Una vez estuve en casa de Edith
Piaf. En realidad un minúsculo apartamento en el parisino barrio de
Ménilmontant. Me presenté allí sin avisar y llamé a la puerta de ese inmueble
del 5, Rue Crespin du Gast con la sana intención de visitar lo que hoy es su
museo. Me abrió la puerta un hombre que al principio me recriminó el no haber
llamado por teléfono para pedir cita, a lo que yo le expuse mi ignorancia, pues
en la oficina de turismo no me habían advertido de nada, dándome solo la
dirección en la que se encontraba la casa de esta buena mujer. Finalmente,
aquel hombre me dejó pasar sin más reparos y, una vez dentro, me permitió
curiosear solo por el domicilio, retirándose tras poner un disco de la Piaf en
el tocadiscos de época para una mejor ambientación de la pequeña residencia y
acogida al visitante como debía tener por costumbre.
Allí estaban el oso raído de
peluche ya deslucido y algo sucio que recibió Piaf en vida como regalo, y que
aparece en la película biográfica estrenada hace algunos años; o los viejos
guantes de boxeo de su novio, el marroquí Marcel Cerdan, apodado el “Bombardero
de Marruecos”, entre una serie de objetos entrañables que recordaban los años
de su corta vida. Pues Edith Giovanna Gassion moriría a los 47 años de edad
debido a causa de un cáncer hepático. Sus restos mortales descansan en el
parisino cementerio de Père Lachaise.
Di un repaso rápido con la vista
a todos los demás recuerdos de la cantante que allí reposaban, pero me quedó
persistente en la memoria el que me había despertado la visión del adminículo
pugilístico del malogrado Cerdan, que fallece en un trágico accidente aéreo
cuando se trasladaba de París a Nueva York para reunirse con su amada Edith, un
27 de octubre de 1949. Dos meses después tenía que pelear en la revancha contra
Jake LaMotta. Pero desgraciadamente su avión se fue a estrellar en una montaña
de las Azores.
Después de una vida de denodada
lucha y lejos de ser color de rosa, Edith Piaf moriría también ese mismo mes
del año 1963; un 10 de octubre, tal día como hoy hace 50 años. Aunque se dio
como fecha oficial la de su traslado a París, es decir, el día 11 de este
otoñal y para ella fatal mes. Por cierto, el mismo día en que muere su gran amigo, el polifacético Jean Cocteau, quien al enterarse de su muerte, y antes de morir
él mismo, diría que nunca había conocido un ser más desprendido de su alma: “Ella no entregaba su alma, ella la
regalaba, ella tiraba oro por las ventanas”.
Edith Piaf. ‘L’Hymne à l’amour’