domingo, 13 de mayo de 2018

Mayo del 68. La imaginación al poder


“Seamos realistas, ¡pidamos lo imposible!” Este lema, escrito por el filósofo y teórico alemán de origen judío Herbert Marcuse, explica de alguna manera el arrebatado espíritu de Francia en mayo de 1968.

La playa estaba bajo los adoquines. En las calles de París, los adoquines volaban arrancados del pavimento por estudiantes, obreros, intelectuales y artistas que querían cambiar las viejas reglas del juego. Pidieron lo imposible y cincuenta años después el mundo sigue recordando aquella primavera que supuso un revulsivo en la vida cultural francesa hasta desembocar en la mayor huelga en el siglo XX, en la que París como epicentro se convulsionó más allá de las fronteras galas.

Ese tumultuoso mes de mayo empezó con una protesta estudiantil contra un sistema universitario obsoleto y rápidamente se transformó en un levantamiento popular contra el capitalismo, el comunismo, la política paternalista, la censura de los medios, la desigualdad de género y más. Este idealismo juvenil se sintió en los campus de todo el mundo aquel año, desde Praga hasta México, pero en ningún otro lugar la revuelta se extendió tan aprisa al resto de la sociedad.

Fueron los estudiantes, liderados por Daniel Cohn-Bendit entre otros, los que habían comenzado, pero pronto a la causa se unió la de los cansados trabajadores de las fábricas, cuyas necesidades eran más evidentes: la subida de los salarios y una mejora de la jornada laboral. El 13 de mayo, una gran manifestación de trabajadores y estudiantes que exigía la caída del gobierno de Charles de Gaulle sacudió la margen izquierda del Sena. El 24 de mayo, ocho millones de trabajadores iniciaron una huelga indefinida, la más grande de la historia de Francia.

No obstante, a fin de mes las cosas empezaron a desmoronarse. El pueblo, que al principio estaba del lado de los manifestantes, se cansó de los enfrentamientos callejeros y de que los servicios públicos no funcionaran con normalidad. Entre tanto, el sindicato de estudiantes y trabajadores se exasperaba después de que el gobierno llegase a un acuerdo con este último. Ese mes, o siete semanas para ser precisos, no terminó en la revolución y De Gaulle, que dijo que era “la revolución de los hijos de papá”, resultó reelegido, aunque por una estrecha mayoría, y prosiguió su mandato.

Medio siglo después, Mayo del 68 es para algunos más un símbolo que el comienzo de un gran cambio. Fue una explosión de efervescencia contestataria que para unos apenas cambió nada y sin embargo para otros lo cambió todo. Y es que el Mayo francés fue el germen del resto de movimientos de protesta surgidos en otros países, como fueron la Primavera de Praga, la revolución cultural China, el clamor popular contra la guerra de Vietnam, la masacre de Tlatelolco (México), y revueltas sociales en todo el mundo.

De lo que aconteció aquellos turbulentos días siempre nos quedará el testimonio gráfico de los profesionales que hicieran posible que nunca los olvidemos, como fueron los fotógrafos Cartier-Bresson, Marc Riboud o Bruno Barbey con sus respectivas Leicas. Apenas si había cámaras de cine en aquellos tiempos, pero el fotógrafo y cineasta William Klein rodó un documental sobre los acontecimientos del 68. Además, estaba el trabajo de algunas televisiones extranjeras, pues la ORTF estaba en huelga y no había televisión francesa. Por lo que en esa época la fotografía tenía la importancia que no tiene actualmente debido a la televisión.

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Fotografía Tumultos en el Boulevard Saint-Germain © Bruno Barbey