jueves, 24 de septiembre de 2009

Chet Baker, el poeta del jazz

“Chet, amigo, ¡qué tragedia tu vida, pero también qué poesía!"
Marc Danval


El cronista de jazz y escritor belga Marc Danval, dijo de Chet Baker en una ocasión que su música y su manera de cantar, tenue y suave, era “uno de los lamentos más hermosos del siglo XX”; y por su elegante y poética forma de tocar la trompeta, comparable con Baudelaire, Rilke y Edgar Allan Poe.

En lo que a música se refiere, Chet Baker fue uno de los músicos preferidos de los años 50, sobre todo por su colaboración con Gerry Mulligan en aquel famoso cuarteto que prescindía de pianista. El “Gerry Mulligan Pianoless Quartet”, en el que el saxo barítono de Mulligan y la trompeta de Baker se unían únicamente al contrabajo y al batería. Gracias a la fama y el éxito que les propicia esta formación, Chet y los demás viajan a Europa para llevar a cabo allí varias giras. Por aquellas fechas Baker colaboraría también con músicos de la talla de Art Pepper y Lee Konitz.

Pero la otra cara de la moneda en la vida de Baker fueron las drogas, que ya lo habían acompañado en los tiempos de gloria como jazzista, siendo sus problemas con ellas lo que le obligó a refugiarse en Europa. En París, donde vivió algún tiempo, realizaría unas excepcionales grabaciones; aunque más tarde decide regresar a Estados Unidos donde graba unos temas con George Coleman y Kirk Lightsey. En 1968, en un trapicheo con unos traficantes, recibe una brutal paliza que le causa lesiones y la pérdida de algunos dientes, lo que le supone una dificultad para embocar bien el instrumento. Cuando parecía que estaba acabado, animado por Dizzy Gillespie y otros colegas, Chet vuelve a tocar ante el público en un concierto en el Carnegie Hall de Nueva York, de nuevo acompañado por el gran Gerry Mulligan.

Para profundizar más en la biografía de Chesney Chet Baker, existe la más que recomendable obra de investigación del escritor y periodista norteamericano James Gavin, en la que éste recopila una infinidad de datos bibliográficos, artículos de la época o testimonios inéditos rigurosamente con- trastados mediante entrevistas a personas del entorno del músico. Se trata de la extraordinaria ‘Deep in a dream. La larga noche de Chet Baker’, en la que el columnista del New York Times desgrana al detalle en un grueso libro de más de 500 páginas las vicisitudes del mítico intérprete de jazz a lo largo de su vida y hasta el día de su desgraciada muerte.

Nacido en 1929 en Yale, Oklahoma, en pleno hundimiento del mercado de valores de los Estados Unidos, incluso se le ha comparado iconográficamente con el malogrado James Dean, y su trágica muerte en Amsterdam el 13 de mayo de 1988 al caer desde la tercera planta del hotel Prins Hendrik sigue siendo un misterio. Se ha especulado con varias hipótesis: una sobredosis o un ajuste de cuentas fue lo que apuntaron algunos; otros, un posible suicidio en un momento bajo de los que a menudo vivía Baker, auténtica alma en pena adicta al “speedball”, que se refugiaba en las drogas y en la música para seguir viviendo. Chet era ante todo un superviviente. También se barajó la posibilidad de que Baker hubiera perdido la llave o no tuviera dinero y sufriera el accidente mortal al tratar de escalar la fachada para entrar en la habitación de un hotel que por entonces era un nido de yonquis.

En la portada del Hotel Prins Hendrik, situado enfrente de la Estación Central, actualmente se puede ver una placa conmemorativa en la que figura su imagen tocando la trompeta, y junto a él la inscripción: “Para todo aquel que esté dispuesto a escuchar y sentir, seguirá viviendo en su música”.

Coincidiendo con el aniversario de su nacimiento, y con unas infortunadas circunstancias económicas de crisis mundial análogas a las de aquel “Great Crash” del 29, se proyecta estos días el valioso “biopic” sobre la vida de Chet Baker realizado por el fotógrafo y cineasta Bruce Weber, que lleva por título ‘Let´s get lost’. Un maravilloso álbum de fotos documental que muestra los claroscuros de la personalidad del genial trompetista, como son su ya citada adicción a las drogas, su paso por la cárcel, el mundo del jazz, las mujeres con las que convivió y tuvo hijos, e incluso los entresijos familiares y la disputa legal que mantuvieron sus herederos en lo que concierne al arbitrio de los derechos de autor después de su muerte.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Elvira Magaña y el ‘Winnipeg’

El pasado día 3 de septiembre se cumplieron setenta años del viaje del Winnipeg, el barco que arribó a las costas de Valparaíso, Chile, procedente de Francia y con 2200 inmigrantes españoles refugiados republicanos o comunistas huidos de España con la llegada de Franco al poder.

