domingo, 18 de agosto de 2013

Murió Jacques Vergès, ¿el Voltaire del siglo XX?


Ha muerto el abogado del diablo, Jacques Vergès, conocido por su mediación como defensor de grandes villanos del siglo XX. Entre sus clientes más conocidos figuraron el nazi Klaus Barbie, apodado el Carnicero de Lyon, o el terrorista venezolano Carlos, alias El Chacal. Al igual que Voltaire, el abogado Jacques Vergés fue odiado por algunos, admirado por otros y temido y respetado por una gran mayoría.

Aquejado de una grave bronquitis crónica que no acabó de curar, Vergès murió en París la noche del pasado jueves de un ataque al corazón a los 88 años. Precisamente cuando se encontraba en la casa de unos amigos junto al Sena y frente al Museo del Louvre. En el mismo domicilio en el que murió el escritor Voltaire en 1778 y donde Vergès solía pasar algunas temporadas desde que hace un par de años sufriera su primer ataque al corazón. “Un lugar ideal para este último golpe de efecto que debía ser la muerte de este actor nato”, resaltó su editorial, Pierre-Guillaume de Roux, en un comunicado en el que confirmaba la muerte de este, y que publicó en febrero sus memorias, ‘De mon propre aveu. Souvenir et rêveries’ (Con mis propias palabras. Recuerdos y reflexiones), “al igual que Voltaire, cultivaba el arte de la revuelta y de los giros permanentes”.

Voltaire fue el primer escritor francés que se implicó públicamente en un asunto judicial. En cierta ocasión el escritor, historiador, filósofo y abogado francés defendió a un criminal convicto llamado Jean Calas al que creía inocente con total convencimiento. En este caso histórico, al parecer, Voltaire estaba en lo cierto y de esa forma consiguió limpiar el nombre de Calas a la vez que demostraba al mundo que París era una ciudad donde la justicia siempre debería prevalecer frente a los prejuicios de la intolerancia religiosa y las flagrantes injusticias. No obstante, Jean Calas, un modesto comerciante que residía en Toulouse y que desde entonces es conocido por haber sido víctima de un juicio parcial debido a su condición de protestante, finalmente fue ejecutado. En Francia se le considera todo un símbolo de esa intransigencia religiosa que imperaba en su tiempo, algo contra lo que de manera vehemente abogaba Voltaire, que se caracterizó por su tolerancia y defendió la convivencia pacífica entre hombres de distintas creencias y religiones; al contrario que, por ejemplo, Montesquieu con el que discrepaba de una forma manifiesta.  

El 9 de marzo de 1762, el parlamento de Toulouse sentenció a muerte a Jean. Al día siguiente se ejecutó la sentencia y murió clamando su inocencia. Tras ser torturado se le ejecutó y el cadáver fue quemado en la hoguera. Francia era un país mayoritariamente católico y el catolicismo era la religión estatal. En su época, la dura represión del protestantismo iniciada por el rey Luis XIV con la revocación del edicto de Nantes había comenzado a ablandarse, sin embargo los protestantes apenas si eran solamente tolerados.

Tanto Calas como su esposa eran protestantes. Louis, uno de los hijos de Calas, se convirtió al catolicismo en 1756. Entre el 13 y 14 de octubre de 1761, el primogénito de Calas, Marc-Antoine, fue hallado muerto en la planta baja de la residencia familiar. Al interrogar a la familia, al principio declararon que había sido asesinado por obra de un ladrón. Más tarde asegurarían que encontraron a Marc-Antoine ahorcado. Y dado que la Iglesia consideraba el suicidio como el más aborrecible crimen perpetrado contra uno mismo, dispusieron todo lo necesario para que la muerte de su hijo Marc-Antoine pareciese un estrangulamiento a consecuencia de un robo. Según comenzó a rumorearse entonces, Jean Calas habría asesinado a su hijo al enterarse de que, también él, pretendía convertirse al catolicismo. Sin indagar realmente si esta había sido la intención de Marc-Antoine, se le declaró mártir y se le sepultó de acuerdo con el rito católico, y se acusó a su padre de asesinato.

Voltaire, que sostenía que el cristianismo era la raíz de todo fanatismo dogmático,  tendría noticia del caso Calas mientras se encontraba refugiado en Ginebra –donde también chocó con la mentalidad calvinista de los ginebrinos– debido a algunas desavenencias con Federico II –que también motivaron su expulsión de Alemania– y a la negativa de Francia de aceptar su regreso.

El hijo de Jean, Pierre Calas, que había sido desterrado, estaba seguro de la inocencia de su padre y logró convencer al filósofo, que en un principio sospechaba que Calas hubiese actuado por fanatismo anticatólico. Para lograr la revisión del proceso, Voltaire publicó, en 1763, el Tratado sobre la tolerancia con motivo de la muerte de Jean Calas. Finalmente, el 9 de marzo de 1765, se reconoció la inocencia de Calas, cuya memoria y la de su familia fue rehabilitada.

