lunes, 8 de abril de 2013

Soderbergh y sus efectos secundarios



Efectos secundarios (Side Effects), el último absorbente e imprevisible film de Steven Soderbergh (Oscar al mejor director por ‘Traffic’ en 2000) estrenado en España, basado en el guión cinematográfico de la historia de Scott Z. Burns (guionista de ‘El ultimátum de Bourne’, y tercera colaboración con Soderbergh), nos sumerge en un thriller psicológico de falsas apariencias, vueltas de tuerca y giros inesperados, con un moderno toque de cine negro clásico sobre un “desconcertante” crimen que, a efectos policiales, se podría decir que es un caso cerrado. Un asesinato perpetrado por una joven esposa sumida en una depresión aguda, que depende de los calmantes para tratar de superar la ansiedad del encarcelamiento y la quiebra de sus sueños, contra su marido, ex convicto recién salido de la prisión.

Hasta entonces, Emily (Rooney Mara) y Martin (Channing Tatum) son una pareja de Nueva York cuya relación goza de un próspero status económico y social. Martin vive en esos días su mejor momento profesional. Sin embargo, se convertiría en víctima de las manipulaciones y confabulaciones de terceros. Debido a ello ha de pasar cuatro años en prisión por abuso de información privilegiada, teniendo que renunciar a esa acomodada vida con Emily, que es la mujer de su vida. Pero su vuelta a la libertad no le depara el bienestar y la tranquilidad que esperaba, sino todo lo contrario. Emily se hunde cada vez más en el angustioso abismo de la depresión, arrastrando a Martin con ella.

La situación se desbarata y cambia radicalmente cuando Emily intenta suicidarse a causa de esa profunda depresión, y el psiquiatra al que acude, el Dr. Jonathan Banks (Jude Law), le receta una medicación para calmar su ansiedad. Recomendado por otra psiquiatra, la doctora Victoria Siebert (Catherine Zeta Jones), Banks le prescribe de nuevo a Emily un novedoso medicamento experimental denominado Ablixa como tratamiento de choque (un psicofármaco ficticio cuyo principio activo es el también inexistente Alipazone. En el film también es fugazmente nombrado el antidepresivo Vandral, cuyo genérico real es la Venlafaxina, para dar aún más credibilidad y verosimilitud a la historia). Incapaz de superar su depresión, Emily acepta someterse a su tratamiento con la nueva medicación. Pero los efectos del psicofármaco son inesperados: una noche, la paciente pierde el control mientras duerme y asesina a su esposo en un aparente estado de sonambulismo, y todos los personajes que están involucrados en su vida desde el trágico suceso empiezan a verse gravemente implicados en el caso con el devenir de los imprevistos acontecimientos. A consecuencia de esto Emily va a la cárcel y Banks, cuya carrera profesional se ve seriamente perjudicada, decide investigar el misterioso crimen para salvar su honor y prestigio médico perdidos, dando la historia un giro en su desenlace al más puro estilo Hitchcock.

La película de Soderbergh utiliza el delicado tema de las depresiones y los efectos de los fármacos en la mente humana, el lado oscuro que podemos encontrar en el mundo de la psicofarmacología, para construir un argumento de acción, tensión e intriga. El resto lo logran las correctas interpretaciones de todos los actores del film (véase la de una excelente y turbadora Rooney Mara como paciente tras su fallido intento de suicidio, o el versátil Jude Law como reputado psiquiatra). En definitiva, un thriller de falsas apariencias, viejo género del que Hollywood parecía haberse olvidado en los últimos tiempos, donde la historia se complica y empieza a descubrirse el interesado mundo que envuelve a la psicofarmacología. Unos intereses creados donde la infelicidad resulta ser un negocio muy lucrativo, y el dinero la auténtica serotonina que mueve a las personas.


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La fotografía de la película pertenece a sus propietarios. © Distribuidora eOne y productora Endgame Entertainment, Di Bonaventura Pictures.

martes, 2 de abril de 2013

Paul Klee, el maestro de la Bauhaus



La Fundación Juan March de Madrid, que ya organizó en 1981 una de las primeras exposiciones sobre Paul Klee celebradas en España, ha concebido en esta ocasión la muestra en paralelo al estudio, la transcripción y la edición crítica de ese formidable legado, un trabajo llevado a cabo por las comisarias invitadas a la exposición, Marianne Keller y Fabienne Eggelhöffer. El resultado de esa investigación es la inmensa base de datos en la que desde el pasado mes de agosto de 2012 se puede consultar libremente todos los manuscritos originales y transcripciones del pintor suizo, acuarelista y aguafuertista considerado como uno de los representantes más originales del arte moderno.

