jueves, 31 de marzo de 2011

Gallimard cumple un siglo de edición



Con motivo del centenario de Ediciones Gallimard, la BNF expone un siglo de historia intelectual a través de la trayectoria de una de las más prestigiosas editoriales de Francia.

El dandi Gaston Gallimard, entusiasta hedonista hijo de un aficionado a coleccionar libros raros y arte impresionista amigo del pintor Auguste Renoir, fundaría en 1911 en París la editorial que lleva su nombre. Pues, a fin de cuentas, la casa de Éditions Gallimard era en realidad la prolongación de la célebre NRF (Nueva Revista Francesa), en sus comienzos coordinada por André Gide y Jean Schlumberger; los mismos con los que Gallimard crearía, el 31 de mayo de ese año, Éditions de la Nouvelle Revue Française, con sede en el 79 de la Rue Saint-Lazare.

Al año siguiente, Marcel Proust le proponía a Gallimard la publicación de su manuscrito, ‘Del lado de Swann’. Obra que en un principio fue rechazada por el grupo, a pesar de la opinión favorable de Gallimard, por tratarse de un escritor frívolo, catalogado como de “Rive droite”. Dos años más tarde, percatándose del gran error cometido, Gide, Gallimard y Rivière tratan de recuperar a Proust, que por entonces publicaba en Grasset, la editorial de la competencia con domicilio social en la Rue des Saints-Pères. La obra de Proust, primer volumen de La Recherche, reaparece publicada en 1917, por fin engrosando ya el catálogo de la NRF. En aquel tiempo la guerra había disgregado a muchos autores y colaboradores de la editorial. Poco después, en 1919, Proust ganaría el Premio Goncourt por ‘A la sombra de las muchachas en flor’.

Ya en los años treinta, la nueva sede en el inmueble del 5 Rue de Sébastien-Bottin era un hervidero de la inte-lectualidad francesa de la época. En los pequeños despachos de la editorial Gallimard trabajaban incansables André Malraux, Raymond Queneau y Jean Paulhan leyendo manuscritos, redactando informes, preparando colecciones, antologías o libros de arte. A veces las innumerables reuniones se celebraban incluso en la misma calle, en el exterior del tramo antes conocido como Rue de Beaune; otras en los modestos cafés del barrio de la Rive Gauche o en el sótano del Hotel Pont-Royal, en la vecina Rue de Montalembert.

En los primeros años cuarenta, durante la ocupación nazi, Gallimard tuvo que bregar con los arbitrajes fascistas de la ‘Propagandastaffel’ alemana, que imponía sus propios criterios editoriales. Entretanto, Paulhan era el depositario de los manuscritos que le eran secretamente remitidos para las publicaciones clandestinas de la Resistencia.

Entre las muchas vicisitudes por las que atravesaba el gremio editorial en aquellos días, estuvo también el trágico suicidio del decepcionado Pierre Drieu la Rochelle, por entonces director de la NRF y adscrito a la ultraderechista Action française, poco después de abandonar el cargo en 1943; es decir, el 15 de marzo de 1945, tras un primer intento fallido el año anterior.

Gallimard, sintiéndose ya mermado de fuerzas para continuar, fue progresivamente dejando paso en el poder a su hijo Claude. Gaston Gallimard murió el 25 de diciembre de 1975, a la edad de 94 años.

Otra guerra muy distinta es la que comenzaron los herederos de Gallimard en 1988, tras el reparto de su patrimonio. El hijo de Gaston y segundo gran director de la editorial, Claude, y el segundo varón, Antoine, actual gerente de la empresa, que dispuso de un porcentaje mayor de las acciones. Y por otro lado, la amenaza de la posibilidad de la compra de la entidad por alguna depredadora compañía extranjera sin escrúpulos comerciales.

