“Chet, amigo, ¡qué tragedia tu vida, pero también qué poesía!"
Marc Danval
El cronista de jazz y escritor belga Marc Danval, dijo de Chet Baker en una ocasión que su música y su manera de cantar, tenue y suave, era “uno de los lamentos más hermosos del siglo XX”; y por su elegante y poética forma de tocar la trompeta, comparable con Baudelaire, Rilke y Edgar Allan Poe.
En lo que a música se refiere, Chet Baker fue uno de los músicos preferidos de los años 50, sobre todo por su colaboración con Gerry Mulligan en aquel famoso cuarteto que prescindía de pianista. El “Gerry Mulligan Pianoless Quartet”, en el que el saxo barítono de Mulligan y la trompeta de Baker se unían únicamente al contrabajo y al batería. Gracias a la fama y el éxito que les propicia esta formación, Chet y los demás viajan a Europa para llevar a cabo allí varias giras. Por aquellas fechas Baker colaboraría también con músicos de la talla de Art Pepper y Lee Konitz.
Pero la otra cara de la moneda en la vida de Baker fueron las drogas, que ya lo habían acompañado en los tiempos de gloria como jazzista, siendo sus problemas con ellas lo que le obligó a refugiarse en Europa. En París, donde vivió algún tiempo, realizaría unas excepcionales grabaciones; aunque más tarde decide regresar a Estados Unidos donde graba unos temas con George Coleman y Kirk Lightsey. En 1968, en un trapicheo con unos traficantes, recibe una brutal paliza que le causa lesiones y la pérdida de algunos dientes, lo que le supone una dificultad para embocar bien el instrumento. Cuando parecía que estaba acabado, animado por Dizzy Gillespie y otros colegas, Chet vuelve a tocar ante el público en un concierto en el Carnegie Hall de Nueva York, de nuevo acompañado por el gran Gerry Mulligan.
Para profundizar más en la biografía de Chesney Chet Baker, existe la más que recomendable obra de investigación del escritor y periodista norteamericano James Gavin, en la que éste recopila una infinidad de datos bibliográficos, artículos de la época o testimonios inéditos rigurosamente con- trastados mediante entrevistas a personas del entorno del músico. Se trata de la extraordinaria ‘Deep in a dream. La larga noche de Chet Baker’, en la que el columnista del New York Times desgrana al detalle en un grueso libro de más de 500 páginas las vicisitudes del mítico intérprete de jazz a lo largo de su vida y hasta el día de su desgraciada muerte.
Nacido en 1929 en Yale, Oklahoma, en pleno hundimiento del mercado de valores de los Estados Unidos, incluso se le ha comparado iconográficamente con el malogrado James Dean, y su trágica muerte en Amsterdam el 13 de mayo de 1988 al caer desde la tercera planta del hotel Prins Hendrik sigue siendo un misterio. Se ha especulado con varias hipótesis: una sobredosis o un ajuste de cuentas fue lo que apuntaron algunos; otros, un posible suicidio en un momento bajo de los que a menudo vivía Baker, auténtica alma en pena adicta al “speedball”, que se refugiaba en las drogas y en la música para seguir viviendo. Chet era ante todo un superviviente. También se barajó la posibilidad de que Baker hubiera perdido la llave o no tuviera dinero y sufriera el accidente mortal al tratar de escalar la fachada para entrar en la habitación de un hotel que por entonces era un nido de yonquis.
En lo que a música se refiere, Chet Baker fue uno de los músicos preferidos de los años 50, sobre todo por su colaboración con Gerry Mulligan en aquel famoso cuarteto que prescindía de pianista. El “Gerry Mulligan Pianoless Quartet”, en el que el saxo barítono de Mulligan y la trompeta de Baker se unían únicamente al contrabajo y al batería. Gracias a la fama y el éxito que les propicia esta formación, Chet y los demás viajan a Europa para llevar a cabo allí varias giras. Por aquellas fechas Baker colaboraría también con músicos de la talla de Art Pepper y Lee Konitz.
Pero la otra cara de la moneda en la vida de Baker fueron las drogas, que ya lo habían acompañado en los tiempos de gloria como jazzista, siendo sus problemas con ellas lo que le obligó a refugiarse en Europa. En París, donde vivió algún tiempo, realizaría unas excepcionales grabaciones; aunque más tarde decide regresar a Estados Unidos donde graba unos temas con George Coleman y Kirk Lightsey. En 1968, en un trapicheo con unos traficantes, recibe una brutal paliza que le causa lesiones y la pérdida de algunos dientes, lo que le supone una dificultad para embocar bien el instrumento. Cuando parecía que estaba acabado, animado por Dizzy Gillespie y otros colegas, Chet vuelve a tocar ante el público en un concierto en el Carnegie Hall de Nueva York, de nuevo acompañado por el gran Gerry Mulligan.
Para profundizar más en la biografía de Chesney Chet Baker, existe la más que recomendable obra de investigación del escritor y periodista norteamericano James Gavin, en la que éste recopila una infinidad de datos bibliográficos, artículos de la época o testimonios inéditos rigurosamente con- trastados mediante entrevistas a personas del entorno del músico. Se trata de la extraordinaria ‘Deep in a dream. La larga noche de Chet Baker’, en la que el columnista del New York Times desgrana al detalle en un grueso libro de más de 500 páginas las vicisitudes del mítico intérprete de jazz a lo largo de su vida y hasta el día de su desgraciada muerte.
Nacido en 1929 en Yale, Oklahoma, en pleno hundimiento del mercado de valores de los Estados Unidos, incluso se le ha comparado iconográficamente con el malogrado James Dean, y su trágica muerte en Amsterdam el 13 de mayo de 1988 al caer desde la tercera planta del hotel Prins Hendrik sigue siendo un misterio. Se ha especulado con varias hipótesis: una sobredosis o un ajuste de cuentas fue lo que apuntaron algunos; otros, un posible suicidio en un momento bajo de los que a menudo vivía Baker, auténtica alma en pena adicta al “speedball”, que se refugiaba en las drogas y en la música para seguir viviendo. Chet era ante todo un superviviente. También se barajó la posibilidad de que Baker hubiera perdido la llave o no tuviera dinero y sufriera el accidente mortal al tratar de escalar la fachada para entrar en la habitación de un hotel que por entonces era un nido de yonquis.
En la portada del Hotel Prins Hendrik, situado enfrente de la Estación Central, actualmente se puede ver una placa conmemorativa en la que figura su imagen tocando la trompeta, y junto a él la inscripción: “Para todo aquel que esté dispuesto a escuchar y sentir, seguirá viviendo en su música”.
Coincidiendo con el aniversario de su nacimiento, y con unas infortunadas circunstancias económicas de crisis mundial análogas a las de aquel “Great Crash” del 29, se proyecta estos días el valioso “biopic” sobre la vida de Chet Baker realizado por el fotógrafo y cineasta Bruce Weber, que lleva por título ‘Let´s get lost’. Un maravilloso álbum de fotos documental que muestra los claroscuros de la personalidad del genial trompetista, como son su ya citada adicción a las drogas, su paso por la cárcel, el mundo del jazz, las mujeres con las que convivió y tuvo hijos, e incluso los entresijos familiares y la disputa legal que mantuvieron sus herederos en lo que concierne al arbitrio de los derechos de autor después de su muerte.