Hijo de un profesor de música, Paul Klee (Münchenbuchsee, 1879 - Muralto, 1940) realizó estudios clásicos en Berna. Más tarde se inscribiría en la Academia de Munich, donde tuvo como profesor a Franz von Stuck (1898-1900) y se familiarizó con las teorías del Jugendstil, que más tarde pondría en práctica en obras como ‘Cabeza amenazadora’, de 1905. De regreso a Berna, prosiguió su período formativo centrándose en la música, lo gráfico, la lectura de clásicos, y observando y estudiando las obras de Blake, Klimt, Goya y, ya en París, de Leonardo y Rembrandt. Posteriormente, realizó una serie de dibujos inspirados en Van Gogh, Cézanne, Matisse y otros representantes de la escuela francesa.

En 1911 contactaría con el grupo del Blaue Reiter (‘El caballero azul’), lo que le permitió conocer a sus creadores, Kandinsky y Marc, así como a Kubin y a Macke, con quienes expuso al año siguiente en Berlín. En París se relacionó con Delaunay y el ambiente cubista centrando definitivamente su interés en el movimiento y el tiempo, la luz y el color, bajo el notable influjo que le propició su viaje en 1914 a Tunicia con Moilliet y Macke, con predominio sobre los valores psicológicos de las formas. Su vida de espiritual recogimiento dio como resultado una prolífica obra.

En 1920 ingresaría en la Bauhaus de Weimar, donde vigorizó su método de análisis, y en 1924, junto con Kandinsky, Jawlensky y Feininger, formó el grupo llamado de los Blaue Vier (‘Los cuatro azules’). Las obras realizadas durante este período están repletas de imágenes misteriosas y de zonas cromáticas acompañadas de sutiles signos gráficos.

Tras ser profesor de la nueva Bauhaus de Dessau (1921-1930) y de la Academia de Düsseldorf (1931-1933), la condena nazi de su obra le obligó, en 1933, a exiliarse a Berna, donde, en claro paralelismo con la esclerosis sistémica que contrajo, su producción adquirió matices dramáticos y simbólicos con elementos o temas esquemáticos que progresivamente pasan a convertirse en ideogramas.

Además de Diarios, Klee escribió artículos sobre arte, que pueden considerarse como una teoría del arte moderno. En la actualidad, la mayoría de su obra se halla depositada en el Museo de Bellas Artes de Berna.

Para la organización de la exposición actual se ha contado con la colaboración del Zentrum Paul Klee, donde en su día se presentó una primera versión reducida, compuesta por obras de su propia colección, bajo el título ‘Meister Klee! Lehrer am Bauhaus’, entre el 31 de julio de 2012 y el 6 de enero de 2013. La muestra que se puede ver ahora en la Fundación Juan March hasta el 30 de junio de 2013 reúne algunas de las obras expuestas en el Zentrum Paul Klee junto a muchas otras de diversa procedencia.

Las obras de Klee están organizadas en secciones según cinco temas principales, a saber: el color, el ritmo, la naturaleza, la construcción y el movimiento, tanto en su creación artística como en su enseñanza, y que ordenan la mirada en el amplio universo plástico de un artista tan imaginativamente fértil como fue Klee: los fenómenos de la génesis y el crecimiento de la naturaleza le sirvieron de modelo para explicar la configuración y el diseño.

Las obras cedidas para la exposición proceden sobre todo de la colección del Zentrum Paul Klee de Berna, pero también de muchos otros museos y colecciones, públicas y privadas, de Suiza, Alemania, Francia, Estados Unidos y España. La exposición se acompaña de un catálogo, en edición española e inglesa, con ensayos y textos de Fabienne Eggelhöfer, Marianne Keller y Wolfgang Thoner. Como publicación complementaria, la Fundación Juan March edita también las traducciones al español y al inglés, en ediciones semifacsímiles, de las Beiträge zur Bildnerischen Formlehre (‘Aportaciones para una teoría de la forma pictórica’), apuntes de Paul Klee para sus clases elaborados en el periodo de 1921 a 1922 hasta ahora inéditos en ambas lenguas.