La travesía se llevaría a cabo por iniciativa del poeta chileno Pablo Neruda, que consigue ver cómo el viejo carguero zarpa desde el puerto francés de Trompeloup-Pauillac, gracias al auspicio del Presidente chileno Pedro Aguirre Cerda, al que Neruda escribe desde París contándole la penosa situación en la que se encontraban los exiliados españoles, y al que le parece magnífica la idea de traer trabajadores a su país, nombrando a Neruda cónsul especial de emigración española en el país galo.

Cuando estalla la Guerra Civil española, Neruda, que había trabajado en Francia y más tarde como cónsul de Chile en España, solidario con aquellos republicanos que se encontraban en el país vecino en las inhumanas condiciones de los campos de concentración, decide acometer la empresa del traslado en un buque de mercancías sin acondicionar, y en el que no habían viajado nunca más de veinte personas, a más de dos mil hombres desde Francia hasta la chilena Valparaíso.

La noche que el Winnipeg suelta las amarras en el puerto de Trompeloup-Pauillac, Pablo Neruda escribió algo que ha sido recordado en sus Memorias:

“Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece.
Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie”.


La mayoría de los españoles que desembarcaron del Winnipeg permanecieron en Chile. Y les seguirían años después sus descendientes para reunirse con ellos y afincar sus vidas en América.

El día 10 de septiembre, en la Casa de América de Madrid, el Gobierno de Chile rindió un merecido homenaje a la memoria de todos estos exiliados a los que el poeta Pablo Neruda ayudó a trasladarse a su país, como “reconocimiento al aporte que todos ellos brindaron al país en todos los ámbitos”.

De esta forma lo manifestó el embajador chileno en España, Gonzalo Martner, en presencia de tres de las protagonistas femeninas de la diáspora, a saber: Montserrat Julió, de 80 años; Elvira Magaña, de 96, y su hija, Elena Castedo, esposa e hija de Leopoldo Castedo, historiador amigo de Neruda.

Una de las pasajeras del 'Winnipeg', Elvira Magaña, doctora en filosofía y letras que trabajó también como periodista y que se encontraba entre el público asistente al acto, comentó que después de “la huida tremenda” de España los exiliados emprendieron el viaje hacia Chile “entre la tristeza y la alegría; éramos todos tan jóvenes y en medio de la tristeza vivíamos una aventura, una aventura en medio de mucho calor y la escasez de agua”. Y recordó su regreso a España “después de la muerte de Franco”, en 1975.

Como colofón al acto de homenaje en el que también se leyó una carta de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, se presentó una adaptación reducida de la obra de teatro del dramaturgo chileno Jorge Díaz “Winnipeg, el Confín de la Esperanza”.

A la conmemoración asistió también el concejal Pedro Zerolo y el escritor y periodista Diego Carcedo, autor de un libro sobre la travesía del Winnipeg publicado en 2006.


Fotografía de Elvira Magaña © Fernando Torres

miércoles, 9 de septiembre de 2009

'Sincronías del destino', un amour fou


“La casualidad guía siempre mis primeros pasos en una ciudad”. Walter Benjamin.

Un escritor que intenta hacer lo propio se lanza a una surrealista búsqueda del tiempo perdido a la vez que, desde entonces, el azar más recurrente y los sentimientos del escritor se van concitando en una ciudad tan literaria como es París. Como resultado el reencuentro con un amor abruptamente interrumpido por la sombra de algo que a todos nos podría amenazar si no lo contemplásemos con optimismo.

La novela quiere ser un homenaje a la Ciudad Luz, que ha visto, a lo largo de su historia y en su devenir, las luces y sombras de un gran número de literatos y letraheridos abocados a una tarea encomiable: las obras de sus vidas. Vidas que, en sí mismas, son grandes e inmortales novelas escritas con las mil voces y avatares del destino.

Una sucesión de coincidencias urdidas por el inescrutable azar constituyen la trama que lleva al autor de la novela a emprender una surrealista búsqueda, para finalmente reencontrarse con un antiguo amour fou. La poesía de Poe titulada 'A Helena' forma parte de una de esas asombrosas sincronías que ponen sobre la pista siempre inescrutable del destino al escritor protagonista de la narración, en este año del centenario de la muerte del inmortal autor.

La obra también quiere hacer una reflexión sobre la enfermedad y la muerte, que se materializa en la dolencia de Helena, la protagonista femenina.

Además de ser una novela que narra la historia real de un amor loco, ‘Sincronías del destino’ es una “guía” cultural del París literario; una Moleskine con retazos de su faceta histórica, política, artística…, e insólita también. Personajes y lugares que aún existen o que inesperadamente acaban de desaparecer desfilan por ella. Algunos se han desvanecido como en un sueño al despertar. Tal es el caso real del Bar-Tabac des Templiers, situado en la parisina rue de Rivoli, derribado poco después de escribir la novela y donde se reunían un grupo de acólitos realistas a favor de la monarquía en Francia.

Je voudrais mourir avant toi
Au silence d'un matin froid
Toi ma sœur, mon amour, mon enfant
Toi mon jour
Couché au creux de tes doigts

H. Aufray

La novela 'Sincronías del destino' participó en el Premio de novela Book and You, convocado a través de la web habilitada para el concurso y en la que es posible inscribirse como lector.