En la nómina de esta ilustre institución de la cultura francesa figuran nombres de la historia de la literatura y el pensamiento del siglo XX como Proust, Gide, Claudel, Aragon, Breton, Malraux, Joyce, Faulkner, Camus, Sartre, Queneau, Yourcenar, Duras, Kerouac, Saint-Exupéry, Bataille, Michaux, Ionesco, Pinter, Blanchot, Modiano, Le Clézio, Tournier…, o Kundera, que en estos días es noticia por su reciente ingreso en la prestigiosa biblioteca de ‘La Pléiade’.

Actualmente y hasta el 3 de julio, para celebrar el aniversario de Gallimard se muestra una exposición que reúne los tesoros de la BNF (Biblioteca Nacional de Francia) y de otras bibliotecas, y los archivos inéditos del editor, como manuscritos, correspondencia, ediciones originales y fotografías diversas. La exposición cuenta, además, con la colaboración del INA (Instituto Nacional del Audiovisual) para iluminar y poner sonido a todo el conjunto de la memorabilia de ‘Gallimard, 1911-2011: un siècle d’édition’.

A estos interesantes contenidos se ha sumado también la proyección del documental ‘Gallimard, le Roi Lire’, del realizador William Karel.



Más información

Página web de Ediciones Gallimard

Página web de la BNF


Enlaces de interés

Milan Kundera ya es inmortal, artículo de El País

‘Gallimard, le Roi Lire’, documental de William Karel

Gallimard et nous, en Le Nouvel Observateur

Entrevista a Antoine Gallimard, por Juan Cruz


Montaje Gallimard/Rue Sébastien-Bottin © Fernando Torres

viernes, 18 de marzo de 2011

‘Fukushima mon amour’


A poco más de un año vista del brutal terremoto que aquel 27 de febrero sacudía Chile, del cual tuve una visión cercana a través de la crónica que me enviaba desde Santiago la escritora chilena Freya Hödar –un testimonio directo y más humano que las frías estadísticas vertidas en las noticias que por entonces saturaban los medios de comunicación, los mismos medios que ya habían sido recientemente des-bordados por el gran cataclismo de Haití del 12 de enero–, el escritor David Torres me invitaba a asistir, el pasado día 2 de marzo en Madrid, a la presentación de su última nove-la, ‘Punto de fisión’. Un libro que se compone de cuatro historias y que se inicia con un relato ambientado en la hecatombe nuclear de Chernobyl, protagonizado por Sergei, un niño al que la mafia ucraniana obliga a penetrar en la zona de exclusión, contaminada por la radioactividad, para recuperar importantes objetos de valor allí depositados.

Parecía una broma macabra del destino que, apenas unos días después, este nuevo terremoto acaecido en Fukushima el pasado viernes 11 de marzo, de catastróficas consecuencias agravadas por el devastador tsunami posterior, nos fuera a recordar tanto lo sucedido en Chernobyl. Pues ha supuesto, además del número de víctimas y daños materiales propios de un seísmo de una magnitud de 8,9 grados en la escala de Richter, la amenaza real de un más que probable accidente nuclear como el acontecido en Ucrania en 1986, contra lo que aún se está luchando denodadamente una semana más tarde con el fantasma de Hiroshima en la memoria como una pesadilla imborrable.

Algo a lo que afortunadamente no tuvieron que enfrentarse los japoneses durante el terremoto de 1995 en Kobe, ciudad donde pasó su infancia el novelista Haruki Murakami, y a la que regresó tras el terremoto después de haber vivido en Europa y América desde 1986, a raíz de su exitosa ‘Tokio Blues’. Más tarde, Murakami escribiría sobre el trágico desastre natural que conllevó la muerte de 5.000 personas, otras 300.000 sin hogar y la destrucción de gran parte de las importantes infraestructuras portuarias de Kobe.

Por otra parte, también curiosamente, la casualidad ha querido que el escritor Kenzaburo Oé, premio Nobel de Literatura en 1994, escribiera la víspera del seísmo de Fukushima un artículo en el que rememora la vida de un pescador de su generación expuesto a la radiación durante una prueba de la bomba de hidrógeno en el atolón de Bikini. El artículo apareció publicado en la edición vespertina del diario Asahi el 15 de marzo. Oé, autor de ‘Notas sobre Hiroshima’, afirma que “Japón ha entrado en una nueva era”.