Asimismo, con motivo de la exposición ‘Paul Klee: maestro de la Bauhaus’ y con el epígrafe ‘El universo musical de Paul Klee’, se celebra los días 3, 10, 17 y 24 de abril un ciclo de conciertos que explora las relaciones entre la pintura y la música del mundo creativo del artista suizo. Es muy posible que ningún otro artista forjara vínculos tan estrechos con la música. La etapa de Klee en la Bauhaus, la perspectiva de la exposición que acompaña este ciclo, viene representada por la música de Bartók, Hindemith y Busoni, a quienes el pintor llegó a conocer personalmente. La actividad del propio pintor como violinista de cámara es la excusa ineludible para los conciertos siguientes, que programan algunas de las composiciones que él mismo interpretó en el estudio de pintura con sus colegas artistas o con su mujer, la pianista Lily. Finalmente, el ciclo culmina con ‘En el espíritu de Klee’, un programa heterogéneo de músicas de cronologías y estéticas muy diversas que de forma imaginada dialogan con la obra del pintor. En resumen, una amplia serie de compositores que aglutinan la diversidad de observancias sonoras posibles evocadas por las obras de Klee.


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domingo, 24 de marzo de 2013

Periodismo online: ¿El futuro o una alegría pasajera?



Este fue el epígrafe de la mesa redonda que se celebró el pasado día 20 en la Casa de América de Madrid, y que contó con la participación de los periodistas Martín Rodríguez Pellicer (Plaza Pública), Cristina Manzano (Esglobal.es), Soledad Gallego-Díaz (El País), Alfonso Armada (ABC.com) y el moderador Ricardo Jonás González (jotdown.es)

Los ponentes de la mesa debatieron diferentes ideas, entre el perplejo optimismo de unos y el pesimismo entusiasta de otros, aduciendo que el periodismo tiene que adaptarse a los nuevos tiempos de la revolución digital, con todo lo que eso conlleva de perjuicio para la prensa tradicional, para la que ya pasaron sus días de gloria periodística. Tanto que para muchos ha representado su cierre, también el fin de las subvenciones públicas ha lastrado a muchos rotativos, si bien algunos diarios gozan todavía de buena salud, aunque a costa de los consabidos EREs, o contratando jóvenes periodistas con un menor sueldo y, claro está, gracias a la publicidad, que dependerá de la difusión que tengan los mismos.

Según Laurent Beccaria y Patrick de Saint-Exupéry, autores de Otro periodismo es posible. Manifiesto ‘XXI’ –texto al que aludió Alfonso Armada y que aparece publicado en su revista digital Fronterad, de la que es fundador–, Internet, además de instrumento técnico y medio de difusión, es también un mundo en expansión y en perpetua mutación. En este universo completamente enfocado hacia mañana se imponen a ritmo sostenido posibilidades técnicas desconocidas y nuevos objetos de uso inédito. “Cinco años en la red son prácticamente un milenio”, resume Bill Nichols, una de las figuras más destacadas del periodismo digital en Estados Unidos.

¿Y si estuvieran equivocados? ¿Y si la “conversión digital” fuera una trampa mortal para los periódicos? ¿Y si los directivos de la prensa mundial se equivocaron al invertir a diestra y siniestra en las aplicaciones, sitios web y redacciones multimedia? ¿Y si las fantasiosas cifras de páginas vistas y la extraordinaria concurrencia de los títulos de prensa transformados en “marcas mediáticas” fueran una estafa?... Estos son algunos interrogantes con los que se inicia el citado manifiesto francés, pero lo que es claro es que el periodismo debe seguir siendo libre, ético, riguroso, veraz y comprometido independientemente del medio en el que se divulgue. No obstante, es necesario saber hallar las fórmulas para reinventarse si se quiere alcanzar un buen número de fieles lectores entre tanta oferta mediática, y deberá seguir estando basado en dos principios básicos: la responsabilidad social y la veracidad informativa. Además, exigirán del profesional un continuo reciclaje y perfeccionamiento en su trabajo informativo. A los nuevos periodistas que emprendan ahora, tras su licenciatura, la tarea de informar creando nuevos proyectos periodísticos online, recordarles aquella frase atribuida a Jean Cocteau que rezaba así: “Lo consiguieron porque no sabían que era imposible”. El éxito nunca está garantizado, sin embargo la frase podemos aplicarla a muchos casos de profesionales que creyendo por encima de todo en su labor y estando firmemente convencidos de que es posible, consiguieron aquello que hasta el momento escapaba a las previsiones para el futuro o al menos a la capacidad del periodista: sueños imposibles que finalmente se vuelven posibles.


