martes, 17 de marzo de 2009

Tocilovac: “La novela negra ha muerto por exceso de realidad”



















PARÍS (Francia)/
Goran Tocilovac nació el 27 de agosto de 1955 en Belgrado. Habiendo nacido en Yugoslavia, ostenta la nacionalidad serbia, aunque reside de forma permanente en París desde 1977. Hijo de un diplomático yugoslavo, debido a la profesión de su padre el escritor vivió durante su juventud en Nueva York, Buenos Aires y Lima. Es autor de novelas negras y cuentos que ha escrito en castellano. Recientemente ha publicado la novela ‘Trilogía parisina’, en 451 Editores.

ENTREVISTA

Fernando TORRES: Supongo que te habrán comparado alguna vez con Joseph Conrad. Al igual que él, tú has adoptado una lengua que no es la tuya para escribir: empleas el castellano, siendo tu lengua materna el serbio. ¿A qué impulso obedece esto?

Goran TOCILOVAC: Bueno, no son pocos los escritores que han escrito en otra lengua que no sea la suya. Pienso, sobre todo, en Conrad, claro. Nabokov o Samuel Becket, entre los más conocidos. No te podría decir exactamente a qué impulso obedece -y tampoco tengo mucha curiosidad, a decir verdad, dejemos las “razones profundas” a los especialistas-. En mi caso se trata más bien de un proceso natural y espontáneo, teniendo en cuenta, sobre todo, los años que he pasado en Buenos Aires y Lima, mis primeras lecturas y luego mis estudios de literatura hispanoamericana. Comencé a escribir en castellano y simplemente no se me ocurrió escribir en otro idioma.

F.T.: Todos sabemos que algunos escritores cuentan su historia basándose en elementos reales, sean autobiográficos o no. Otros tendemos a realizar nuestra literatura dentro del género que se ha venido en denominar ‘autoficción’ que, por otra parte, es un tipo de escritura que ya había nacido en Francia, sin saberlo, hace treinta años. Por tanto, ¿qué hay de real y qué de ficción en tu novela ‘Trilogía parisina’?

G.T.: Te diría que de toda evidencia el marco global de la 'Trilogía parisina' es ficcional, por supuesto -ya de por sí te puedo asegurar que hasta la fecha no he matado a nadie en la vida real, por más que ganas no me han faltado-. Y luego entran en juego -irrumpen- los elementos reales. París, para empezar, luego el Hotel Esmeralda en que transcurren algunos momentos importantes de las tres novelas, algunos cafés y hasta el hipódromo de Chantilly, sin mencionar los personajes que circulan por las tres novelas, y los vínculos y relaciones que se establecen entre ellos. Toda novela es y no es autobiográfica, es la transformación de una realidad que crea una nueva realidad. Si tan solo fuera un calco de la realidad, creo que carecería de interés. En suma,'Trilogía parisina' soy yo… pero no tanto.

F.T.: Más exactamente, el término ‘autoficción’ fue acuñado algo más tarde por el francés Serge Dubrovsky después de leer ‘Le pacte autobiographique’ de Philippe Lejeune, que se publicó en España en 1994, en contraposición al llamado género autobiográfico. ¿Hay pasajes de tu novela inspirados en tus propias vivencias, o más bien te sientes físicamente desvinculado de tu obra?

G.T.: Difícil sentirme físicamente desvinculado de mi obra. A fin de cuentas uno no sólo escribe con la mente, también con las tripas. Pasamos largos años juntos, en una relación fusional, obsesiva. Y luego uno piensa en su obra como en una amante que definió un momento esencial de su vida, un momento de pasión del que se aferra porque fue y sigue siendo una parte clave de su vida. Como marcados con hierro candente, así vamos andando por el mundo con nuestra obra a cuestas.

F.T.: Raymond Chandler definió en su libro ‘El simple arte de matar’ el género “negro” como el de la novela del mundo profesional del crimen. Su apelativo se debe a dos razones: a que en un principio ésta fuera publicada en la revista americana ‘Black Mask’, y en la colección francesa ‘Série Noire’, asociándose el término a un tipo de novela policíaca, de crímenes y misterio. Todo ello siempre en ambientes decadentes y oscuros. ¿Estaría, según tú, ‘Trilogía parisina’ dentro de ese canon o, por el contrario, piensas que has introducido elementos innovadores?

G.T.: Las tres novelas que forman la 'Trilogía parisina' pueden considerarse, globalmente, como novelas negras. Pero el canon ha ido evolucionando con el tiempo y ya ha dejado de ser lo que fue en sus orígenes, allá por los años veinte y la gran depresión del 29. Se han ido agregando nuevos elementos que lo han transformado de cuajo hasta hacerlo prácticamente irreconocible; a estas alturas te diría que la novela negra ha muerto por exceso de realidad. En mi caso, juego con los elementos de base del género para proponer otros juegos, otras lecturas, empezando por el lado formal -un monólogo de una cincuentena de páginas en la segunda novela- para terminar por desechar la idea misma del suspenso y de la resolución del enigma. Por supuesto que no soy el primero ni el último en hacerlo, son pasos y evoluciones que se han ido dando en los últimos veinte, treinta años, diría, y que cada vez van más lejos y no solo en la literatura, también en el cine, por ejemplo.

F.T.: ¿Te sientes más cerca o te inspira más simpatía George Simenon por ser europeo?

