins no sabía nada de fotografía. Vance lo instruyó acerca de los elementos
básicos de la fotografía pensando que realizaría algunos retratos en su
ausencia. Sin embargo, cuando regresó se encontró con que Watkins se había
convertido en un artista y sus clientes estaban muy satisfechos.
En 1858, Watkins estaba listo
para comenzar su propio negocio de fotografía. Además, hizo muchas
colaboraciones incluyendo Illustrated
California Magazine (1856-1861) de James M. Hutchings y la documentación de
la compañía minera de John y Jessie Frémont en Las Mariposas (California). Realizó
daguerrotipos estereoscópicos (dos imágenes casi idénticas de la misma escena,
vistos a través de un estereoscopio para crear una ilusión de profundidad) en
las minas de New Almaden Quicksilver,
lo que le reportó una gran reputación como fotógrafo.
En julio de 1861, Watkins tomó la
decisión que cambió su carrera: viajó a Yosemite. Se llevó una cámara que
utilizaba placas de vidrio de 18x22 pulgadas y otra cámara estereoscópica.
Usaba la estereoscópica para dar profundidad al sujeto, y usó la cámara de
placas para capturar más detalle. Watkins volvió con treinta placas y un
centenar de negativos estereoscópicos. En 1864, Watkins fue contratado para
hacer fotografías del valle de Yosemite por el Servicio Geológico del Estado de
California.
En 1867, Watkins abrió su primera
galería pública, además de enviar sus fotografías a la Exposición Universal de
París, donde ganó una medalla. Esto se convirtió en su lujosa galería de arte
de Yosemite, donde mostró más de cien obras y más de mil imágenes disponibles a
través de estereoscopios. A pesar de su éxito como artista, no tuvo éxito como
empresario y terminó perdiendo su galería. Su acreedor John J. Cook y el
fotógrafo Isaiah Taber (1830-1912) se hicieron cargo de la galería de arte de
Yosemite y comenzaron a reproducir sus trabajos sin dar crédito a Watkins. En
el siglo XIX no existían los derechos de autor y las leyes no cubrían las
fotografías, y no había nada que Watkins pudiera hacer para combatir el plagio.
Posteriormente, comenzó recreando las imágenes que perdió, llamándolas las ‘New Series’.
Watkins comenzó a perder la vista
en la década de 1890. Su último encargo fue el de la filántropa Phoebe A.
Hearst para fotografiar la Hacienda del Pozo de Verona. Watkins fue incapaz de
completar este trabajo debido a su estado de salud y su deficiente vista. Entre
1895 y 1896, su falta de trabajo le condujo a una incapacidad para pagar el
alquiler, y la familia Watkins tuvo que vivir en un vagón de ferrocarril
abandonado durante dieciocho meses.
Watkins mantuvo la mayor parte de
su trabajo en un estudio en la calle del mercado, en San Francisco. Pero el
edificio fue destruido por el terremoto que en 1906 se produjo en la ciudad, y
el fuego acabó con un sinnúmero de fotografías, negativos y la mayoría de sus
imágenes estereoscópicas. Después de esta terrible pérdida, Watkins se retiró a
Capay Ranch.
En 1909 la fotografía se
encontraba en pleno desarrollo técnico y comercial y ya era ampliamente
aceptada y popular entre el público. La imagen fotográfica era parte de la vida
cotidiana, y no es de extrañar que tanto Huntington como Sorolla tuvieran gran
interés por un medio que se presentaba como material documental de primer
orden. En ese contexto, en diciembre de ese año Huntington enviaría a Sorolla
un conjunto de 77 fotografías, entre ellas treinta y dos de Carleton Watkins y dos de Isaiah
West Taber.
Las fotografías del Museo Sorolla
podrían pertenecer a las primeras tomas, y en ese sentido no sería muy
arriesgado fecharlas entre los años 1863 y 1866, como por ejemplo las
pertenecientes a su serie de ‘New Almaden
Quicksilver’, realizada en 1863. El Museo Sorolla cuenta con varios
ejemplos pertenecientes a estas series (nºs. Sorolla 84144 y 84145), así como la de la
catarata ‘Nevada Fall’ (nºs. Sorolla
84124 y 84125) fechada entre 1855 y 1856.
En 1909 Watkins fue declarado
incompetente y quedó al cuidado de su hija Julia. Ella lo atendió durante un
año antes de que él se comprometiera con el Napa
State Hospital para enfermos mentales en 1910, momento en el que Frances
Watkins comenzó a referirse a sí misma como una viuda. Watkins murió en 1916 y
fue enterrado en una tumba sin nombre en los terrenos del hospital.
Una de las muchas montañas de
Yosemite se llama Monte Watkins en honor del fotógrafo y su gran interés en la
preservación del valle de Yosemite. Su obra influyó e inspiró a generaciones de
fotógrafos y artistas de su tiempo y a los de décadas posteriores; entre ellos
el pintor y paisajista Albert Bierstadt (1830-1902), que conoció personalmente
a Watkins y al que Collis P. Huntington le confió uno de sus primeros encargos.
Otros fotógrafos contemporáneos a Watkins, como Timothy H. O’Sullivan
(1840-1882) o Charles L. Weed (1824-1903), también fotografiaron Yosemite.
Generaciones posteriores, grandes figuras de la fotografía en América, intentaron
captar Yosemite con la misma intensidad y arte, como, por ejemplo, George Fiske
(1835-1918), o Ansel Adams (1902-1984), quien trabajaría largas temporadas en
el parque. Se trata de fotografías de paisaje dotadas de una gran belleza
plástica. La luz, como sucede en la obra de pintores como Sorolla, era una de
las herramientas fundamentales de su trabajo. El pintor sentiría admiración al
contemplarlas, una característica que pudo contribuir al interés de Huntington
en que Sorolla tuviera tan preciadas imágenes.
La exposición fotográfica, que se
inauguró el pasado 28 de abril, se podrá ver hasta el 20 de julio en la galería
Torres García de la Casa de América en Madrid.
Enlace de interés
Fotografía ‘Tasayac, the Half Dome, Yosemite’ ©
Carleton Watkins