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domingo, 17 de marzo de 2013

La literatura de Plácido W. Díez Gansert



Me gustaría dedicar estas líneas a mi amigo el escritor Plácido W. Díez Gansert, autor aún poco conocido en las altas esferas del mundo literario o editoriales al uso, ya que él mismo dirige y gestiona su propia plataforma de edición, tanto en el caso del libro impreso en papel como los actuales e-books. Plácido nace en Pamplona en 1971 y se traslada a vivir a Madrid en 1976. Estudia el bachillerato en el Colegio Alemán de Madrid. Se licencia en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid, y parte de su carrera la estudia en la Johann Wolfgang Göthe Universität de Frankfurt, Alemania.

Como he podido comprobar en nuestra relación de amistad, Plácido es, además, un apasionado jugador de ajedrez, juego que, en su modalidad de competición, está considerado como deporte, si bien sobre todo es un magnífico ejercicio intelectual, muy instructivo, que favorece la concentración y dotes de estratega que el autor practica siempre que se tercie prefiriéndolo a otras actividades lúdicas –aunque también es un gran aficionado al tenis, el montañismo o el esquí–, antes que ver la a veces infumable televisión, dedicando su tiempo mayormente a la escritura.

Antes de su andadura literaria, el escritor emprendió una carrera profesional en el área del desarrollo de negocio, residiendo en Alemania, Brasil, España y México. Viaja por 52 países en labores de apertura de mercados para diversas corporaciones multinacionales. Y es en la primavera de 2009 cuando publica su primera novela, El Profesor. Ya como autor consagrado cuenta en su haber con tres novelas disponibles en su web, si bien en estos últimos meses ha estado trabajando en la cuarta: ‘Hijos de la Crisis’, que espera tener concluida para esta próxima primavera.

Plácido concibe la literatura como un medio de expresión para humanizar a las personas, sensibilizarlas y tornarlas más permeables a los valores universales. Sus tres obras conectan con temas actuales, tales como el contrapunto entre cultura y lujo en ‘El Profesor’, la solidaridad con los necesitados en ‘Crónica de un Rebelde’, o la alienación mental provocada por el abuso de Internet en ‘El Libro de las Caras’. Entretenida novela utópica sobre las Redes Sociales que he tenido la oportunidad de leer, que en sus últimas páginas la lectura de la trama nos evoca al mundo de Aldous Huxley o, incluso, a Philip K. Dick. El relato progresa en el tiempo desde la actualidad y concluye en el año 2052 donde se proyecta una visión apocalíptica de nuestro mundo. ¿Hacia dónde conduce el movimiento de las redes sociales y cómo afecta a nuestra manera de relacionarnos con nosotros mismos y con la sociedad?... La novela alerta a los internautas de la deshumanización y banalización que comporta el abuso de estas tecnologías.

Plácido opina que la belleza radica en la sencillez, por lo que intenta mantener un lenguaje vivo, transparente y directo, tanto en sus narraciones como en los diálogos. Su modo narrativo, de interesante lectura, es ameno, placentero, sin aspavientos, ni sensiblerías impostadas. Seguro, relajado y sin ínfulas, con un consolidado dominio del lenguaje, el autor nos regala una historia común para muchos de nosotros, ingeniosa, fresca y divertida pero a la vez inquietante y desesperanzadora.

El valor literario de su obra, como la de cualquier otro autor que se precie es siempre discutible, pero lo que ha quedado patente tras los muchos libros vendidos es que su prosa es cautivadora y engancha desde la primera línea hasta la última, tal como sostienen sus lectores en estos últimos años.


miércoles, 6 de marzo de 2013

Facebook censura un desnudo del Jeu de Paume



Una interesante exposición en París, en la Galerie Nationale du Jeu de Paume, el museo de arte contemporáneo que se encuentra próximo a los Jardines de las Tullerías y que fue construido en 1861 durante el reinado de Napoleón III, que en sus inicios albergó las pistas del jeu de paume (juego de palma), deporte precursor del tenis, y que en el pasado siglo albergó importantes obras de impresionistas hoy trasladadas al Musée d´Orsay, muestra ahora y hasta el 12 de mayo de 2013 una colección retrospectiva de fotografías de la gran artista Laure Albin Guillot (1879-1962). Recuperando así a una de las fotógrafas más brillantes de Francia durante el periodo de entreguerras, quien fuera amiga de intelectuales como Jean Cocteau, Paul Valéry o André Gide y otros creadores coetáneos como el músico Claude Debussy, y que realizó desnudos, retratos, paisaje, naturaleza muerta y fotografía publicitaria e ilustración.

