Ha muerto el abogado del diablo, Jacques
Vergès, conocido por su mediación como defensor de grandes villanos del siglo
XX. Entre sus clientes más conocidos figuraron el nazi Klaus Barbie, apodado el
Carnicero de Lyon, o el terrorista venezolano Carlos, alias El Chacal. Al igual
que Voltaire, el abogado Jacques Vergés fue odiado por algunos, admirado por
otros y temido y respetado por una gran mayoría.
Aquejado de una grave bronquitis
crónica que no acabó de curar, Vergès murió en París la noche del pasado jueves
de un ataque al corazón a los 88 años. Precisamente cuando se encontraba en la
casa de unos amigos junto al Sena y frente al Museo del Louvre. En el mismo
domicilio en el que murió el escritor Voltaire en 1778 y donde Vergès solía
pasar algunas temporadas desde que hace un par de años sufriera su primer
ataque al corazón. “Un lugar ideal para este último golpe de efecto que debía
ser la muerte de este actor nato”, resaltó su editorial, Pierre-Guillaume de
Roux, en un comunicado en el que confirmaba la muerte de este, y que publicó en
febrero sus memorias, ‘De mon propre
aveu. Souvenir et rêveries’ (Con mis propias palabras. Recuerdos y
reflexiones), “al igual que Voltaire, cultivaba el arte de la revuelta y de los
giros permanentes”.
Voltaire fue el primer escritor
francés que se implicó públicamente en un asunto judicial. En cierta ocasión el
escritor, historiador, filósofo y abogado francés defendió a un criminal
convicto llamado Jean Calas al que creía inocente con total convencimiento. En
este caso histórico, al parecer, Voltaire estaba en lo cierto y de esa forma
consiguió limpiar el nombre de Calas a la vez que demostraba al mundo que París
era una ciudad donde la justicia siempre debería prevalecer frente a los
prejuicios de la intolerancia religiosa y las flagrantes injusticias. No
obstante, Jean Calas, un modesto comerciante que residía en Toulouse y que desde
entonces es conocido por haber sido víctima de un juicio parcial debido a su
condición de protestante, finalmente fue ejecutado. En Francia se le considera todo
un símbolo de esa intransigencia religiosa que imperaba en su tiempo, algo
contra lo que de manera vehemente abogaba Voltaire, que se caracterizó por su
tolerancia y defendió la convivencia pacífica entre hombres de distintas
creencias y religiones; al contrario que, por ejemplo, Montesquieu con el que
discrepaba de una forma manifiesta.
El 9 de marzo de 1762, el
parlamento de Toulouse sentenció a muerte a Jean. Al día siguiente se ejecutó
la sentencia y murió clamando su inocencia. Tras ser torturado se le ejecutó y
el cadáver fue quemado en la hoguera. Francia era un país mayoritariamente
católico y el catolicismo era la religión estatal. En su época, la dura
represión del protestantismo iniciada por el rey Luis XIV con la revocación del
edicto de Nantes había comenzado a ablandarse, sin embargo los protestantes
apenas si eran solamente tolerados.
Tanto Calas como su esposa eran
protestantes. Louis, uno de los hijos de Calas, se convirtió al catolicismo en
1756. Entre el 13 y 14 de octubre de 1761, el primogénito de Calas,
Marc-Antoine, fue hallado muerto en la planta baja de la residencia familiar.
Al interrogar a la familia, al principio declararon que había sido asesinado por
obra de un ladrón. Más tarde asegurarían que encontraron a Marc-Antoine
ahorcado. Y dado que la Iglesia consideraba el suicidio como el más aborrecible
crimen perpetrado contra uno mismo, dispusieron todo lo necesario para que la
muerte de su hijo Marc-Antoine pareciese un estrangulamiento a consecuencia de
un robo. Según comenzó a rumorearse entonces, Jean Calas habría asesinado a su
hijo al enterarse de que, también él, pretendía convertirse al catolicismo. Sin
indagar realmente si esta había sido la intención de Marc-Antoine, se le
declaró mártir y se le sepultó de acuerdo con el rito católico, y se acusó a su
padre de asesinato.
Voltaire, que sostenía que el cristianismo
era la raíz de todo fanatismo dogmático,
tendría noticia del caso Calas mientras se encontraba refugiado en
Ginebra –donde también chocó con la mentalidad calvinista de los ginebrinos– debido
a algunas desavenencias con Federico II –que también motivaron su expulsión de
Alemania– y a la negativa de Francia de aceptar su regreso.
El hijo de Jean, Pierre Calas,
que había sido desterrado, estaba seguro de la inocencia de su padre y logró
convencer al filósofo, que en un principio sospechaba que Calas hubiese actuado
por fanatismo anticatólico. Para lograr la revisión del proceso, Voltaire
publicó, en 1763, el Tratado sobre la tolerancia con motivo de la muerte de
Jean Calas. Finalmente, el 9 de marzo de 1765, se reconoció la inocencia de
Calas, cuya memoria y la de su familia fue rehabilitada.