G.T.: Sobre todo me parece un excelente escritor. Crea ambientes como pocos, con una prosa minimalista envidiable. Si lees a Simenon por primera vez sin saber -en la medida de lo posible- quién es, de lo único que estás seguro es que es un escritor europeo. Si pudiera cambiar el mundo, me hubiera encantado transplantar a Simenon a Bogotá, por ejemplo. Su prosa hubiera sido completamente otra cosa.

F.T.: ¿Qué autores te han motivado a escribir de la forma en que lo haces?

G.T.: Muchos, por supuesto. Así, de buenas a primera, citaría a Onetti, Thomas Bernhardt, Becket, Kafka, Abe Kobo, Roberto Arlt y no sé cuántos más… Todo escritor es antes que nada un lector cumpulsivo. Y cada lectura va dejando sus huellas en lo que somos y luego en lo que queremos ser; es porque leo hoy que escribo mañana, diría para simplificar.

F.T.: ¿Qué opinión te merecen escritores serbios como Milorad Pavic y Goran Petrovic?

G.T.: Pavic y Petrovic son escritores que me inspiran respeto, pero si tuviera que elegir, más bien hablaría de David Albahari, ahora, y de Danilo Kis, desde siempre. Entre el despliegue imaginativo y fantástico de los primeros, prefiero la fineza y el recogimiento de Kis y Albahari.

F.T.: ¿Cómo ha sido tu vida en esta ciudad desde que llegaste en 1977?

G.T.: Mi vida, mi vida… vaya pregunta, hombre. Pues me fue bien y mal, como a todo el mundo. Vine a París para escribir y al menos he podido hacerlo a lo largo de estos años. Todo lo demás pasa a un plano secundario. Terminé mi doctorado en Literatura pero no quise dedicarme a la enseñanza, preferí trabajar en un hotel parisino un par de veces por semana para tener tiempo para lo mío; hice una serie de trabajos, que van desde la traducción hasta la producción de programas culturales para la radio, France-Culture… Y así van pasando los días.

F.T.: ¿Cómo viviste el Conflicto de los Balcanes desde la distancia que te brindó París?

G.T.: El conflicto, como dices, más bien la guerra, fue un horror desde todo punto de vista, una verdadera pesadilla. Uno de los peores momentos que hemos tenido que vivir.

F.T.: Para los políticos e intelectuales serbios de la antigua generación nacionalista, Kosovo no era negociable. El poeta montenegrino Matija Beckovic, de la Asociación de Escritores Serbios, afirmó en aquel tiempo que “Kosovo sería serbio aunque algún día no quedase ni una sola persona de esta nacionalidad”. ¿Qué tienes que decir a eso?

G.T.: Siempre he militado por una sociedad multicultural, multiétnica, la heterogeneidad en un marco común -algo que se intentó en Yugoslavia y fracasó estrepitosamente-. Como sigo creyendo que, a pesar de todo, la construcción de la Comunidad Europea es el proyecto político más importante y ambicioso de nuestros tiempos y que va mucho más allá de la izquierda o la derecha. En cuanto a Kosovo, la política, en el peor sentido de la palabra. Y una derrota de la lucidez, de la inteligencia, para empezar. No fuimos capaces de construir un destino en común, y mucho menos de separarnos de una manera civilizada como lo hizo Checoslovaquia, y me temo que pasarán muchos años antes de que podamos integrarnos a una estructura más vasta (Europa) y comenzar un verdadero diálogo.

F.T.: ¿Qué opinas del cine de tu compatriota Emir Kusturica?

G.T.: Sus primeras películas me parecieron excelentes, ahora me parece que se está repitiendo un poco, por más que a nivel visual sigue siendo uno de los grandes. Creo que 'Papa en viaje de negocios' es un hito del cine, y no solo balcánico.

F.T.: ¿Qué tipo de cine le gusta a Goran Tocilovac?

G.T.: Siempre he sido un cinéfilo empedernido. Como películas… pues, se me ocurren, por ejemplo, 'The killing of a chinese bookie' de Cassavettes, 'Memento' de Christopher Nolan, 'Stalker' de Tarkovski, 'The Yards' de James Gray y un montón más.

F.T.: París es un escenario que no suele defraudar, ¿ves viable llevar tus novelas al cine?

G.T.: Me encantaría pensar que se podrían llevar al cine mis novelas. Me digo que si hay un loco para escribirlas, no debe ser difícil encontrar otro para filmarlas.

F.T.: Viviendo en la ciudad de las artes, ¿qué pintores y fotógrafos son tus favoritos?

G.T.: A decir verdad fotografía no veo mucha, y en cuanto a pintores, pues sigo el ritmo de las exposiciones parisinas. Sobre todo me encanta descubrir pintores que conozco poco, y en ese sentido me han fascinado las exposiciones de Nolde, últimamente, o las de Beckman o de Christian Schad, por ejemplo. Ver la enésima exposición de Picasso, por ejemplo, es agradable pero ya no tan estimulante. Y hasta puede tener el efecto contrario; en la última gran exposición de la que tanto se habla ahora, “Picasso y sus maestros”, te diría que tuve la impresión que a lo mejor Picasso simplemente no llegó a estar a la altura de sus maestros.

F.T.: ¿Tienes ya en perspectiva algún nuevo proyecto literario?

G.T.: Acabo de terminar una novela, 'Herman y Ona', que transcurre en un París imaginario -dentro de un siglo-, en que ya no quedan rastros de la belleza de antaño. Pero, como te imaginarás, nada de esto ocurrirá. En todo caso, no estaremos aquí para comprobarlo, vaya consuelo.

F.T.: Gracias, Goran. Siempre nos quedará París.