La exposición en París permite actualmente redescubrir la obra, lírica, luminosa y vanguardista, de una de las primeras mujeres de Francia que se dedicaría al arte de la fotografía, de la que en su tiempo todos afirmarían que sería la fotógrafa de referencia en el futuro. Recibió la medalla de oro de la Revue Francaise de Photographie en 1922 y tres años después el Salon d'Automne le dedicó una exposición individual. Sin embargo, Laure Albin Guillot fue quedando relegada al olvido del tiempo.

El archivo de Laure Albin Guillot contenía 52.000 negativos y 20.000 copias impresas. La muestra reúne ahora por primera vez obras dispersas en varios museos y pinacotecas francesas, pero el grueso de las piezas provienen de la colección de la agencia Roger-Viollet, que adquirió en 1964 todo el inventario del estudio de la fotógrafa. Este archivo, compuesto por los citados números de negativos y copias, pertenece en la actualidad al Ayuntamiento de París y no fue clasificado hasta hace muy poco tiempo. ‘Laure Albin Guillot, l’enjeu classique’ (el reto clásico) es la primera exposición con piezas del legado tras ser terminada su catalogación.

Curiosamente, la exposición ha sido protagonista también, de forma anecdótica y como un claro ejemplo de mojigatería, en las redes sociales. La cuenta que en Facebook mantiene la pinacoteca anunció dicha exposición con una imagen de una mujer desnuda (Étude de nu) que, casi inmediatamente, fue censurada por la propia red social al violar su reglamento.

Ante estas circunstancias, el museo decidió censurarse a sí mismo y dejar claro que se han visto obligados a ello a pesar de tratarse de la obra de una de las artistas más destacadas de Francia durante el periodo de entreguerras.

Según el museo, “habíamos cometido otras infracciones en el pasado con la publicación de los desnudos de Willy Ronis y de Manuel Álvarez Bravo. Tras el aviso de Facebook de cerrar definitivamente nuestra cuenta, no volveremos a publicar desnudos, incluso si creemos tienen un gran valor artístico y que estas fotografías, nada pornográficas, respetan el derecho de publicar contenidos de carácter personal”.

Asimismo, el museo ha mostrado su agradecimiento a los internautas por el apoyo recibido a través de la Red.

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Fotografía Étude de nu vers 1940
Impresión en gelatina de plata, 14x22 cm
Collections Roger-Viollet / Parisienne de Photographie.
© Laure Albin Guillot / Roger-Viollet

sábado, 16 de febrero de 2013

Artistas y chamanes en CaixaForum Madrid



¿Qué es el caos? ¿Por qué ocupa un lugar tan importante en la historia de la humanidad? “Maestros del caos: artistas y chamanes” quiere ofrecer respuestas a estas preguntas analizando cómo la lucha entre el orden y el caos ha sido un punto referencial en numerosas culturas ancestrales. La muestra está concebida como un viaje de exploración que nos conduce de lo sagrado a lo profano.

A propósito de tres grandes temas –el caos en el mundo, el dominio del caos y la catarsis–, se muestran los mitos que explican la tensión entre el caos y el orden, y los ritos practicados para su contención. También el papel de los mediadores, chamanes o hechiceros, que protegen a los humanos de las desgracias y el infortunio provocados por la imperfección del mundo. Ellos son los maestros del caos.

La muestra forma parte de un circuito itinerante internacional que tendrá en CaixaForum Madrid su único enclave para visitarla en España. La exposición está concebida y producida por el Musée du Quai Branly de París, legado cultural del presidente francés Jacques Chirac para la posteridad, que está ubicado en el magnífico edificio diseñado por el arquitecto Jean Nouvel junto al Sena y muy próximo a la Torre Eiffel, este importante museo abrió sus puertas el 23 de junio de 2006 para dar allí cabida a todo el arte primitivo correspondiente a las colecciones de África y Oceanía, testimonio patrimonial de las adquisiciones en colonias francesas, además de poseer una valiosa biblioteca multimedia, y está organizada por la Obra Social “la Caixa”, con la colaboración del Kunst- Und Ausstellungshalle der Bundesrepublik Deutschland (Bonn, Alemania), presentando un conjunto de más de 220 obras. Entre ellas, objetos, trajes y representaciones procedentes de las grandes colecciones antropológicas y etnográficas, así como creaciones de artistas contemporáneos como Annette Messager, Thomas Hirschhorn y Jean-Michel Basquiat, que muestran la vigencia del caos ancestral, reflejo del inconsciente humano.