Sin duda, los efectos estocásticos del accidente nuclear se dejarán sentir también en la literatura. Es necesario exorcizar las obsesiones, como así lo hiciera Marguerite Duras con el guión de la memorable película de Alain Resnais, ‘Hiroshima mon amour’.

“Y después saldremos para volver a ver las estrellas”. Dante.


Más información

Imaginario de la literatura japonesa
Japón y el sombrero de las cumbres


Enlace de interés

Freya y ‘El Anillo de Fuego’

Fotografía de la Central de Fukushima fuente Público

domingo, 6 de marzo de 2011

Los desajustes de Philip K. Dick



“Cuando pierdes la razón alcanzas el conocimiento perfecto”. Jack Kerouac

El controvertido y prolífico escritor de relatos y novelas de ciencia ficción estadounidense, Philip Kindred Dick, se caracterizó por el tratamiento psicológico que daba habi-tualmente en sus obras a los personajes. Generalmente, alternando siempre un tono pesimista con algunos matices hilarantes, en una trama donde los protagonistas se debaten en la eterna pugna entre el destino y el libre albedrío.

Con frecuencia sus historias resultan surrealistas fantasías en las que los actores van descubriendo que sus vidas cotidianas son realmente una ilusión creada por poderosas entidades exteriores, por grandes complots o conspiraciones políticas, o simplemente por los acontecimientos que son dictados por un inverosímil narrador omnisciente, al que deben enfrentar el determinismo y la voluntad propia sin olvidar la baza que juega siempre el inescrutable azar.

Philip K. Dick declaró abiertamente que muchas de sus obras y pensamientos estuvieron influidos por los trabajos del suizo Carl G. Jung, fundador de la teoría de la psique humana denominada psicología analítica, opuesta a la doctrina freudiana del psicoanálisis. El propio Dick –más tarde visiblemente esquizofrénico a tenor de sus relatos– estuvo en tratamiento con un psicoterapeuta discípulo de Jung durante su adolescencia. Si bien en sus últimos años sufrió de una paranoia aguda que reflejó de forma patente en novelas como ‘Una mirada a la oscuridad’, ‘Ubik’ o ‘Fluyan mis lágrimas, dijo el policía’.

Las especulaciones junguianas que más inquietaban a Dick eran los paradigmas de lo inconsciente colectivo, las alucinaciones o proyecciones colectivas, las sincronías del destino y su teoría de la personalidad. Por ello, de una manera u otra, Jung ha estado siempre muy presente en sus obras; los personajes de sus historias analizan la realidad y sus percepciones en esos términos junguianos que el autor conocía tan bien.

Dick estudió en la Universidad de Berkeley, y allí participó en programas de radio y simpatizó con el mundo de la contracultura al que pertenecían, entre otros, los adeptos al movimiento ‘Beat’, experimentando con drogas psicoactivas. Aunque, muy al contrario que Aldous Huxley, por ejemplo, Dick negaría que éstas hubieran influido en su obra. No obstante, es sabido que el autor de la ucrónica ‘El hombre en el castillo’, ganadora del Premio Hugo en 1963 (el mismo año de la muerte de Huxley), fue un adicto a las anfetaminas y, en menor medida, consumió LSD iniciado por su colega Ray F. Nelson. Si bien, curiosamente, lo hizo después de escri-bir ‘Los tres estigmas de Palmer Eldritch’, novela “lisérgica” por excelencia.

Una vez más, en esta ocasión dirigida por George Nolfi, ha sido llevada al cine otra de las novelas de este escritor perturbado, cuyo titulo original en inglés era ‘The Adjustment Bureau’ (La oficina de ajustes), y que aquí figura con el rótulo de ‘Destino oculto’.



Más información

Página web oficial de Philip K. Dick

Premio Philip K. Dick


Enlace de interés

Trailer de la película ‘Destino oculto’

Fotografía del trailer © G. Nolfi / Universal Pictures