“Me siento como un polizón en un gran transatlántico”, ha declarado
con humildad el escritor galardonado por su obra con el merecido Premio de
Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes. Justamente cuando el gran
Cervantes y sus huesos han estado más presentes que nunca en todos los medios
de comunicación. Goytisolo (Barcelona, 1931) explicó que “no se puede rechazar un premio con el nombre de Cervantes, sería
rechazar a Cervantes”. Pero también manifestó, con su habitual serena ironía,
que no lo iba a recoger ataviado con chaqué, puestos a disfrazarse acudiría con
una chilaba. Según declaró, lo que más le ha alegrado del Premio es la alegría
de sus amigos.
Preguntado por la elección de una
primera lectura de entre sus novelas y ensayos, el autor sugiere comenzar
leyendo el libro ‘Campos de Níjar’, un retrato de una España pobre, llena de
analfabetos en una geografía inhóspita, cuyas maneras de hablar contrastaban enormemente
con su Barcelona natal. Otra alternativa que nos ofrece sería ‘Telón de boca’, una
ficción narrativa escrita mayormente en primera persona, con trazos autobiográficos
en los que convergen autor, narrador y géneros literarios. Después de ésta, Goytisolo
escribiría ‘El exiliado de aquí y de allá’, donde en el fondo se trata del
mismo personaje que nace en ‘Señas de identidad’, se transforma en obras como ‘Makbara’
y, finalmente, adquiere mayor protagonismo en ‘Paisajes después de la batalla’.
Respecto a su poesía señala el breve poemario titulado ‘Ardores, ceniza,
desmemoria’, sobre el cual el autor aseguró que fue visitado por la poesía sin
invitación y, por tanto, de forma imprevista y con escasa intervención por su
parte, mientras paseaba, leía o escribía algún artículo. Sus diversos artículos
periodísticos están compilados para el lector en los libros ‘Disidencias’ y
‘Contracorrientes’.
En España, dice el escritor, el
problema fue el canon nacional católico; gracias a su estancia en Estados
Unidos, donde impartió clases de literatura en universidades de California,
Boston y Nueva York, pudo leer a Blanco White, por ejemplo, de manera que el
canon literario era mucho más abierto. Goytisolo manifiesta estar en contra del
concepto de literatura nacional, y bromea diciendo que él es de nacionalidad
cervantina. El paso de la España franquista al París de los años sesenta supuso
cambiar el miedo por la cultura. Era el París de Sartre, de Camus, de la Rive Gauche…, y recuerda con gracia la
anécdota de su intermediación entre Cela y Sartre en lo que iba a ser una
entrevista, y que, sin embargo, finalmente Goytisolo, que hacía las veces de
traductor, acabó contando chistes al filósofo. Sartre se disculpó y les dejó alegando
estar muy ocupado. De su periodo como exiliado en París, “del burgo (Barcelona)
a la medina (París)”, residiendo en el multiétnico barrio de Sentier (algo
parecido al madrileño Lavapiés actual) aclara que, haciendo suyas las palabras
de Cortázar, pasear por él era como “dar la vuelta al día en ochenta mundos”. Por
entonces comenzaba a trabajar como asesor literario de la editorial Gallimard
en la capital gala.
Sobre sus autores, Goytisolo no
quiso mojarse mucho y recomendó al recientemente fallecido Günter Grass;
autores mediáticos como Michel Houellebecq no le interesan demasiado. Eso sí, confiesa
que es un lector muy compulsivo y atento. Cuando llega al final de un libro
siente la necesidad de releerlo. El Quijote lo leyó cuatro veces: a los veinte
años, a los cuarenta, a los sesenta y a los ochenta. Y afirma que cada vez que
lo ha hecho le ha parecido un libro distinto.
Hace veinticinco años, el que
escribe estas líneas leyó ‘Aproximaciones a Gaudí en Capadocia’. Un libro para
mí iniciático que me descubrió a un Goytisolo fascinado por aquellas torres
cilíndricas de remate curvilíneo, que le hicieron imaginar a un Gaudí eremita y
centenario alucinado ante aquel paisaje troglodita de la Capadocia, creado por las
erupciones volcánicas y fenómenos climáticos en esa región del centro de
Turquía.
Fotografía de Juan Goytisolo ©
Fernando Torres