La exposición está comisariada por Jean de Loisy, presidente del Palais de Tokyo (París), asistido por Sandra Adam Couralet. Y cuenta también como comisaria adjunta con Nanette Jacomijn Snoep, responsable de la Unidad Patrimonial de las Colecciones de Historia del Musée du Quai Branly. Hasta al 19 de mayo de 2013.


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CaixaForum Madrid

Fotografía máscara de Rangda. Bali, Indonesia (1900-1950) Musée du Quai Branly

sábado, 2 de febrero de 2013

Los impresionistas del Musée d’Orsay


La Fundación MAPFRE, en sus salas de Madrid, presenta la exposición Impresionistas y postimpresionistas, del 2 de febrero al 5 de mayo del presente año. El nacimiento del arte moderno muestra, a través de 78 grandes obras maestras del parisino Musée d’Orsay, el desarrollo del final del impresionismo y del postimpresionismo.

En 1886, se celebra la octava y última exposición del grupo impresionista en la sala de exposiciones del marchante Durand-Ruel. A lo largo de las ocho míticas exposiciones que había presentado el grupo, la concepción tradicional de la pintura había saltado por los aires. Los críticos y el público empezaban a asimilar las novedades estilísticas, y los impresionistas comenzaban a tener cierto renombre. Así, entre 1886 y 1900, asistimos al desarrollo de una modernidad más profunda y radical. El impresionismo evoluciona hacia diferentes actitudes pictóricas, tradicionalmente definidas como postimpresionistas que, en realidad, amplifican el talante provocador del impresionismo definiendo los principios estilísticos que abrirán los lenguajes de las vanguardias del siglo XX.

La muestra se inicia con las primeras series de Monet (Los almiares, Los álamos y Las catedrales), y termina con los trabajos decorativos de Vuillard en los Jardines públicos. Entre ambos hitos se presentan los trabajos de Renoir en torno a las bañistas, el desarrollo del neoimpresionismo —con obras de Seurat, Signac o Pissarro—, el constructivismo de Cézanne, el retrato de los bajos fondos por parte de Toulouse-Lautrec, la huida de Gauguin y sus amigos a Bretaña, la creación del grupo de los Nabis con Serusier, Maurice Denis, Bonnard y Vallotton, y la locura de Van Gogh en Arles.

La crisis del impresionismo

En general los impresionistas muestran un agotamiento por la pintura sobre los mismos temas de la ciudad moderna y sus alrededores. Más preocupados por la propia pintura como lenguaje, limitarán sus asuntos y se concentrarán en temas concretos donde expresar mejor sus verdaderas preocupaciones plásticas.

A partir de 1886, Claude Monet empieza a reflexionar en torno a la idea de representar el mismo motivo, fluctuando en función de las estaciones, del tiempo o de la luz de los diferentes momentos del día. Las formas y los motivos se disuelven cada vez más, en una pintura que se repliega sobre sí misma. A partir de 1890, surgen las primeras series: Los almiares (1890), Los álamos (1891) y las Catedrales de Rouen (1892-1893), todas ellas representadas en la exposición. En la Catedral de Rouen, de la que mostramos dos lienzos (La portada vista de frente y La portada y la torre de Saint-Romain a pleno sol), Monet encuentra uno de los más bellos motivos de toda su carrera de pintor: cuenta la leyenda que llegaba a pintar hasta 14 lienzos a la vez, corriendo de uno a otro según la luz y el tiempo, recorriendo todas las sutilezas tonales que cambiaban a cada minuto en la atmósfera de Normandía.

De forma paralela, Monet, instalado ya en Giverny, comienza a pintar su estanque de nenúfares, donde anula cualquier resto de perspectiva tradicional para llegar a un grado de refinamiento pictórico que alcanza sus más altas cotas de excelencia. En la exposición, este asunto aparece representado a través del famoso Estanque de nenúfares, armonía verde (1899). Todos los motivos se disuelven en una atmósfera cada vez más abstracta y lírica, como muestra también sus vistas del Parlamento de Londres (1904).

Al contrario que Monet, Renoir, otra de las grandes figuras dominantes del grupo impresionista, vuelve a participar en el Salón académico a partir de 1880, donde obtiene un gran éxito gracias a sus retratos, de los que se presenta un importante conjunto. A la vez, sus viajes a Argelia y a Italia pondrán de manifiesto la necesidad que siente de renovar su pintura. El último Renoir encuentra en los desnudos al aire libre el asunto en el que mostrar sus ambiciones estéticas: Las bañistas eran para él una continuidad de la pintura del siglo XVIII. Definidas como un Tiziano pintado por Rubens, sus cuerpos desbordados muestran una atmósfera de fecundidad y eterna primavera, que se traslada a toda la superficie pictórica.