Por su parte, Jacques Vergès, defensor de individuos como el nazi a cuyo cargo estaba el mando de la Gestapo durante la ocupación alemana de la ciudad de París, Klaus Barbie, y militante anticolonialista, fue defensor también del celebérrimo terrorista venezolano Carlos, alias El Chacal. En la memoria colectiva estará muy presente la magnífica película de Fred Zinnemann basada en la gran novela de Frederick Forsyth en la que el objetivo de El Chacal, contratado por la entonces organización terrorista francesa de extrema derecha llamada OAS (Organisation de l’Armée Secrète), es atentar contra la vida del Presidente de la República Francesa, el general Charles De Gaulle.

La historia que narra Forsyth parte de un hecho real, el intento de asesinato del entonces presidente Charles de Gaulle, cometido por un comando del grupo terrorista OAS, liderado por un oficial veterano de la Guerra de Independencia de Argelia llamado Jean-Marie Bastien-Thiry. Comienza con una detallada descripción del atentado contra la vida de De Gaulle y el fusilamiento de Bastien-Thiry. A partir de ahí, el escritor comienza a desarrollar su personal trama de ficción.

No obstante, el real e histórico Ilich Ramírez Sánchez, más conocido como Carlos El Chacal, un venezolano que durante muchos años fue uno de los fugitivos internacionales más buscados, fue miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y posteriormente de un grupo propio que en la actualidad cumple condenas de cadena perpetua en Francia por el asesinato de dos agentes de la DST (Direction de la Surveillance du Territoire), es considerado terrorista por los estados de Francia, Israel y los Estados Unidos, mientras que otros estados como Venezuela, Libia, Argelia, Siria y Palestina lo consideran un héroe de la causa árabe.

Un halo de misterio rodea también al brillante penalista de madre vietnamita, Jacques Vergès, incluso en la fecha de su nacimiento, que oficialmente consta el día 5 de marzo de 1925 en Oban, Tailandia, donde su padre era cónsul de Francia. Si bien algunos biógrafos fechan su nacimiento un año antes. Su infancia la pasaría en la isla francesa de La Reunión y muy joven se dirige a Londres para enrolarse en la Fuerzas Francesas Libres del general De Gaulle. En 1945 ingresa en el Partido Comunista francés, donde demuestra una militancia anticolonialista. Durante su periodo como estudiante en París, cuenta entre sus amigos con el mismísimo Pol Pot, el joven que con el tiempo se convertiría en el sanguinario dirigente militar camboyano.

Entre los años 1951 a 1954 vivió en Praga afiliado a la Unión Comunista de estudiantes, una temporada en la que fueron frecuentes sus viajes, codeándose con el futuro presidente de la República Democrática Alemana, Erich Honecker, o con Alexandre Chelepine, el que fuera jefe de los servicios secretos soviéticos del KGB. De vuelta a Francia, presta juramento como abogado en 1955.

Durante la guerra de independencia de Argelia continúa su actividad profesional y en 1957 se encarga de la defensa de la que años más tarde fuera su mujer, es decir, la militante del FNL (Frente de Liberación Nacional) Djamila Bouhired, condenada a muerte por terrorismo. Vergès consigue que fuera indultada y liberada.

Con la independencia de Argelia en 1962, se instala en Argel, donde es nacionalizado y convertido al Islam. Realiza varios viajes entre los que destaca el que hace a Pekín, allí es recibido por Mao, o sus traslados a Beirut junto a importantes miembros de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina).

Tras un lapso de tiempo en el que su biografía no está muy clara –si bien se cree que permaneció en Camboya–, en 1982 reaparece para el juicio a la terrorista de extrema izquierda alemana, Magdalena Kopp; y seguidamente, en 1987, en el del citado Klaus Barbie, condenado por crímenes de lesa humanidad. En los años noventa defendió, entre otros, al ya citado Carlos El Chacal y a un tal Omar Raddad, acusado de matar a la mujer que le había dado empleo como jardinero. Uno de los sucesos con el consiguiente juicio más mediatizados de Francia por aquellas fechas. Y ya en 2011 corre a su cargo el juicio celebrado en Camboya en defensa del jemer rojo Khieu Samphan.

Unos años antes, en 2004, entrevistado para el periódico francés desaparecido en 2011 France Soir cómo sería capaz de defender a Sadam Husein contestó: “Defender a Sadam no es una causa perdida. Defender a Bush es la causa perdida”, obviamente se refería a George W. Bush. En otra entrevista realizada por EL PAÍS hace algunos años con motivo de la aparición de un documental sobre su vida titulado ‘El Abogado del Terror’, Vergès declaraba: “En todos los criminales hay una parte de humanidad. En Klaus Barbie había también un hombre que sufría”.


Fotografía de Jacques Vergés © Alain Aubert / Le Figaro