sábado, 17 de octubre de 2009

El mundo mágico de la fotografía infrarroja


Tan quiméricas como los colores en nuestros sueños, las surreales y oníricas imágenes captadas por la fotografía infrarroja demuestran que existe una realidad mágica.

La percepción del color es un hecho puramente psíquico y subjetivo; los colores, tal como los vemos, no existen fuera objetivamente, sino que se originan a través de la retina, en nuestra pantalla psíquica interior. El rango del espectro lumínico –entre 700 y 1.200 nanómetros– que capta la fotografía infrarroja es invisible al ojo humano, y sus aplicaciones van desde el arte a la ciencia, como se verá.

La fotografía infrarroja, pues, necesita una cámara reflex y una película sensible a la longitud de onda que emiten los objetos a fotografiar. Todos los objetos calientes emiten, en mayor o menor medida, una radiación infrarroja.

Los comienzos de la fotografía infrarroja se remontan a una implementación en el sistema militar para detectar camuflajes a través de las conocidas fotografías aéreas. Aunque su uso más extendido es en el ámbito de la astronomía y mediante los telescopios IRTS capaces de fotografiar algo de ese 90% de la materia invisible del Universo. También en la medicina tiene aplicación para detectar y diagnosticar algunos tipos de cáncer. Pero hoy en día se emplea mucho en el terreno de la fotografía artística.

Debido a las características de las tonalidades pictóricas que se obtienen con las fotografías infrarrojas, muchos artistas como Seth Mayer, Lindsay Garret, Donald Aaby o el prestigioso Simon Marsden, con sus instantáneas de corte gótico, han conseguido crear mundos espectrales o surrealistas.

De entre las películas infrarrojas más populares, cabe destacar la Kodak infrared, y la Ilford sfx 200. Unas dan como resultado un color ficticio, y otras unos extraños tonos en blanco y negro.

Con el ‘boom’ de la fotografía digital, la técnica clásica de la fotografía infrarroja ha ido perdiendo adeptos. Hoy en día, experimentar con el infrarrojo en cámaras fotográficas digitales es posible en algunos casos inhabilitando a éstas el filtro “hot mirror” que las protege de esa radiación. Con esta simple operación se puede conseguir que algunas máquinas digitales del mercado, acoplándolas un filtro infrarrojo, consigan fotografías infrarrojas.

Los filtros infrarrojos tienen como misión suprimir la radiación ultravioleta y la totalidad o gran parte del espectro visible, dejando pasar a través del objetivo de la cámara solamente el espectro infrarrojo. Sin el filtro de infrarrojo, la película absorbería todo el espectro y dejaría el negativo inservible.

En el mercado se pueden encontrar diversos tipos de filtro infrarrojo, para según los casos o criterios personales como los que comercializa Hoya (r72) o Cokin (p007), por ejemplo. Se diferencian en la cantidad de espectro infrarrojo que dejan pasar. A mayor cantidad de espectro infrarrojo, el efecto en la película será también más acusado.

Otra vía es experimentar con programas de retoque fotográfico, como el célebre Photoshop u otros. Aunque esta alternativa es ampliamente denostada por los auténticos puristas aficionados a esta técnica fotográfica. No obstante, no pongamos puertas al campo ni límites a la imaginación…

Como muestra un botón; o mejor, una web muy recomendable e ilustrativa: Tutorial 9



Fotografía ‘Valium skies’ © Naomi Frost