El neoimpresionismo

Camille Pissarro había insistido en que sus amigos Seurat y Signac participaran en la octava y última exposición impresionista, lo que generaría una fuerte controversia. En ese mismo momento, el crítico Félix Fénéon inventa el término neoimpresionismo para definir este nuevo tipo de pintura, en el que los colores puros se yuxtaponen a través de pequeños puntos, que favorecen la mezcla óptica de los colores en el ojo, y no en la paleta. El neoimpresionismo marca una dialéctica de ruptura y continuidad respecto del impresionismo, con una fuerte conciencia de progreso. La importancia de la ciencia se evidencia al tiempo que esconde un ataque al efecto improvisador del impresionismo.

Seurat perfeccionará su método de la mezcla óptica. Su prematura muerte en 1891 podría haber supuesto el final del puntillismo, pero Signac se convierte en un líder muy eficaz y en un gran teórico de este movimiento, muy cercano, en sus primeros tiempos, a los principios sociales del anarquismo. Su descubrimiento del Mediterráneo le permite simbolizar, a través de la luz y del aire puro, su confianza en un mundo mejor, como muestra la obra maestra Entrada del puerto de Marsella (1911). Henri Cross se convertirá en el mejor heredero de estos sueños arcádicos, a través de obras tan fundamentales como El aire de la tarde (1893) o La cabellera (1892).

Cézanne y su influencia

La exposición dedica un lugar especial a la importancia de Cézanne como nexo de unión entre el impresionismo y el postimpresionismo. Cézanne había sentido siempre la necesidad de romper con las reglas y de sobrepasar los límites que imponía la técnica impresionista. Siempre se interesó por el sentido constructivo que imponía la propia naturaleza y por la necesaria construcción de esa mirada sobre los objetos que se propusiera pintar.

En 1886, su padre fallece, por lo que recibirá una buena herencia que le permitirá vivir lejos de las presiones comerciales y dedicarse a hacer el arte que le interesa. En la exposición se presentan La señora Cézanne, dos importantes bodegones —Bodegón con cebollas y Manzanas y naranjas— así como varios paisajes provenzales en torno y naranjas— así como varios paisajes provenzales en torno al Château Noir. En ellos, Cézanne insiste en el papel desempeñado por los diferentes aspectos de la composición, abriendo el camino que conduciría al cubismo, y convirtiéndose en el padre de las primeras vanguardias.

Toulouse-Lautrec y Montmartre

La trayectoria de Toulouse-Lautrec, desde su castillo familiar en Albi, al Montmartre más canalla, continúa siendo una historia cautivadora. Dos fracturas de fémur durante su infancia le habían impedido crecer más allá de los 150 centímetros pero, a pesar de ello y de su consciente fealdad física, Toulouse-Lautrec tuvo el tesón de convertirse en uno de los hombres más populares y de los artistas más célebres de su generación.

En 1886, conoce en el taller de Cormon a Van Gogh, Bernard y Anquetin, y los cuatro amigos empiezan a exponer bajo el nombre de impresionistas del petit boulevard. Toulouse-Lautrec experimentará con perspectivas muy forzadas, tomadas de los grabados japoneses, con un dibujo nítido y con temas de los bajos fondos.

Pero a diferencia de Steinlen, Toulouse-Lautrec nunca fue un acusador de los vicios de la ciudad: su pintura y sus dibujos retratan las flores del mal de Montmartre con una mirada tierna y solidaria, sin cinismo y sin arrogancia. A través del retrato de las grandes divas del Moulin Rouge, inaugurará una nueva manera de pintar de una gran simplificación y austeridad de recursos, en oposición a su enorme capacidad expresiva, nacida bajo la sombra de Montmartre.

Van Gogh

En 1886, Van Gogh llega a París desde Nuenen y, junto a sus amigos Toulouse-Lautrec, Anquetin y Bernard, pinta los barrios de París con un uso muy expresivo e intenso del color, como muestra El merendero de Montmartre y, más adelante, El restaurante de la Sirène en Asnières.

En febrero de 1888, Vincent Van Gogh viaja a Arlés siguiendo su sueño de crear una comunidad de artistas en el Sur. Sin embargo, esa comunidad de artistas ya se estaba creando en ese momento pero lejos, en Pont-Aven, presidida por Gauguin. Vincent envidiaba esa camaradería, que contrastaba con la soledad en la que él estaba sumido en Arlés.

