Filmin suma a su catálogo una
película dura y repulsiva ubicada en el Hamburgo de los años 70 que retrata los
peores años del asesino de Sankt Pauli.
El distrito de St. Pauli, en el Hamburgo de principios de la década de los 70, era un sórdido barrio de ambiente nocturno lumpen frecuentado por borrachos, ludópatas, vagabundos, prostitutas, marineros y almas solitarias. En los alrededores de St. Pauli residía por entonces el serial killer Fritz Honka.
Esta espeluznante historia real
se convirtió en literatura gracias a Heinz Strunk y su novela The golden glove (2016), ganadora del prestigioso
premio Wilhelm Raabe, uno de los galardones literarios más respetados de
Alemania. La manera en que su autor retrata el sombrío mundo de Fritz Honka,
sumido en un empedernido consumo de alcohol, patologías sexuales y violentos crímenes,
atrajo la atención del director turco-alemán Fatih Akin quien, en 2019, hizo una
adaptación cinematográfica del libro no apta para estómagos emocionalmente
sensibles. Estrenada en la Berlinale con
polémica incluida, la brutal película de Fatih Akin no escatima en sangre y
vísceras.
El título elegido para la
novela (The golden glove) hace referencia a Zum
goldenen Handschuh (Al guante dorado), un sucio antro del Barrio rojo
situado en Hamburger Berg 2 que regenta un ex boxeador, y del que Fritz “Fiete”
Honka es asiduo. A simple vista, este hombre cuyo rostro presenta una
deformidad causada por un accidente de tráfico en 1956, es un perdedor más que
deambula por allí por las noches buscando mujeres solitarias. Nadie entre la clientela
habitual de este tugurio, próximo a la calle Reeperbahn, sospecha que el
aparentemente inofensivo “Fiete” esconde un secreto oscuro y letal. A ojos de
los parroquianos, es un tipo extraño, del que se desconoce su verdadera
naturaleza. Pero Fritz Honka es en realidad un psicópata asesino.
Friedrich Paul Honka nació el
31 de julio de 1935 en Leipzig (Alemania), en el seno de una familia numerosa,
el tercero de diez hijos. Su padre trabajaba como carpintero y su madre como
sirvienta. Pero los salarios de ambos no eran suficientes para mantener a
tantos hijos. Y esta situación empeoró con el estallido de la Segunda Guerra
Mundial. Su padre, conocido por sus ideas comunistas, fue arrestado por los
nazis y llevado a un campo de concentración. Lo mismo le pasó al pequeño Fritz
que, según relataría años después, tanto él como su padre fueron liberados por
los rusos.
El regreso a una vida normal
después de este período en los campos nazis fue una locura. Especialmente para
el padre, que se refugió en el alcohol. Su adicción y los efectos de su
encarcelamiento resultaron en su muerte en 1946. Debido a las dificultades de
la madre, Fritz fue enviado a un orfanato. Allí pasaría la mayor parte de su
adolescencia sin saber siquiera qué eran los afectos hasta que empezó a
trabajar. Tenía quince años cuando el joven comenzó como albañil, luego se fue
a Alemania Occidental como obrero en varias granjas.
En 1967, el enfermizo y
dipsómano Fritz Honka se traslada de Neuwiedenthal, en el distrito de Hausbruch,
a Zeißstraße 74, en Ottensen, que es la dirección y la época en la
que transcurre la película. En diciembre de 1970, por entonces vigilante
nocturno en las
oficinas de la compañía Shell, cometió su primer asesinato comprobado.
Estranguló en su piso a Gertraud Bräuer, peluquera de 43 años y trabajadora
sexual ocasional; cortó el cadáver en pedazos que luego envolvió y escondió en
varios lugares en un área cercana. Las partes del cuerpo fueron encontradas e
identificadas por la policía de Hamburgo, pero su investigación no encontró al
asesino.
Durante algún tiempo, Honka vivió
en el inmundo apartamento de Zeißstraße 74 con una mujer llamada Irmgard
Albrecht. El verano de 1972 obligaría a Ruth Dufner a tener relaciones sexuales
con él e Irmgard. Pero Ruth huyó desnuda del piso de Honka y lo denunció a la
policía.
En el momento del incidente,
Honka tenía un alto nivel de alcohol en sangre. Un tribunal le ordenó pagar una
multa de 4.500 marcos alemanes, pero se retiró el cargo de violación. En los
años posteriores, sus problemas con el alcohol le impidieron mantener
relaciones con mujeres, y recurrió a las prostitutas que conocía en los pubs o
en los alrededores de Reeperbahn para tener relaciones sexuales.
Honka volvió a asesinar, cuatro
años después, cuando estranguló a la trabajadora sexual de 54 años Anna
Beuschel en su piso en agosto de 1974. En diciembre de ese mismo año mató de la
misma forma a Frieda Roblick, de 57 años, y en enero de 1975 a la trabajadora
sexual de 52 años, Ruth Schult.
En los tres casos, Honka cortó
los cadáveres en pequeños pedazos y los escondió en su piso y en el ático de la
casa. La desaparición de las tres mujeres no fue denunciada a la policía. Las
quejas de otras personas que viven en la casa debido al fuerte hedor que producían los
cadáveres en descomposición fueron ignoradas. En un intento de enmascarar el
olor, Honka usaba una gran cantidad de aerosol con aroma a pino.
El 15 de julio de 1975, una
llamada a los servicios de emergencia advirtió de un grave incendio en el
edificio de apartamentos de Zeißstraße. Mientras varios bomberos intentaban
apagar rápidamente el fuego, otros buscaban posibles víctimas. Para su
sorpresa, cuando acaba de colapsar el techo del ático, encuentran entre los escombros
cuatro bolsas que contienen los cadáveres desmembrados de cuatro mujeres. Honka
estaba en el trabajo en ese momento y fue arrestado cuando regresó a casa.
El tribunal lo declaró culpable
de un cargo de asesinato y tres cargos de homicidio involuntario. Fue condenado
a 15 años de prisión en un hospital psiquiátrico. Su abuso habitual de alcohol
fue considerado un factor atenuante, ya que disminuyó su capacidad mental.
Una vez finalizada su condena,
fue puesto en libertad y vivió bajo la identidad de Peter Jensen en una
residencia de ancianos en Scharbeutz. Frizt Honka murió de un infarto el 23 de
octubre de 1998 a la edad de 63 años.
La peculiar adaptación que
Fatih Akin hace de la novela de Heinz Strunk, que cuenta con una impecable
actuación y caracterización del actor Jonas Dassler, va dirigida a un público muy reducido a causa de su crueldad narrativa y
desagradable puesta en escena.
Fotografía ‘Zum goldenen handschuh’ © Warner Bros / Gordon Timpen