Por su parte, Jacques Vergès,
defensor de individuos como el nazi a cuyo cargo estaba el mando de la Gestapo durante
la ocupación alemana de la ciudad de París, Klaus Barbie, y militante
anticolonialista, fue defensor también del celebérrimo terrorista venezolano
Carlos, alias El Chacal. En la memoria colectiva estará muy presente la
magnífica película de Fred Zinnemann basada en la gran novela de Frederick
Forsyth en la que el objetivo de El Chacal, contratado por la entonces organización
terrorista francesa de extrema derecha llamada OAS (Organisation de l’Armée Secrète), es atentar contra la vida del Presidente
de la República Francesa, el general Charles De Gaulle.
La historia que narra Forsyth parte
de un hecho real, el intento de asesinato del entonces presidente Charles de
Gaulle, cometido por un comando del grupo terrorista OAS, liderado por un
oficial veterano de la Guerra de Independencia de Argelia llamado Jean-Marie
Bastien-Thiry. Comienza con una detallada descripción del atentado contra la
vida de De Gaulle y el fusilamiento de Bastien-Thiry. A partir de ahí, el
escritor comienza a desarrollar su personal trama de ficción.
No obstante, el real e histórico Ilich
Ramírez Sánchez, más conocido como Carlos El Chacal, un venezolano que durante
muchos años fue uno de los fugitivos internacionales más buscados, fue miembro
del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y posteriormente de
un grupo propio que en la actualidad cumple condenas de cadena perpetua en
Francia por el asesinato de dos agentes de la DST (Direction de la Surveillance du Territoire), es considerado
terrorista por los estados de Francia, Israel y los Estados Unidos, mientras
que otros estados como Venezuela, Libia, Argelia, Siria y Palestina lo consideran
un héroe de la causa árabe.
Un halo de misterio rodea también
al brillante penalista de madre vietnamita, Jacques Vergès, incluso en la fecha
de su nacimiento, que oficialmente consta el día 5 de marzo de 1925 en Oban,
Tailandia, donde su padre era cónsul de Francia. Si bien algunos biógrafos fechan
su nacimiento un año antes. Su infancia la pasaría en la isla francesa de La
Reunión y muy joven se dirige a Londres para enrolarse en la Fuerzas Francesas
Libres del general De Gaulle. En 1945 ingresa en el Partido Comunista francés,
donde demuestra una militancia anticolonialista. Durante su periodo como
estudiante en París, cuenta entre sus amigos con el mismísimo Pol Pot, el joven
que con el tiempo se convertiría en el sanguinario dirigente militar camboyano.
Entre los años 1951 a 1954 vivió
en Praga afiliado a la Unión Comunista de estudiantes, una temporada en la que
fueron frecuentes sus viajes, codeándose con el futuro presidente de la
República Democrática Alemana, Erich Honecker, o con Alexandre Chelepine, el
que fuera jefe de los servicios secretos soviéticos del KGB. De vuelta a
Francia, presta juramento como abogado en 1955.
Durante la guerra de
independencia de Argelia continúa su actividad profesional y en 1957 se encarga
de la defensa de la que años más tarde fuera su mujer, es decir, la militante
del FNL (Frente de Liberación Nacional) Djamila Bouhired, condenada a muerte
por terrorismo. Vergès consigue que fuera indultada y liberada.
Con la independencia de Argelia
en 1962, se instala en Argel, donde es nacionalizado y convertido al Islam.
Realiza varios viajes entre los que destaca el que hace a Pekín, allí es
recibido por Mao, o sus traslados a Beirut junto a importantes miembros de la
OLP (Organización para la Liberación de Palestina).
Tras un lapso de tiempo en el que
su biografía no está muy clara –si bien se cree que permaneció en Camboya–, en
1982 reaparece para el juicio a la terrorista de extrema izquierda alemana,
Magdalena Kopp; y seguidamente, en 1987, en el del citado Klaus Barbie,
condenado por crímenes de lesa humanidad. En los años noventa defendió, entre
otros, al ya citado Carlos El Chacal y a un tal Omar Raddad, acusado de matar a
la mujer que le había dado empleo como jardinero. Uno de los sucesos con el
consiguiente juicio más mediatizados de Francia por aquellas fechas. Y ya en
2011 corre a su cargo el juicio celebrado en Camboya en defensa del jemer rojo
Khieu Samphan.
Unos años antes, en 2004,
entrevistado para el periódico francés desaparecido en 2011 France Soir cómo sería capaz de defender
a Sadam Husein contestó: “Defender a Sadam
no es una causa perdida. Defender a Bush es la causa perdida”, obviamente
se refería a George W. Bush. En otra entrevista realizada por EL PAÍS hace
algunos años con motivo de la aparición de un documental sobre su vida titulado
‘El Abogado del Terror’, Vergès declaraba:
“En todos los criminales hay una parte de humanidad. En Klaus Barbie había
también un hombre que sufría”.
Fotografía de Jacques Vergés © Alain Aubert / Le Figaro