En esos momentos trabajaba en el poder de sugestión de los colores, y en el significado simbólico que estos proporcionaban. Él mismo decía a su hermano que “en lugar de reproducir exactamente lo que tengo ante mis ojos, empleo el color de una manera más arbitraria, a fin de expresarme con vigor.

Van Gogh consiguió convencer a Gauguin para que trabajara con él en Arlés, viviendo con él en la famosa casa amarilla. Estuvieron juntos nueve intensas semanas, donde pintaron en los Alyscamps, la necrópolis romana de Arlés. En contacto con Gauguin, Van Gogh acentuó su familiaridad con el sincretismo radical, con planos lisos, destacados mediante cerquillos marcados y oscuros, en una explícita referencia a Gauguin, tal como muestra El salón de baile en Arlés (1888).

Después del famoso incidente, en el que Van Gogh se cortó una oreja y se la dio a una prostituta, Gauguin regresó a París, y Van Gogh se internó voluntariamente en Saint-Rémy-de-Provence. Sus autorretratos no permiten dudar de su sufrimiento, ni de que sigue creyendo en el poder terapéutico de la pintura.

Gauguin y Pont-Aven

Gauguin se instala en la localidad de Pont-Aven en 1886. “Me gusta Bretaña —escribiría dos años después— encuentro allí lo salvaje, lo primitivo”. Bretaña se había mantenido aislada durante mucho tiempo, y conservaba una vida fuera de su tiempo marcado por lo industrial y lo moderno. Desde 1860 este lugar acogía una colonia cosmopolita de artistas, que conseguían vivir con casi nada. El carácter austero, el fervor místico y la naturaleza violenta de la región constituyeron una revelación para Gauguin y sus amigos.

En ese ambiente, Gauguin conoce a Émile Bernard con el que elabora una nueva manera de pintar, sintética y esencial, que eliminaba los detalles para contonear las formas por un trazo negro que recuerda al plomo de las vidrieras. Al rechazar el pintoresquismo del lugar, rechazaban a la vez la expresión natural del paisaje: “No copie a la naturaleza, decía Gauguin, el arte es una abstracción. Extráigala de la naturaleza soñando ante ella.

La exposición presenta importantes pinturas de Gauguin de este periodo, como Marina con vaca (1888), Los almiares amarillos (1889) o la famosa Campesinas bretonas (1894).

Nabis

En octubre de 1888, Paul Sérusier enseñó a sus colegas de la Académie Jullian —Maurice Denis, Henri-Gabriel Ibels, Paul Ranson y Pierre Bonnard— una pequeña tabla que acababa de pintar en Pont-Aven bajo el dictado de Paul Gauguin. Éste había animado a su joven discípulo a traducir la naturaleza con colores puros, de manera que, por primera vez, se presentaba una pintura, como diría Maurice Denis en sus diarios, como una superficie plana recubierta de colores reunidos en un determinado orden. Esta pequeña tablita llamada El Talisman, y que hoy mostramos en esta exposición, es una de las obras icónicas de la historia del arte, ya que por primera vez plantea abiertamente lo que será la pintura para el siglo XX: “Una superficie plana con formas y colores” abriendo la puerta a la abstracción y la concepción objetual del cuadro.

Alrededor de la emoción que suscitó El talismán, este grupo de artistas se autodenominó nabis, una palabra misteriosa que, tanto en hebreo como en árabe, significa profetaelegido. Así, decidieron concebir la pintura “como un grupo de acordes, alejados definitivamente de la idea naturalista. A este estilo, se sumaba su interés por la materialidad de la pintura, para la que los ejemplos de Van Gogh y Cézanne resultaron esenciales.

Las posibilidades estilísticas que ofrecía esta nueva manera de pintar fueron desarrolladas por artistas de personalidades muy diferentes: mientras Bonnard y Vuillard exploraban notas intimistas y sensibles, Roussel se concentraba en temas bucólicos y Denis, Sérusier y Ranson se sintieron atraídos por una mística de corte católico. En todos los casos, cualquier asunto banal trascendía hacia la representación de una vida silenciosa llena de enigmas. Sus personajes aparecen aislados, incomunicados, haciendo gala de una vida interior que se desarrollaba en los lugares más inescrutables del alma humana.

La exposición presenta obras fundamentales de este periodo, como Las musas de Maurice Denis, y los famosos Jardines públicos de Vuillard.


Fuente Fundación MAPFRE. Obra de Claude Monet, Parlamento de Londres (1904)